En una entrevista reciente para la brasileña red O Globo, Jaime Durán Barba definió cuál es, desde su peculiar punto de vista, la disputa en juego en esta elección: un kirchnerismo que asusta y un Mauricio Macri que decepcionó. Igualmente se mostró optimista con su candidato porque “a la hora de votar, el miedo será mayor que la decepción”.

Con la honestidad bruta que a veces lo caracteriza y cierto poder de síntesis dejó entrever el tamaño de su esperanza. Luego realizó una afirmación que hubiera opacado al mismísimo Perogrullo: “Si la economía estuviese bien, ganaríamos en primer turno con el 60% de los votos”, enfatizó el gurú que se jacta de practicar como nadie el arte de ganar. Es probable y tan cierto como que si mi abuela tuviese ruedas, sería una bicicleta.

La economía continúa mostrando índices catastróficos, pese a que algunos indicadores puntuales simplemente dejaron de derrumbarse y ese dato es presentado como “positivo”. La industria sigue hundida, 10% más abajo que a comienzos de 2018 con algunas cifras impactantes: la producción de motos se desplomó con una baja del 72% en los primeros cinco meses del año, comparado con el mismo periodo del año anterior; 45,8% cayó la producción de equipos de comunicación e informática; maquinaria y equipos o textiles no tuvieron mejor suerte.

El poder adquisitivo del salario retrocedió entre un 15 y un 20% promedio y lo único que parece tener algunos resultados es el plan Ahora 12 y los 2 millones de créditos otorgados por ANSES por 50 mil millones de pesos. Montos muy alejados con respecto al volumen de los anabólicos financieros que le permitieron al macrismo remontar relativamente la economía en 2017.

La languidez de las bases económicas empujó a Macri a salir a teñir la campaña con el humo de acuerdos como el firmado entre la Unión Europea y el Mercosur. Como definió el periodista Alejandro Bercovich en su panorama semanal para el diario BAE, al miedo duranbarbiano, Cambiemos le agregó un poco de humo de salvaje internacionalismo capitalista y la vuelta al mundo en 24 horas.

El silencio de los inocentes

Si esta es la cruda realidad del macrismo, desde la oposición del kirchnerismo ampliado se busca disipar el miedo sacando a relucir el deseo de moderación. En un reportaje para el portal Bunker, el historiador Javier Trímboli (identificado claramente con el kirchnerismo) problematizó esta cuestión de manera interesante: “Me parece que en 2008 todos perdimos la inocencia”, explicó Trímboli. Luego enfatizó que ese fue el año en el que dijeron: “¡Ah, bueno, la Sociedad Rural era la Sociedad Rural. Acordate!” En ese contexto, si bien considera que hay que cambiar de piel y adoptar una epidermis amable y moderada, se pregunta cómo será posible cuando ya se perdió la inocencia sobre cuestiones fundamentales.

La coalición política, la incorporación de los peronistas que fueron sostenes de Macri y Cambiemos y el discurso desplazado hacia el “extremo centro” parecen proponer una campaña de olvido. Olvidar la naturaleza de la Sociedad Rural, la perversidad ontológica de los medios en algún momento llamados “hegemónicos” y los intereses vitales de los poderes fácticos. El colmo de esta narrativa es la peregrina idea difundida por los economistas opositores que sentencia que el problema no fue la ferocidad indiscutida y mundialmente demostrada del Fondo Monetario Internacional, sino que la entidad le creyó ingenuamente a Macri. Evidentemente, el contubernio fue de ambos bandos (o de ambas “bandas”), pese sus diferentes envergaduras. Una lavada de cara fenomenal a un organismo experto en destruir países y dejar economías en ruinas. Y una propuesta que parece que no sólo plantea impostar una nueva inocencia, sino directamente volver a la edad del pavo. 

Una campaña que entra en temporada alta y que desafía a pensar cómo salir del laberinto polarizado del miedo, la decepción y la inocencia. «