La hoja de ruta que tiene el presidente Mauricio Macri sobre su escritorio para atravesar el último trimestre del año, prevé un plan de «honestidad brutal» destinado a transitar la foto sepia de la recesión con una agenda internacional muy agitada, que incluye el máximo aprovechamiento de la cumbre del G-20. También con posteriores retoques en el Gabinete, que podrían incluir la designación del jefe de Gabinete Marcos Peña al frente de la Cancillería y nuevos «refuerzos de autoridad» a favor del ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, que espera ser finalmente ascendido como titular de una cartera de Economía: un cargo que el funcionario había dado por confirmado, aunque todavía no se concretó. En el caso del ministro coordinador, su cambio de rol no sería una novedad en el Palacio San Martín, que ahora controla Jorge Faurie, porque el servicio exterior de la Nación ya es monitoreado por Peña, mediante su secretario de Asuntos Estratégicos, Fulvio Pompeo.

El frío económico que marcará al verano que viene puede extenderse hasta mediados de 2019, cuando el ciclo electoral ya haya comenzado, con un panorama de creciente desdoblamiento de comicios provinciales, como previa de una votación nacional que amenaza reeditar la polarización que permitió la llegada de Cambiemos a la Casa Rosada.

El reconocimiento público de los desaciertos económicos y del empeoramiento de las condiciones sociales se incrementó esta semana, apenas Macri regresó de su minigira por Nueva York, luego de un inusual anuncio del Fondo Monetario Internacional (FMI), que le otorgó a la Argentina el crédito más grande de su historia. Fue a cambio de un ajuste mucho mayor, y de una política monetaria restrictiva que despoja al gobierno de las pocas herramientas que le quedaban para recibir 2019 con menos sobresaltos.

«Es mejor que el presidente sea el primero en reconocer lo que se viene, antes de que la oposición nos imponga esa agenda, tan previsible», justificó uno de los funcionarios del primer piso de la Casa Rosada que ya comenzó a perder el optimismo que, hasta hace un mes relativizaba la gravedad de la crisis que estalló con la primera corrida cambiaria de principios de mayo.

Tan intenso ha sido el cimbronazo, que el oficialismo no tiene más recursos para afrontarlo que una estrategia comunicacional concentrada en revender expectativas para el año que viene. Ese remanido recurso discursivo, que Cambiemos ya utiliza hace tres años, es por ahora la única brújula que tiene la Casa Rosada para capear el temporal socioeconómico que se avecina. Macri ya anticipó una parte, agarrado del nuevo recurso de «honestidad brutal», que desempolvó hace casi un mes, cuando dijo que estaba viviendo los «cinco meses» más duros de su vida después de su secuestro .

Esta semana, recién llegado de la Gran Manzana, volvió a colgarse de esa liana, pero contó sólo una parte: admitió que espera estadísticas de pobreza aún peores para los próximos meses, pero se guardó las previsiones de desempleo y caída de la actividad económica, dos variables que por ahora prefieren mantener en reserva dentro de Balcarce 50, hasta que la cartera de Hacienda, en manos de Nicolás Dujovne, compruebe el funcionamiento de la «banda de flotación» del dólar acordada con el Fondo, que tiene un «presunto techo» de 44 pesos.

El nuevo esquema de intervención del Banco Central será estrenado a partir de este lunes por su nuevo presidente, Guido Sandleris. Su arribo al cargo más temido dentro del gobierno, significó el fin de la carrera política del banquero Luis «Toto» Caputo. Algunos interpretaron su salida como un «desplante» del «Messi de las Finanzas», como lo llamó Peña, y otros lo adjudican a un enroque preparado con anticipación, para ofrendarle su cabeza a las autoridades del FMI, antes de cederles la dirección estratégica de la política económica a cambio de los fondos para que Macri pueda llegar al final de su mandato. De un modo u otro, una parte del trabajo sucio ya fue concretada, con una devaluación que ya supera el 100% en lo que va del año y que es observada como «un salto competitivo» para una parte del Ejecutivo, «más allá del trance».

Lo que se avecina es un esfuerzo comunicacional mucho mayor para narrar la crisis que genera al propia gestión. Una línea roja que ya salieron a reconocer algunos ministros, como Rogelio Frigerio, de Interior, quien admitió la pérdida de confianza de la misma clase media que los votó, un punto que había sido advertido por el titular del Comité Nacional de la UCR, Alfredo Cornejo, en abril. El gobernador mendocino cuestionó la aceleración de los tarifazos del gas y la electricidad, en una embestida casi anticipatoria contra el entonces ministro de Energía, Juan José Aranguren. Seis meses después, con otros agravantes económicos sobre esa misma clase media, los reajustes sobre el gas continuaron sin freno, pero ahora en manos del degradado secretario de Energía, Javier Iguacel. Todos ellos se reunieron este viernes en Parque Norte para mostrar el apoyo del radicalismo, la Coalición Cívica y el PRO a la política económica de Macri.

Tan delicado es el deterioro que pronostica en la intimidad el gobierno, e inesperadas sus consecuencias, que este jueves el presidente sólo repitió los paliativos anunciados hace tres semanas, durante el mensaje que ofreció para reconocer el crecimiento de la pobreza. Se guardó nuevos incrementos extraordinarios para las AUH y los subsidios sociales, que podría desempolvar de acuerdo a cómo empeore el traslado a los precios de la devaluación del peso.

Esas piezas podrían ser jugadas en medio de la escarpada negociación que ya comenzó para obtener la sanción del Presupuesto 2019, que aplica un drástico ajuste fiscal al 0,5% del PBI. «Va a costar, posiblemente estemos hasta último momento, pero vamos a tenerlo», aseguró a Tiempo uno de los negociadores.

Los paliativos sociales, y el tironeo presupuestario, serán matizados con una agenda pública que buscará reeditar la zona de confort del presidente: la relación con el exterior. En octubre el eje serán los Juegos Olímpicos de la Juventud, que arrancan el 6, y a partir de noviembre comenzarán los movimientos previos a la cumbre del G-20, que incluirá cuatro visitas oficiales. Las del estadaounidense Donald Trump, el chino Xi Jinping, el francés Emanuel Macron y el indio Ram Nath Kovind. «