Gabriela Cerruti es periodista, pero ocupa un lugar importante en la política como diputada en el Congreso de la Nación donde integra el Frente de Todos representando a la Ciudad de Buenos Aires. Un día de enero se planteó algunas dudas sobre su propia vida y el paso del tiempo en un mensaje que comenzó a hacerse viral por las redes sociales, abriendo el debate de un tema sensible e importante, como es el nuevo modelo de la vejez. Ahí nació su libro, La revolución de las viejas, publicado por la editorial Planeta en diciembre del año pasado.

“El libro aparece después de un año que comenzó a circular un video que se hizo en enero. Me planteaba algunas dudas sobre la vejez, mi propia vejez, de las mujeres que ahora tenemos cincuenta y largo, que vamos a ser consideradas oficialmente viejas dentro de unos años. Por ese catálogo que hay en la sociedad capitalista donde la menopausia y la jubilación son los hitos que te meten en la vejez: sexual, económica, productiva. Y yo me siento como todas las mujeres de mi generación, muy lejos de pasar a ser la clase pasiva”, contó la legisladora a Tiempo

Con una marcada perspectiva de género, Cerruti plantea empezar a pensar otras categorías para esta nueva vejez donde las mujeres no son las mismas de hace unos años. “Ahora tomamos decisiones respecto a nuestra vida, cuerpo, organización familiar y economía. Y entonces vamos a llegar a esa edad que era el umbral de la vejez de otra manera: más activas y deseantes que nunca, con una sexualidad plena, teniendo la posibilidad de hacer aquello que nos gusta hacer”, señaló.

-¿Cómo se está trabajando sobre la situación de la vejez en el resto del mundo? ¿Hay otras experiencias que se pueden tomar en cuenta?

-En el mundo están pensando lo mismo. En España hay todo un movimiento sobre la soledad no deseada. Son esas mujeres que se encuentran en determinado momento de la vida que se quedaron viviendo en el pueblo y sus hijos se fueron a la ciudad. Y ellas no tienen pareja o enviudaron. Y no tienen construida una trama social comunitaria para seguir divirtiéndose. Hay una cantidad de temas que hay que tratar, como el habitacional, por ejemplo. Somos la generación que salió a las calles en los ’80. Peleó por la democracia, la revolución sexual, el rock, el under, el matrimonio igualitario. Ahora, por la legalidad del aborto. Somos muy poderosas, atravesadas por el deseo de nuestras madres en los ‘60 de tener un mundo mejor. A esa generación de repente le decís «ya tenés 60». No va a suceder más, pienso que de ninguna manera, no va a suceder eso.

-¿Cuáles son los derechos que esta franja etaria quiere conquistar?

-Creo que tenemos que empezar a hablar de la sexualidad. Hay un mito sobre que una mujer es menos sexual después de la menopausia. Y está completamente ligado a que la sexualidad está atada a la iglesia católica y al concepto general de la sociedad en la reproducción. No hay ninguna razón para creer que se tiene menos sexualidad, que se goza menos después de la menopausia. Es un tema importantísimo. No queremos ni geriátricos ni hijos haciéndose cargo, sino pensar en lugares donde podamos convivir y tengamos ayuda del Estado o de quien fuera, depende obviamente la situación de vejez. Y, después, todo lo que tenemos que empezar a hablar sobre este mundo consumista productivo que te obliga a acelerar y que se acaba de estrellar contra la pandemia. Un mundo que no puede parar para respirar porque colapsa la economía. Lo que está mal es ese mundo. Estamos entrando en una cosmovisión y cosas que tienen que ver con la vejez, como la lentitud o el desapego, necesitar menos cosas materiales, son muy lindas para pensar un proyecto de comunidad.

-¿Cómo puede empezar a trabajar el Estado en el tema?

-Estoy hablando con todos los actores y actrices que trabajan alrededor del tema. Estamos de acuerdo en que no podemos hablarles a las viejas, viejos y les viejez solamente desde las jubilaciones y los remedios, que es básicamente lo que tiene que hacer Pami y Anses. No tenemos en el Estado un lugar donde estemos pensando les vejeces. Por otro lado, la televisión trabaja la vejez para venderte crema antiedad. Todo lo que se ve es para no ser viejo. La idea de «combatir la edad» es imposible. El paso del tiempo es inexorable. Por otro lado,  en el Congreso presentamos el proyecto de Ley contra el Edadismo que busca impedir la estigmatización y la discriminación por motivos de edad y promover acciones para garantizar una vejez plena de derechos.

-¿Cómo participaron las “viejas” en la lucha por la legalización del aborto en el país?

-Creo que fue un salto cualitativo el debate de 2020 con respecto al 2018. En 2018 fue tan fuerte la irrupción de las pibas en las calles, las mochilas en los colegios con los pañuelos, que realmente fue un cimbronazo y era la revolución de las pibas. Ahora, cuando paró la marea, porque ese año perdimos en el Senado y luego vino la pandemia; “las viejas”  logramos retejer el hilo, ser la generación de estos hitos. Estamos prendiendo la antorcha de las que vienen. Esa posibilidad de la sabiduría que se va transmitiendo. «