Hubo un análisis político casi unánime en las últimas dos semanas. Fue desplegado también por personas que no son parte de fanatismo antiperonista. La premisa de la lectura consistió en que el Gobierno de Alberto Fernández atraviesa “su peor momento”. El motivo de esta crisis sería el pecado de amiguismo cometido por el histórico sanitarista Ginés González García, que ayudó a un grupo personas cercanas a vacunarse antes de que les llegara el turno. Esta falta ética se volvió aguda en el marco de la pandemia. Ginés la pagó teniendo que irse del Ministerio de Salud en medio de una gesta-la vacunación contra el Covid-que iba a cerrar con broche de oro el aporte a la salud pública que hizo a lo largo de su vida.

El tiempo pondrá las cosas en su sitio. Le dará a cada episodio su peso real. La Historia absolverá, diría Fidel. La obra de Ginés tendrá el reconocimiento  que merece. El pecado de amiguismo será una mancha, pero no el todo que hoy parece.  

La unanimidad de un análisis errado, a criterio del que escribe, muestra hasta qué punto el “círculo rojo” interpreta la gravedad de los procesos según la intensidad que le adjudican los medios del establishment.

Una aclaración: el “círculo rojo” del que hablaba el asesor de Macri, Jaime Durán Barba, nunca fue el núcleo más concentrado del poder económico.  Esa es una adaptación que se generó una vez que el término comenzó a rodar. El círculo es el anillo formado por el segmento más politizado de la sociedad. Durán Barba lo suele calcular entre un 10 y un 15 por ciento de la población. Incluye a quienes se dedican a la política, a los analistas y periodistas,  entre otros.

La raquítica marcha convocada por el sector más extremista de la derecha argentina muestra que el análisis pifió. Si la indignación fuese tan extendida y profunda, debería haberse movilizado algo más que un grupo reducido del antiperonismo visceral. Ese sector no necesita ningún escándalo. Cualquier consigna viene bien para salir a la calle con la ilusión de que el Gobierno caerá por el ruido de las cacerolas. Son rémoras de la Argentina autoritaria en las que estas acciones formaban parte de la creación de un clima previo a la intervención militar.

Desde los medios de derecha tomaron la manifestación como la confirmación de la masiva indignación popular. En realidad fue la prueba de todo lo contrario.

La campaña mediática para transformar el pecado de amiguismo de Ginés en una crisis terminal es tan intensa que hay funcionarios del Ejecutivo que también están convencidos de que es “su peor semana”. En realidad, desde el punto de vista de la vacunación, es la mejor. Llegaron 2 millones de dosis en poco más de 72 horas. Esto garantiza que el plan de inmunización de la población tome ritmo. La idea inicial era que esto ocurriera a partir de la segunda quincena de enero. Hay  atraso. Ocurre en todo el planeta.

Cualquiera que tenga un abuelo, una madre o padre en edad de vacunarse; cualquiera que apague por un rato la televisión y recorra los centros de vacunación, percibirá que el enojo por el grupo se saltó la fila está en un plano secundario. Los que temen que este virus termine con sus vidas quieren vacunarse. No están obsesionados con la renuncia en cascada de funcionarios, que en muchos casos no hicieron nada cuestionable porque son personal estratégico. ¿Alguien puede sostener con algo de racionalidad que está mal que Martín Guzmán se haya inoculado por más que sea joven?

Habría que preguntarse, tomando el pedido opositor, a qué podría renunciar la familia Duhalde, cuya vacunación sí es reprochable. Quizás Duhalde debería decir “renunció a mi cargo de expresidente”, pero no se puede. Estela de Carlotto se vacunó dentro de la regla. En Provincia hace más de dos semanas que se está inoculando a los mayores de 70 años y Estela tiene 90. Incluyeron su nombre en las bolsas mortuorias de la marcha opositora en Plaza de Mayo. No fue porque haya recibido un “acomodo”. Es la forma de expresarse de quienes defienden el terrorismo de Estado y odian a las mujeres que dieron vuelta la historia de la Argentina y dejaron un faro que se mira desde todos los rincones del planeta.

La veloz reacción de Alberto Fernández al pedir la renuncia de Ginés dejó a la estrategia opositora vacía de objetivo. La marcha sólo confirmó que el denominado vacunagate es una hipercrisis que sólo existe en el clima mediático, en la calle pasan otras cosas.