La regeneración moral de la Argentina tendrá que esperar. Por el momento, los dueños del poder y del dinero están ocupados en controlar los daños de un escándalo que, para gusto de las élites que gobiernan, se desmadró.

El jueves 16, la cofradía de grandes empresarios consagró la estrategia con la que buscarán salir lo más enteros posibles del #gloriagate: presentarse como víctimas.

Mauricio Macri, presidente y parte, bendijo la movida. No es para menos: lo que queda de su gobierno, pero sobre todo, su futuro personal y familiar dependen de que la «Justicia» acote la ola de pureza a Cristina Kirchner y sus funcionarios.

Con Bonadio, en principio, pueden dormir tranquilos: la obsesión del magistrado es encarcelar a CFK. Pero el juez no es el único que mete mano en este lodazal.

El reparto discrecional de sortijas con el que el tribunal determina prisiones y libertades «ablandó» a los empresarios, que desfilaron por el tribunal relatando cómo padecían el maltrato K mientras embolsaban millones.

El libreto de la victimización provocó sobreactuaciones notables. Como la del primo presidencial, Angelo Calcaterra, quien afirmó que la constructora del clan «perdió plata» con la obra pública. Los balances no dicen lo mismo: según reveló el periodistas Ari Lijalad, entre 2009 y 2015 –cuando Angelo estuvo al frente de la firma– Iecsa obtuvo ganancias netas por encima de los 550 millones de pesos.

Varios «arrepentidos» le otorgaron a las empresas del clan Macri un protagonismo central en el affaire. Carlos Wagner, por caso, dijo que Iecsa fue socio fundador del «Club de la Obra Pública». Según su relato, el cartel nació en 2003. Por entonces, Iecsa era parte del grupo Socma, que tenía a Franco Macri como líder y a su hijo Mauricio como socio, director y gerente. ¿Acaso Calcaterra se hará cargo también del período en el que no existía? ¿O en algún momento el magistrado convocará a dar explicaciones a algún otro miembro del clan?

Otro que puso al Grupo Macri en el centro de la turbulencia fue Claudio Uberti. El ex titular de corredores viales afirmó que el circuito de las coimas con las empresas de peaje se conformó en 2004. Por entonces, Socma pisaba fuerte en el rubro a través de Autopistas del Sol, concesionaria de la Panamericana, entre otras autovías.

Para la época en la que Uberti dató el inicio de las coimas, el CEO de Ausol era Luis Ramón Freixas Pinto, un ejecutivo que hizo toda su carrera en las empresas del clan. La confianza con los Macri es tan estrecha, que Mauricio lo nombró en diciembre pasado al frente del Correo Argentino, un viejo negocio de Socma que el presidente se propuso solucionar –en apariencia a favor de su familia– apenas accedió a la Casa Rosada.

Si Bonadio da por ciertas las palabras de Uberti, Freixas Pinto debiera ir ensayando el libreto que repitieron sus colegas. El problema es que para acogerse a los beneficios de la ley del arrepentido tendría que apuntar «hacia arriba» de su escala jerárquica. O sea: a Franco y/o a sus hijos accionistas. ¿Habrá un Macri pronto en el banquillo? Ver para creer.

Quien ya aprovechó su oportunidad de exhibirse como víctima fue Paolo Rocca, jefe del Grupo Techint. «Luis Betnaza (su CEO) se vio obligado a pagar porque la presión era insoportable», dijo el industrial más poderoso del país, en la cumbre del jueves.

La frase sorprendió a los empresarios presentes, no tanto por el contenido (todos conocen el libreto) sino por las posibles consecuencias: Techint lleva tiempo en falsa escuadra –tiene causas abiertas en Italia, México y Brasil–, pero la admisión de Paolo la pone a tiro de una demanda masiva de inversionistas en Wall Street, donde cotiza.

Desde que se inició el escándalo, varias de las empresas del Grupo Rocca cayeron en su cotización. La más castigada fue Ternium, pero el derrumbe alcanzó a Tecpetrol, la empresa del holding que más creció durante la era PRO.

Según un informe reciente del Observatorio de la Energía (OETEC), la petrolera de Rocca integra el podio de los más beneficiados por las políticas energéticas del macrismo. Las otras dos son CGC, de Eduardo Eurnekian, y Pampa Energía, de Marcelo Mindlin.

Entre diciembre de 2015 y junio de este año, el terceto tuvo una expansión de 241%, alcanzando el 13% del total de la producción nacional de gas. Para la OETEC, el gran salto evolutivo del trío se dio por el otorgamiento de subsidios y la fijación de criterios de explotación no convencional a la medida de Tecpetrol, CGC y Pampa, que entró al podio luego de quedarse con Petrobras en 2016, justo cuando despuntaba el Plan Gas que disparó sus ganancias. Mindlin siempre exhibió un formidable sentido de la oportunidad.

Compañías de los tres empresarios que comparten el podio del gas figuran en los cuadernos, pero sólo ejecutivos de Rocca y Eurnekian fueron indagados. A Mindlin, en cambio, se lo allanó con discreción. Por ahora, nadie le pidió que explique por qué en los escritos del chofer Centeno figura una visita del imputado Roberto Baratta a su vieja oficina central, ubicada en el piso 26 de Bouchard 547. En las fotocopias, la cita está fechada el 14 de Mayo de 2009. Para entonces, Mindlin ya era considerado el zar de la energía eléctrica del país.  

El nulo protagonismo de Mindlin en el expediente y las crónicas periodísticas despiertan maledicencias en el mundillo empresarial. Las más obvias lo adjudican a su relación con Macri. En efecto, Mindlin sacó chapa de «empresario favorito» del presidente cuando le compró Iecsa a Calcaterra en medio del escándalo Odebrecht. Pero otros razonamientos, más sofisticados, recordaron que Mindlin tuvo hasta hace poco como mano derecha a Alejandro Macfarlane, yerno y ex segundo de Hugo Anzorreguy en la SIDE menemista.

Aquella administración de Anzorreguy y Macfarlane al frente de los espías dejó dos legados: el ascenso de Jaime Stiuso y la colocación de varios jueces en los tribunales de Comodoro Py. En esa tanda entró Bonadio.

Stiuso, por su parte, fue incorporado al expediente por el operador judicial Javier Fernández, quien le adjudicó al exjefe de Inteligencia la autoría e instrucción oculta de la causa. En su indagatoria, además, el abogado sugirió que detrás del escándalo estaba la «Embajada Americana, a la que resultan asiduos concurrentes y festejantes el juez y el fiscal intervinientes».

Es probable que todo sea obra de la casualidad. Pero en la política y los negocios, como es prudente, nadie cree en las casualidades. «