No hay evento que suscite mayor interés mediático en la América Latina de 2019 que las elecciones argentinas. La crisis venezolana, los incendios en la Amazonía, y la vuelta de sectores de las FARC a la guerra son opacados por las elecciones argentinas.

Al leer las informaciones y los análisis que se hacen en los grandes medios de la región, creadores del “sentido común” del latinoamericano medio sobre su entorno, se descubre que asistimos a una suerte de  de salto cuántico. Se pasa de un supuesto pasado “tenebroso” a un futuro “sin viabilidad” y entre ellos habría un vacío del dramático presente, que es el fracasado extremismo neoliberal que Mauricio Macri impuso durante casi 4 años.

Algunas de las definiciones mediáticas que circulan en la región son las siguientes: “Macri no superó la pesada herencia por su gradualismo”. “Debió suprimir todas las políticas sociales populistas y clientelares que engañan al pueblo argentino”. “El FMI fue llamado demasiado tarde y ya no podía lograr la estabilización de la economía argentina”. “Macri debió a tiempo encarcelar a Cristina y a los peronistas “corruptos” para que no pudieran seguir haciendo populismo y erosionando el futuro promisorio que su modelo auguraba”. Y, con resignación, también se reconoce: “La ventaja del peronista Fernández no puede ser remontada porque los argentinos una vez más sucumben ante las ofertas populistas”.

Además de librar de toda culpa a Macri por la catástrofe social y el caos económico imperantes, esos análisis cargados de ignorancia histórica, prejuicios ideológicos y desinformación,  desconocen la capacidad organizativa, la disposición combativa, el valor de la solidaridad, y el peso de la defensa de los derechos humanos en la conciencia del pueblo argentino. Lo nacional, popular y democrático está en el A.D.N. del ser social argentino desde hace décadas. Y eso es lo que hay que intentar que entiendan aquellos latinoamericanos demócratas que estén confundidos.

Cada pueblo, en el espacio de su estado-nación, tiene su peculiar historia política.  Y los hechos relevantes de ella forman parte de su memoria colectiva. Perón y Evita impulsaron hace  8 décadas la industrialización y el empoderamiento sindical para que los trabajadores pudieran reclamar sus legítimos derechos. Forjaron una alianza interclase que fortaleció al Estado y generó una sociedad civil organizada y activa.

Entre 1943 y 1955 Argentina vivió un intenso proceso de desarrollo y cambio que sentó las bases socioculturales de una democracia social. El empleo y la seguridad social se expandieron, se instauró el laicismo en la educación pública, el acceso gratuito a la educación primaria, secundaria y universitaria se reafirmaron. Se legalizó un sistema de salud preventiva y curativa y se multiplicaron por tres el número de camas en los hospitales. La Constitución de 1949 consagró derechos laborales y sociales. Instauró  la igualdad de derechos de la mujer, incluyendo el derecho al voto. Legalizó el divorcio.

La conspiración militar, con apoyo de sectores civiles, derrocó a Perón amenazando con volar obras de infraestructura básica construidas en el gobierno peronista. El líder decidió “Elijo el tiempo y no la sangre” y renunció en 1955. Según datos de la ONU de esa época, la Argentina tenía el mejor coeficiente de distribución del ingresos de América Latina y estaba entre los 15 países más desarrollados del mundo.

En la Cámara de los Comunes en Londres, Winston Churchill celebró el derrocamiento de Perón y en un arrebato de encendida oratoria lo comparó con el triunfo inglés en la segunda guerra mundial. El “sentido común” latinoamericano, creado por las agencias de prensa norteamericanas U.P.I. y A.P.entonces monopolistas de la producción y difusión de información internacional, coincidió con los conceptos de Churchill sobre la “revolución libertadora”.

En el 2000 el radical (Fernando) De La Rúa no se enfrentó a la hegemonía de la “patria financiera” apadrinada por Domingo Cavallo y  llevó al país a un default, en un contexto de desastre social y caos económico-financiero muy semejante al que vive Argentina hoy.

Con Macri, la ganancia por inversión productiva fue sustituida por la renta especulativa, como lógica empresarial de los propietarios del capital. La inversión extranjera directa reemplazada por los capitales golondrina, que después de obtener ganancias de hasta 70% en dólares han abandonado el país. Los medios hegemónicos latinoamericanos inocularon al ciudadano medio de la región la noción de que es el voto equivocado de la masa peronista el que está generando la crisis en los mercados argentinos.

Entre los desastres de De la Rúa y Macri la memoria colectiva argentina recuerda que Duhalde y Lavagna estabilizaron la economía y Néstor y Cristina Kirchner recuperaron el crecimiento, resolvieron el tema de la deuda y profundizaron el estado de bienestar.

La memoria colectiva argentina sabe que en ese extenso y rico territorio puede florecer una sociedad y un estado que armonicen dinamismo económico, equidad social, soberanía nacional y convivencia democrática. También enseña que sin economía productiva y sociedad equitativa no hay presente ni futuro .Y que los ditirambos comunicacionales no desaparecen la realidad ni crean una  posverdad duradera porque sólo es una frágil verdad construida  sobre la base de elaboradas mentiras difundidas.

Ahora el sentido común del latinoamericano medio, introyectado por las empresas mediáticas, está perplejo ante la singularidad política argentina, multitudinariamente expresada en las elecciones primarias del 11 de Agosto. No es imposible sustituir esa perplejidad por sana aprehensión cognoscitiva. Se requiere un esfuerzo intelectual no gigantesco. Informarse objetivamente de la historia política argentina en las últimas 8 décadas, apartar de la mente las telarañas pseudoideológicas simplonas y mirar la tragedia social y el descomunal caos económico y financiero que Macri ha generado.

De ese modo, el sentido común latinoamericano podrá entender la realidad histórico-política argentina. Reconciliarse con la memoria colectiva y con el pueblo que es su portador.Pueblo que desde hace 80 años apoya mayoritariamente una corriente política nacional, popular y democrática, encarnada en el Peronismo. Es una tarea que el futuro gobierno de Fernández, las instituciones académicas y la prensa progresista argentinas deberían asumir.