Cada domingo el papa Jorge Mario Bergoglio se comunica con Buenos Aires y escucha con atención el informe que le realiza el presidente de la Comisión Episcopal Argentina, Oscar Ojea, su mano derecha en la conducción del clero local. El dato surge de las entrañas eclesiásticas y refleja que, a pesar de la preocupación que tiene por la guerra en Ucrania, y todos los escenarios que tiene que afrontar, el papa Francisco sigue con atención la coyuntura de su terruño desde que lo dejó a fines de febrero de 2013, cuando partió a Roma para participar de un cónclave que podría desembocar en la designación de Jorge Bergoglio como primer pontífice argentino. Según contó este diario durante ese verano, el entonces arzobispo porteño había regresado de un viaje previo a Roma y ya tenía esa chance in péctore.

Bergoglio estuvo a un paso de ser electo en 2005 y resignó su candidatura a favor del alemán Joseph Ratzinger, que siete años después fue el primer papa en 500 años que presentó la renuncia y no siguió en el cargo hasta su muerte. De ese proceso surgió el papado bergogliano con un candidato que compitió en 2005 y en 2013 ya sabía que tenía amplias chances de ganar. Ahora Francisco habla con distancia de aquellas jornadas. «Quise recordar varias veces lo que pasó. Realmente yo no me di cuenta de lo que iba a pasar», le dijo a Infobae esta semana.

Han pasado diez años de su llegada a la conducción del Vaticano y hasta diciembre pasado hubo una iglesia con dos papas: uno en ejercicio y otro jubilado, que falleció a fin de año. «Para gobernar hace falta que la cabeza esté bien y yo estoy bien», le dice Bergoglio a los pocos interlocutores argentinos que recibe en Roma y se animan a preguntarle sobre su futuro. No tiene en mente dar un paso al costado ni resignar la conducción de la Iglesia en manos de nadie. Más de la mitad del colegio cardenalicio le responde y puede garantizar la elección de un sucesor que continúe la orientación que busca imprimirle al clero desde que fue electo el 13 de marzo de 2013.

En las entrevistas que concedió esta semana deslizó que quiere visitar la Argentina. No pisa su país desde febrero de 2013. La promesa de regresar sorprendió a quienes lo visitaron en Santa Marta. Salvo la nostalgia que le provoca Buenos Aires, les viene diciendo que ya estuvo «mucho tiempo» en la Argentina. Quizás por eso algunos de sus interlocutores arriesgan que ha vuelto a hacer lo que hizo en distintas oportunidades: decirles a sus entrevistadores lo que quieren escuchar y estirar la definición sobre temas complejos, pero sin dejar de contestar algo. Uno de esos puntos gira en torno a la posibilidad de realizar una visita a su propia tierra, pero lo frena la incomodidad que le genera quedar en medio de las pasiones políticas que desata su figura.

A diferencia del interés que tenía en 2016, 2017 y 2018 sobre la necesidad de reunificar al peronismo para evitar la continuidad de Cambiemos en el poder, ahora Bergoglio se mueve con cautela. No recibirá al presidente Alberto Fernández hasta que concluya su mandato. La diplomacia vaticana desaconseja que sus jefes de Estado visiten países extranjeros cuando transitan el año electoral. Para el país de origen la recomendación es norma de hierro y en este caso le sirve al Papa argentino para poner en segundo plano la relación distante que tiene con el presidente.

El giro del vínculo es notable. En los mismos años en que hablaba de la unidad del peronismo a todos los viajeros que recibía, Bergoglio escuchó a Fernández en Santa Marta. Le escuchó sus deseos de ser presidente y no lo desautorizó, aunque su preferido era Roberto Lavagna, el exministro de Economía de Eduardo Duhalde y Néstor Kirchner.

El vínculo tomó otro volumen cuando Alberto fue ungido candidato por la dos veces presidenta Cristina Fernández. Desde 2019 entró en la fase protocolar. Bergoglio lo recibió dos veces: en enero de 2020 y en mayo de 2021. En el segundo encuentro comenzó el frío, atravesado por la legalización del aborto, el escándalo de la foto de Olivos durante la pandemia y la renegociación con el FMI, que por entonces conducía Martín Guzmán. Faltaba más de un año para su portazo y la crisis posterior que desató, pero Bergoglio no les ocultaba su preocupación por el incremento de la pobreza.

El albertismo no ha perdido todos sus contactos. Bergoglio también suspendió una visita el año pasado del canciller Santiago Cafiero y dijo que fue por su malestar en la rodilla. Sin embargo, luego se filtró una foto de una reunión que mantuvo ese mismo día con otros visitantes argentinos. Aún así sigue en pie la relación con el vicejefe de Gabinete, Juan Manuel Olmos, que es amigo de Bergoglio y lo considera un ahijado. Por encima de estos tironeos, hay dos funcionarios que son atendidos por Bergoglio cada vez que se lo piden: la embajadora ante la Santa Sede, María Fernanda Silva, que le entregará un libro de Alberto por el aniversario, y el secretario de Culto, Guillermo Oliveri, que administra la relación con los credos desde que Néstor Kirchner asumió en 2003.

Donde hay más silencio y más versiones de contactos es entre la vicepresidenta y el papa. Luego del intento de asesinato que Cristina sufrió el 1 de septiembre pasado, Francisco la llamó al día siguiente y tuvieron una larga conversación. El Papa considera que sí existe el lawfare pero no ha hecho ningún pronunciamiento sobre la situación judicial de la vicepresidenta.

Dos semanas después, con la conmoción del intento de magnicidio en pleno desarrollo, CFK reapareció en el Senado. Lo hizo con un acto junto a laicos e integrantes del grupo de curas opción por los pobres.

No hay información disponible para asegurar que hubo comunicaciones entre Cristina y Francisco desde que Alberto asumió en diciembre de 2019. Pero hubo un gesto que aumentó las suspicacias. En mayo del año pasado, el ministro del interior, Eduardo Wado de Pedro, uno de los más cercanos a la titular del Senado, viajó a Roma para participar de una reunión de la organización de las Naciones Unidas para la alimentación (FAO). En el medio pasó por el Vaticano y se reunió con Francisco.

Este fin de semana Cristina eligió saludarlo a su manera. Grabó un video para los participantes de la «peregrinación histórica» por los 15 años del Hogar de Cristo, una fundación que conduce el cura José María «Pepe» Di Paola, y los diez años del papado de Francisco. La peregrinación arrancó el 7 de agosto del año pasado y terminó este sábado en Luján. CFK estaba invitada a su cierre. En su lugar envío un saludo donde mencionó la década del papado bergogliano y se expresó con la locuacidad y la oratoria de la candidata que no quiere ser.

Habló sobre el narcotráfico y repasó la situación de la crisis de seguridad en Rosario, pero reivindicando la importancia de la presencia del Estado en materia social. Fue desde un encuentro religioso donde todos los presentes firmaron el compromiso «Ni un pibe menos por la droga». Antes de cerrar, CFK envió un saludo «por los diez años del pontificado de Francisco». «También lo recuerdo muy bien. Cuando yo era presidenta y fue ungido Papa, volamos todos (a Roma) para compartir ese momento tan importante de los que creemos en Dios y además de creer en Dios somos argentinos», dijo. El convocante del gesto fue Di Paola, uno de los curas sin mando de tropa eclesiástica que más diálogo y llegada tiene a Bergoglio desde hace más de tres lustros.

El alcalde porteño Horacio Rodríguez Larreta también tenía previsto participar del acto en Luján pero no fue. En su lugar mandó a la ministra de Desarrollo Social, María Fernanda Migliore, que escuchó imperturbable el mensaje grabado de CFK. La joven funcionaria conoce al papa a través del sacerdote jesuita Rodrigo Zarazaga, que dirige el Centro de Investigación y Acción Social (CIAS), y la Escuela de Liderazgo Político, pertenecientes a la misma orden de Bergoglio.

El papa también ha recibido dirigentes macristas pero a cuenta gotas, como es el caso de Larreta y la exgobernadora María Eugenia Vidal. Algunas de las visitas no pasan del corralito del besamos y en muchos casos fueron gracias a José María del Corral, titular de la Fundación Scholas Ocurrentes, de estrecha relación con el larretismo.

El abanico de relaciones bergoglianas es amplio y también tiene varias relaciones sindicales de peso. Una de las más importantes es con el titular de SMATA, Ricardo Pignanelli. También fue recibido en Roma y es otro de los interlocutores silenciosos que le pasan reportes políticos, sindicales y electorales desde Buenos Aires, pero con una regularidad menos frecuente que los dominicales que llegan del episcopado argentino. «