Con matices, el papa Jorge Mario Bergoglio retomó este jueves el estilo que ha utilizado para tratar a los presidentes argentinos desde que fue electo como pontífice hace ocho años. No les cierra las puertas, admite pedidos de audiencia con escasa anticipación y, al mismo tiempo, les marca la cancha mediante los voceros con sotana que tiene en Buenos Aires. Las primeras señales que confirmaron el regreso de esa estrategia surgieron hace una semana, apenas el presidente Alberto Fernández empezó la gira por Europa que concluirá el sábado en Roma, luego de la reunión que mantuvo este viernes con la titular del Fondo Monetario Internacional (FMI), Kristalina Georgieva. La cita fue confirmada poco después de la audiencia que el papa Francisco le concedió al presidente. 

Cuando Fernández ya estaba a bordo del charter de Aerolíneas Argentinas, fuentes eclesiásticas porteñas (siempre cercanas al papa) redoblaron su apuesta y ventilaron que habían hecho todo lo posible para postergar la visita oficial al Vaticano ante el malestar del pontífice luego de la histórica legalización del aborto, aprobada por el Congreso hace cinco meses. Las versiones buscaron demostrar que el frío bergogliano había regresado a la fase gélida con la que azotó a Mauricio Macri durante los cuatro años que fue presidente. Según los pronósticos de las mismas fuentes, la cita entre Fernández y Bergoglio iba a durar muy poco por la inquina papal y fue concedida de mala gana.  

Las especulaciones duraron hasta las 5 de la mañana de este jueves, pero no se diluyeron por completo. En pleno feriado vaticano Bergoglio recibió a Fernández, a su esposa Fabiola Yañez y al ministro Martín Guzmán, secundados por el canciller Felipe Solá junto a tres contactos clave: el secretario de Culto, Guillermo Oliveri, su par de Asuntos Estratégicos, Gustavo Béliz y la embajadora María Fernanda Silva. Los mensajes sembrados desde Buenos Aires alcanzaron para posicionarlo a Bergoglio como un anfitrión distante. No desaprovechó ese papel. La audiencia duró 25 minutos, como habían pronosticado sus voceros con sotana, y las dos fotos que difundió la Santa Sede lo mostraron serio.

Pero las imágenes distribuidas a la prensa internacional y el empeño que mantuvieron las fuentes eclesiásticas porteñas no reflejan lo que sucedió dentro de la sala «Il Fungo» del Aula Pablo VI del Vaticano. Hubo empeño en evitar fotos de Bergoglio sonriente. Entre 2015 y 2019 la decisión editorial del Vaticano era otra. En cada visita que realizó Macri las imágenes exhibieron a un papa notablemente enojado y frío. El dato no es menor porque más allá de las diferencias que pueda tener con la administración de Fernández y los entuertos con la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, el pontífice argentino nunca dejará de criticar a Macri  por el endeudamiento inédito que contrajo con el FMI y la política de ajuste que llevó adelante. 

Para Bergoglio, el fundador del PRO impulsó una venganza política con el peronismo parecida a la que aplicaron los militares que derrocaron a Juan Domingo Perón en 1955. Parte de esas críticas se las espetó a Macri en la cara. Fueron el preludio de las ásperas fotos que luego protagonizaron. No tiene parecido con el juego de acercamientos y distanciamientos que Bergoglio ejecuta desde que Fernández llegó al poder. Era previsible que tuvieran una etapa distante luego de la sanción del aborto, pero se trata de un tema que el presidente le viene anticipando al papa desde lanzó su candidatura en 2019. A pesar del malestar, la curia romana prefiere la franqueza del mandatario peronista a las promesas que les hizo Macri cuando visitaba Roma y les aseguraba que el aborto no estaba en sus planes.

“Las fotos no expresan el clima que vivimos antes, durante y después de la audiencia. Bergoglio estaba de muy buen humor y fueron momentos de mucha distensión. No hablamos en ningún momento sobre el aborto”, confió a Tiempo uno de los colaboradores presidenciales que acompañó al presidente en el Vaticano. El encuentro que mantuvo con el papa duró la mitad del primero que compartieron en enero de 2020. Esta vez también fue reservado. 

Después se repitió la reunión posterior del presidente con el secretario de Estado, Pietro Parolin, y su par de Relaciones con los Estados, Paul Richard Gallagher. Fernández estuvo acompañado esta vez por Solá, Oliveri y Silva. En 2020 hubo un contrapunto entre Fernández y Gallagher por la legalización del aborto, pero esta vez el debate no se repitió. 

Los funcionarios vaticanos suelen preguntar por distintos temas de la situación internacional y la gestión de la pandemia. Las fuentes diplomáticas se niegan a detallar el temario con un celo que alimenta interrogantes. Al parecer ese encuentro de 40 minutos fue más importante de lo conocido e incluyó temas que son estratégicos para la política exterior argentina. 

Pocas horas después de la audiencia papal, Georgieva confirmó una reunión con Fernández que se concretó 24 horas después. El gesto confirma el nivel de involucramiento de Bergoglio en el vínculo que tiene con una ferviente católica como la jefa del organismo financiero. Era el cierre buscado para la gira por Portugal, España, Francia e Italia, donde el gobierno argentino buscó respaldo para la renegociación de la deuda con el Club de París y el FMI. Este viernes la titular del Fondo participará de un seminario organizado por la Pontificia Academia de Ciencias Sociales, donde estarán Guzmán y Béliz, con la posible presencia de la secretaria del Tesoro de Estados Unidos, Janet Yellen y del enviado especial para el cambio climático, el excanciller John Kerry. 

En la agenda no estaba prevista la primera reunión personal que Fernández tuvo con Georgieva en Roma. No será la última gestión bergogliana y se suma a los discretos contactos que lleva adelante con Biden, otro ferviente católico,  para acompañar la negociación argentina de la deuda con el Fondo. Ambos coinciden en pedir la suspensión de las patentes de las vacunas para acelerar su alcance y la Argentina adhiere a esa iniciativa por partida doble. 

Pocas horas después de la audiencia papal y antes de la cita con Georgieva, la Cámara Alta aprobó un proyecto de declaración impulsado por el senador neuquino del Frente de Todos, Oscar Parrilli, para que “los fondos que le corresponden a la Argentina” por los derechos de giro que distribuirá el FMI sean destinados para «financiar políticas públicas para resolver problemas derivados del covid-19». Son unos 4.350 millones de dólares que le tocan a la Argentina en una distribución que sucederá en medio de la renegociación de la deuda con el Fondo. «Esto no es contra el ministro de Economía sino para que pueda negociar mejor», dijo Parrilli. 

El mensaje retumba en los oídos de Guzmán desde la semana pasada, cuando estaba sumergido en el fallido intento de echar al subsecretario de Energía Eléctrica Federico Basualdo. El oficialismo le dio dictamen de mayoría en comisión y pasó inadvertido. Fue minimizado porque se trataba de una mera declaración legislativa sin efecto práctico. La señal llegó a Roma en el momento preciso y no fue ignorada por Bergoglio. Lleva la firma de CFK y le confirma a Guzmán que apenas regrese a Buenos Aires se reencontrará con la interna irresuelta que quedó abierta por la orientación del modelo económico antes de las elecciones.

Por ahora la atención estará puesta en el desarrollo de la negociación con el FMI. Puede hegemonizar el vínculo de la Casa Rosada con el Vaticano durante los próximos meses, más allá de las diferencias que resaltan obispos y voceros eclesiásticos para hablar de un marcado distanciamiento desde el año pasado. Un murmullo que Bergoglio no ignora y que posiblemente deja fluir, como parte del juego que más le gusta.