Hace 15 años Mauricio Macri y Horacio Rodríguez Larreta estaban juntos en el Teatro San Martín para protagonizar un momento fundacional de sus carreras políticas. El 10 de diciembre de 2007 el magnate juró como alcalde porteño y designó a su entonces mano derecha como ministro coordinador. Junto a la flamante vicejefa de gobierno, Gabriela Michetti, fueron las tres caras visibles del desembarco del PRO en la administración de la Ciudad de Buenos Aires. Han pasado tres lustros de aquella inflexión clave para la derecha argentina y ningún dirigente de Juntos por Cambio, ni del partido amarillo, conmemoró aquella experiencia, aunque sigue siendo una cabeza de playa electoral clave para el futuro de la coalición opositora.

El expresidente no dijo ni una palabra. Tampoco usó su cuenta de Twitter para dar cuenta del aniversario. Este sábado estaba en otra cosa. Cumplió 21 días en Qatar y, gracias al cargo que tiene como presidente de la Fundación FIFA, goza de un pasaporte protocolar que le permite asistir a todos los partidos del Mundial, sentado en las butacas reservadas para el público VIP del torneo.

El alcalde porteño tampoco dijo nada, porque desde el miércoles está en Washington, al frente de una gira que planificó para afianzar su precandidatura presidencial. Pasó tres días en la capital norteamericana haciendo cabildeo para eso. Mantuvo reuniones con las segundas líneas del Departamento de Estado que suelen recibir a los funcionarios del gobierno argentino y la cerró con una visita a la Casa Blanca, para exhibir que también pudo reunirse con Juan Fernández, el consejero para América Latina del Consejo de Seguridad Nacional que reporta a Joe Biden.

El martes por la noche, cuando Rodríguez Larreta estaba saliendo desde Buenos Aires para concretar su gira, la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner anunció su decisión de no presentarse “a nada” en las elecciones de 2023. El alcalde quedó obligado a abordar ese tema con sus interlocutores norteamericanos porque quedó atrapado en la inmediatez de los sucesos. No fue solo el azar. También jugaron las lecturas que se dispararon luego del renunciamiento de CFK, especialmente entre quienes creen que una resignación electoral de la vicepresidenta pone en crisis las chances de que Macri busque un nuevo mandato presidencial en las elecciones del año que viene.

A esta altura del partido, las dudas sobre el futuro del magnate después del renunciamiento de CFK no son patrimonio exclusivo del larretismo. Quizás por eso, el tema fue una de las mayores preocupaciones en el entorno inmediato del expresidente, que se mantiene conectado con sus incondicionales vía WhatsApp. También sigue de cerca las noticias y el impacto de su estadía qatarí, y de sus exfuncionarios que también viajaron a ver el Mundial, como la mayoría de los integrantes de la vieja conducción de la Agencia Federal de Inteligencia. Estuvieron desde su amigo y exdirector del organismo, Gustavo Arribas, hasta numerarios poco mencionados, como Juan José Gallea, que fue director financiero de la AFI y antes había sido gerente de Sergio Szpolski, vaciador del Grupo 23.

Entre la presencia de la bandita de exfuncionarios de la AFI y la derrota de la Selección Nacional ante sus pares de Arabia Saudita, Macri no pasó un buen momento. Fue acusado de “mufa”. Por fuera de la histeria de sus íntimos para desagraviarlo, el despliegue cosechó una sola interpretación en el macrismo. “Mauricio no quiere que le pase esto porque sigue buscando ser candidato”, espetó un integrante del PRO que sigue sus pasos con detalle.

Luego del renunciamiento de CFK, Macri también tuvo intercambios con su “primer núcleo de cercanía” para analizar el impacto. Uno de los participantes de ese diálogo contó la conclusión a la que arribaron. “Lo hablamos post Cristina y hay que aclarar que la decisión de Mauricio no está ni cerca de lo que haga ella. Así como decían que Macri no ganaba, porque ganaba la interna pero no la general, ahora tenemos claro que no sólo gana la interna, sino también gana la general”, atajó el dirigente que reporta al magnate, pero también goza de un buen diálogo con la titular del PRO, Patricia Bullrich.

En cada campamento del PRO consideran a las primarias del año que viene como una fatalidad ineludible y muy necesaria para ordenar las disputas internas. Son tan densas y trascendentes que ninguno de los protagonistas del desembarco del macrismo en el poder porteño eligió mencionarlo. Para las próximas semanas tampoco hay certezas de una reunión de la Mesa Nacional de JxC y la distancia de Macri en Qatar ha generado una ausencia que lo ha dejado afuera de la rosca urgente que imponen los cambios que planteó Cristina.

Los dirigentes del larretismo que consideran chances renovadas con el renunciamiento de CFK son rebatidos desde el macrismo más puro y duro. “Horacio no logra remontar y si no lo hace en los próximos meses va a tener que reconsiderar sus aspiraciones”, vaticinaron a Tiempo desde el entorno de Bullrich. En el horizonte de los duros, el larretismo es víctima de sus concesiones y fortalece a Macri.

“La decisión de Mauricio pasa por una decisión de él y es cien por ciento personal. Estará combinada de los cambios profundos que él cree que Argentina necesita. Cree que hay tierra fértil para que se pueda hacer, pero eso no solo depende de la sociedad, que está más avanzada que la política, donde hay aliados que dudan a la hora de los cambios”, aseguró un macrista de paladar negro. Cuando duda de sus aliados, apunta al radicalismo. Quienes hablan con el fundador del PRO mientras sigue de viaje en Qatar, dicen que Macri está preocupado por “los Cobos de la vida”, en referencia a los que “te van a poner palos en la rueda cuando empiecen los cambios”. De eso sí se acuerda Macri, mientras advierte a sus íntimos que regresará recargado y dispuesto a profundizar sus diferencias con el sector menos duro de la coalición y especialmente con la UCR, que no está dispuesta a trabajar por otra candidatura presidencial del magnate.