«Llegamos nosotros para construir este lugar. No le quitamos nada a nadie. Es una lástima que muchos no entiendan a qué obedecemos, a qué le tenemos que hacer caso», dice María Nahuel, la tía de Rafael Nahuel, el joven asesinado en un rastrillaje del Grupo Albatros, el pasado 25 de noviembre, cuando la fuerza de seguridad buscaba mapuches que habían escapado del desalojo ordenado por la Justicia rionegrina dos días antes. 

María habla con Tiempo en el kilómetro 35 de la Ruta 40 Sur, a pocos metros de la tranquera por la que se ingresa al Parque Nacional en el que vive con resto de los miembros de su comunidad. «Si nosotros tenemos que dar nuestra vida, que nos maten a todos acá, porque estamos defendiendo este territorio, daremos la vida. Tampoco nos quedaremos sin lugar. Nos vamos a ir con nuestros ancestros, como fue Nahuel. Es muy difícil explicarle esto al huinca (extranjero) y también a nuestros propios lamienes (hermanos). Qué lástima que no se den cuenta de que su gente murió por esto. Nuestra gente fue matada por esto. Qué lástima que el pueblo mapuche, la mitad, no entienda. Y qué lástima que el Estado argentino no entienda. Dicen que la ley está pero no la hacen cumplir». 

 –Hace más de una semana que se produjo el ataque del Grupo Albatros, después del intento de desalojo, ¿cómo fue? 

 –El intento de desalojo fue para nosotros como una película. Yo estaba con mi pichi (chico) acá y antes de eso habíamos dejado una nota a la fiscal. Le dije: mire que hay niños. No estamos solos nosotros. Si reprimen, pueden matar niños. La fiscal no nos dijo cuándo y, en la madrugada del jueves (23 de noviembre), cayó la policía federal, las fuerzas armadas. Nosotros lo que sentimos fueron balas. La mayoría de los efectivos parecían drogados. Gritaban. Después, cuando vinieron a matar a mi Rafael, andaban raro. 

–La versión oficial, después del operativo, fue que había disparos del lado mapuche… 

–Intercambio no hubo. Ojalá que el testigo que vio y escuchó todo siga hablando. La gente nuestra no se defiende con armas porque no tenemos. De este lado y del otro lado del Gualmapu (proximidad de la tierra), en los dos territorios, en el lado argentino y el chileno, hay Estado represor. Cuando nos preguntan de la RAM, yo no sé lo que es. No somos asesinos. Somos mapuches que luchamos por nuestro territorio, por nuestra Ñuke (madre tierra). 

 –Cuando se produjo el ataque del Grupo Albatros, ¿cómo trataron a los niños y a las mujeres? 

–Primero nos cagaron a palos a las mujeres. Después se ensañaron con los niños y no escucharon. Una mamá agarró a su nene para ponerle un abrigo y vino un efectivo y lo levantó con una mano y le dijo acá está tu hijo. Se reían de cómo maltrataban a los niños. A una nena chiquita la esposaron junto a su mamá. 

–En Parques Nacionales funcionan mesas de manejo conjunto. ¿Qué opina de este método?

 –Nosotros, lo que teníamos conversado con nuestra gente es que íbamos a ser autónomos. Ahora nos explicaron algo más del comanejo. Si sirve para que no haya más muertes, para que nuestros niños no sufran, lo aceptamos. Pero lo que nosotros queremos es ser autónomos. No depender de Parques. Yo siento que no hay justicia. Acá hay un pedazo de nailon, una carpa, y los demás dormimos a la intemperie. El Estado represor nos robó todo. La ropa de los niños, la comida. La motosierra también. Y la habíamos comprado con un subsidio del Estado. Esa ley yo no la entiendo. Nos dan para que podamos subsistir y después nos mandan a reprimir. 

–La mamá de Rafael Nahuel dijo que a su hijo lo habían arrastrado a esta situación. ¿Cuál es su punto de vista, como tía de Rafael? 

–Yo contra la mamá no voy a decir nada. Obvio que van a opinar. Mi sobrino está bien. Hay que dejarlo descansar en paz y buscar justicia. Nosotros no lo obligamos a nada. Él me sabía llamar y me decía que se sentía perdido. Tomaba mucho. Y la idea mía era rescatarlo. Él me había dicho que quería hacerse una casita acá y tratar de criar conejos, caballos, y el Estado lo mató. Como yo entiendo la espiritualidad mapuche, no me siento responsable. Siento un gran dolor, pero no responsable. Él, hasta último momento, decía que no había que aflojar. «

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