La primera palabra que asociamos con Hebe es Lucha. En eso había transformado su destino, su vida política, su vida pública, su vida entera. Porque si algo sabía Hebe es que la lucha no es un método de una intervención, la lucha no es un momento, sino un proceso continuo. La lucha es una manera de vivir. Una manera de andar por el mundo, por este mundo injusto, violento, pero que gracias a esas luchas hoy es mundo mejor. Porque hoy enfrentamos una paradoja. Este mundo es mejor después de Hebe. No tengan dudas que es mejor después de su paso, de sus victorias, de su pelea por los derechos humanos y por la liberación de los pueblos. Y hoy, con su partida física, es también un mundo más pobre. Porque hemos perdido a una de las irremplazables. Hoy parte de nuestra religión de revolucionarias.

La vida política de Hebe nació del dolor. Este es uno de los puntos más fuertes de su vida. Fue la desaparición de sus hijos la que la convirtió en una de las dirigentas más importantes en la historia de Argentina. Su hijo Jorge Omar fue el primero en desaparecer. El 8 de febrero de 1977 se lo llevaron de su casa luego de haber sido golpeado en uno de los tantos operativos ilegales de la dictadura. El 6 de diciembre de ese mismo año ocurrió lo mismo con Raúl Alfredo, en Berazategui. Un año después, el 25 de mayo de 1978, desapareció la nuera de Hebe, María Elena Bugnone Cepeda, esposa de Jorge.

¿Qué hizo Hebe entonces? Luchó. Por ella, por sus hijos, por los hijos e hijas de todos que estaban desaparecidos, lucho con otras madres. Y parieron esa organización insigne de nuestra historia: Asociación Madre de Plazas de Mayo. Acá hay puno único que nos habla de nuestra forma de hacer política. Porque nosotras somos orgullosas hijas de las madres de plaza de mayo. Aprendimos de ellas a luchar, a organizarnos, a darnos cuenta que si nos trataban de “locas” es que estábamos en el camino correcto. Estábamos enloqueciendo a los poderes dominantes.

Las Madres y Hebe a la cabeza nos enseñaron a correr los límites de lo posible. Con qué cara hoy no animarnos a más y mejor vida social si ella se animó en medio de la más siniestra dictadura cívico eclesiástica militar

Para muchas y muchos, Hebe es una imagen imponente. Más que una imagen. Es una presencia. Es su cuerpo y su mirada, marchando en plaza de mayo. En los 70 contra la dictadura, en los 80 contra las leyes de impunidad, en los 90 contra el menemismo, en el 2001 contra la violencia neoliberal.

Y acá recuerdo perfectamente en diciembre las marchas de la resistencia que se hacían los primeros y segundos jueves y viernes de cada de cada diciembre de cada año. Y en el año 2004, yo estaba en la Plaza de Mayo esperándola, y plantea la decisión política de que esa sea la última marcha de la resistencia para la Asociación de Madres de Plaza de Mayo. Estábamos en el contexto de la presidencia de Néstor Kirchner y ella entendía que a partir de la llegada de Néstor y a partir de la posibilidad de contar con toda la política de derechos humanos como una política de Estado ese objetivo o eso que habían implicado las marchas de la resistencia había llegado a su fin.

Digo esto por lo que significa ese compromiso y esa apuesta en valor y con la palabra de lo que significa también adherir a un proceso político que nunca abandonó y que siempre revalorizó y por el que siempre militó.

Siempre puso el cuerpo. Y la voz. Porque Hebe nunca se calló, nunca especuló ni dudó en expresar su sentimiento como una autentica patriota. Su voz era guía y horizonte, canto y poema, historia y lucha. Solo tenía verdades en la punta de la lengua.

El legado de Hebe es inabarcable porque se no ha hecho vida. Es tan grande como grande es la red inmensa de sueños que ella construyó. Somos una legión enorme de personas conectadas por ella. Nos enseñó a no bajar los brazos, a militar con alegría, a alimentarnos de dolor en busca de libertad.

Gracias por todo lo que nos enseñaste y nos diste, Hebe querida, Hebe de las revoluciones cotidianas. Hoy te despedimos, pero tu legado es inmortal.