Para llegar hasta la sala de conferencias del municipio de Avellaneda –mesa ovalada, fotos con Cristina y Néstor en las paredes, distinciones y objetos dispuestos a lo largo de los estantes– hay que atravesar una antesala repleta de camisetas de fútbol. Encuadradas en un marco, las remeras reflejan la diversidad futbolística de la ciudad de sesgo industrial que Manal inmortalizó con un blues. Se suceden los colores de Racing, Independiente, Arsenal de Sarandí, San Telmo y Dock Sud: todos clubes afincados en el distrito. La única excepción es la camiseta de Argentinos Juniors, firmada por los jugadores que lo consagraron campeón en 2010. Además de ingeniero, profesión que lo emparenta al presidente Mauricio Macri –en lo que parece ser el único punto de contacto mutuo–, Ferraresi es hincha de Argentinos, institución de La Paternal. Ferraresi es, junto con Mario Secco, de Ensenada, uno de los intendentes del Conurbano más cercanos a la expresidenta. Lo prueba su condición de vicepresidente del Instituto Patria, el polo cristinista de la calle Rodríguez Peña.

En la primera parte del diálogo con Tiempo, Ferraresi hace un diagnóstico durísimo de cómo afectó a los 342.677 habitantes de su municipio (según el censo de 2010) el primer año de gobierno de Cambiemos. Las cifras que va mencionando el intendente pintan un panorama desolador. “Desde el 10 de diciembre para acá empezamos a perder, sin parar. Porque los números de la macroeconomía hacen que disminuya la actividad productiva, que disminuya el consumo. Eso golpea en la pérdida de puestos de trabajo. Antes, como municipio, en Avellaneda decíamos que teníamos la fortaleza de la acción conjunta de tres niveles de gobierno (Nación, Provincia de Buenos Aires e Intendencia). Ahora pasamos a desplegar acciones individuales desde el municipio”, arranca. Ferraresi enumera una larga serie de indicadores. Todos coinciden en algo: la gente está perdiendo derechos y vive peor.

En el flamante encuentro nacional de artesanos celebrado en Avellaneda, dice el intendente, los cuentapropistas que viven de sus habilidades denunciaron una caída de la actividad de entre “el 70 u 80%”. El contraste de la recaudación nacional contra la inflación interanual, sigue Ferraresi, arroja un resultado de “como 15 o 20 puntos menos”. “Hay un retroceso enorme del consumo y por eso caen proporcionalmente IVA, Ganancias, ingresos brutos para la provincia”, razona. “La demanda de alimentos: copa de leche, comedores, asistencia a vecinos que vienen a pedir directamente comida, que ya son 1500, todo eso creció casi un 300%. Pasamos de 4000 a 9000 pibes que demandan la copa de leche. Subió también la cantidad de familias en situación de calle que no pueden pagar el alquiler”, enumera.

Municipio asociado desde décadas al desarrollo industrial, Avellaneda muestra los signos de la apertura de las importaciones: la emblemática fábrica SIAM bajó a la mitad la producción de heladeras; en la planta de Ferrum, que produce inodoros y lavatorios, “hubo una disminución también”. Todo esto, continúa, implica suspensiones y pérdida de empleos. Los números ratifican que no es el mejor contexto general para gobernar una comuna: el intendente trata de enfrentar la tormenta en contacto permanente con las cámaras empresarias, con los sindicatos y, dato no menor, con los docentes: el alerta temprana del vertiginoso empobrecimiento de muchas familias llega a través de las aulas. “En este tiempo se está viendo otra cosa, un fenómeno nuevo: hay una generación de jóvenes, de 32, 33, 34 años, que nunca estuvieron desempleados. Y ahora son los nuevos desocupados. Esos jóvenes no saben qué hacer. No saben cómo sostenerse, como sí saben quienes atravesaron la década de los ’90. Este tipo se queda sin laburo y lo primero que hace es quedarse en la casa: no sabe que hay copa de leche, no sabe que hay comedor, no sabe que hay organización social, no sabe que hay un municipio que lo puede sostener”, cuenta Ferraresi.

El intendente dedica la primera parte de la conversación a compartir indicadores que explican el mal humor y la falta de optimismo que detectan las encuestas. “En la Argentina estamos viviendo un proceso de pérdida de derechos. Y lo que nos falta, lamentablemente, es la defensa de esos derechos que fuimos conquistando. Los derechos que no se defienden, se pierden. ¿Cómo podemos hacer para defender el derecho de que todos los pibes puedan tener acceso a la universidad? Pero, ojo, eso depende de la sociedad. En nuestra Universidad de Avellaneda (UNDAV), este año hemos perdido 2000 alumnos, de un total de 14 mil alumnos. Aumentó la tarifa del colectivo, la fotocopiadora, el 400%, y eso genera un límite que te complica tu vida. Cae el trabajo, se disminuye el poder adquisitivo. Pero esos 2000 alumnos que dejaron de ir a la universidad no se organizaron para no dejar de ir. No. Se dispersaron. A mí me llama la atención que este año no se entregaron las computadoras a los pibes de primer año de todas las escuelas. Y esos pibes no hicieron absolutamente nada. Fue un derecho que se cedió desde el gobierno. Que no se conquistó desde la pelea. Porque cuando los derechos se conquistan desde la pelea y desde la lucha, queda una organización. Durante el proceso de 12 años del kirchnerismo, lamentablemente, no generamos la organización para lograr ciertas demandas y después poder defenderlas. No generamos esa organización”, comenta el jefe comunal con un tono que –queda claro– no elude la autocrítica.

Los números alientan el pesimismo. Hijo de un histórico gremialista del peronismo combativo, casado con la senadora bonaerense Magdalena Sierra, Ferraresi se las ingenia para defender el perfil industrial de su distrito. “Nosotros seguimos creyendo en el rol que tiene la inversión pública en la economía. Este año llevamos adelante un plan de una obra pública por semana. Y para 2017 desde el municipio tenemos prevista una inversión en obra pública de 600 millones de pesos. Y entre los sectores productivos de la ciudad acordamos un criterio de comprar adentro de Avellaneda: la empresa que compraba insumos en San Martín ahora elige como proveedor a una empresa de la localidad. Con eso no se resuelve la economía pero por lo menos defendemos el territorio”, argumenta. La alusión a 2017 trae consigo, casi de la mano, la primera referencia a la campaña electoral que se avecina. El diálogo gira entonces hacia las elecciones legislativas, hacia la centralidad que mantiene CFK y la organización electoral que se dará el peronismo (ver aparte). Ferraresi se muestra muy crítico de la gobernadora María Eugenia Vidal, la figura de Cambiemos con mejor desempeño en las encuestas.

–¿Qué opina del año del gobierno de Vidal en la provincia de Buenos Aires?

–Estamos peor en todos los aspectos. Analicemos las tres patas fundamentales de la incidencia del gobierno provincial sobre los territorios: la seguridad, los hospitales provinciales y la educación. Todo ha sido un retroceso. No hay ningún parámetro que permita concluir que la provincia ha mejorado por tal o cual cuestión. ¿Qué nuevas políticas públicas se han creado desde la provincia? La única novedad fue la extensión del servicio del SAME. En un primer momento nosotros (por Avellaneda) estábamos en el programa. Después, cuando avanzó, quedamos afuera: era para 11 municipios y pasamos a ser el municipio número 13. Pero, al final, de los 11 municipios que estaban asignados al programa, solo lo pudieron aplicar en tres, que son Lanús, Tres de Febrero y no me acuerdo el otro. Tres municipios gobernados por Cambiemos. Yo, igualmente, tengo casi terminadas lo que iban a ser las bases del SAME.

–¿Cuántas veces vino Vidal a Avellaneda en un año?

–Conmigo ninguna. Y creo que dos. Una vez vino a inaugurar una industria, cuya planta hace ya dos años que se está construyendo. Ahí vino Macri también, pero no me invitaron. Y después tengo entendido que un día vino a una casa en Sarandí, a la casa de una maestra, con esas cuestiones del timbreo o de un acuerdo previo… Yo después tuve el intento seis veces de hablar con ella pero nunca me llamó, así que ya no.

–¿Nunca habló por teléfono con ella?

–No, ni personalmente tampoco. Y ya llevamos un año y cinco días. «

«Veo a Cristina trabajando en la región»

-¿Por qué se suspendió el acto que iba a encabezar Cristina en Ferro?

-Visiones distintas. Había quien decía que tenía que ser un acto de dirigentes, otros que planteaban que tenía que ser un acto en el que predominara la gente, y la verdad es que la demanda de participantes era muy superior a la capacidad de Ferro: 1800 personas. Porque uno siempre quiere estar desde el primer día, no quiere sumarse a lo que otros hagan primero. A veces, cuando uno empieza a priorizar los intereses del conjunto, las expectativas de un sector quedan dañadas, y no es lo que uno pretendería. No está mal que se generen esas tensiones, porque aparte se generan desde un lugar de concepción ideológica y de interés por el hacer.

-Eso parece la organización de una campaña.

-En el año electoral que se viene, más allá de que tenga un punto en común, que es el año de gobierno de Macri, habrá 23 estrategias electorales distintas. Será una elección con un tinte nacional pero con intereses provinciales distintos.

-¿Quién deberá ser el candidato que encabece la lista bonaerense?

-El salto que tenemos que dar es terminar con las cuestiones personales y ordenar un proyecto político que atraviese esta etapa.

-¿Eso significa que Cristina no debería ser candidata?

-Yo cuando veo a Cristina que viaja a Ecuador, que va a Brasil, que genera todo lo que genera… A mí me encantaría que sea Cristina la candidata, pero tenemos que ver cuál es el rol. La Argentina, en este contexto latinoamericano de avance de la derecha, no tendría sustento con un gobierno kirchnerista. Necesitamos generar una posibilidad de acción. Alguno tiene que trabajar regionalmente. Y Cristina tiene esa calidad de liderazgo.

-O sea que ve a Cristina como una pieza clave en la región para tratar de promover un nuevo ciclo a favor de los gobiernos progresistas y populares…

-Me parece. Nosotros, si no acompañamos el proceso de Lula en Brasil, estaremos complicados.