Suelen ser por la mañana, a primera hora. En Semana Santa, por ejemplo, hubo lunes y miércoles. Después, los ejecutores de los desalojos en La Boca descansaron, aunque en las puertas de las casas, como parte del paisaje, también suelen verse a agentes policiales en función de custodia.

En lo que va de 2017 se iniciaron al menos 72 juicios por desalojo en el barrio, lo que afecta a más de 350 familias, a más de mil personas, en el marco del avance del Distrito de las Artes, un plan inmobiliario impulsado por el Gobierno de la Ciudad en 2012. De ahí que un grupo de vecinos de La Boca presentará el miércoles un proyecto de ley en la Legislatura porteña para declarar al barrio en Emergencia Habitacional.

«Ya lo estuvo en 1999 y desde 2007 está en Emergencia Urbanística y Ambiental. Pero creemos que en este momento lo que pasa es peor, mucho más complejo. Estamos en la etapa final del proceso de gentrificación, porque es más acelerado y violento», dice Natalia Quinto, integrante del Grupo de Vivienda y Hábitat de la organización La Boca Resiste y Propone, que realizó un relevamiento de los desalojos junto con el Observatorio del Derecho a la Ciudad.

En la esquina de Irala y Lamadrid, frente a la Plaza Matheu, la agrupación de hinchas Boca es Pueblo tiene, desde diciembre, un local en el que contiene a los chicos del barrio en talleres de plástica y clases de apoyo escolar. Luciano Caldarelli, miembro de Boca es Pueblo, cuenta que los desalojos son cotidianos en los conventillos cercanos al local. «Lo que ocurre en el club y en el barrio, en esencia, es lo mismo –marca–. El modelo de gestión es parecido en Boca, la Ciudad y ahora en la Nación. Consiste, básicamente, en la expulsión de los sectores populares y el ingreso de los sectores de alto poder adquisitivo. Están tratando de transformar un barrio en atracción turística en esa intención de unir La Boca con Puerto Madero, no solo con el supuesto embellecimiento con murales, sino en el hecho de querer erradicar el asentamiento de la calle Lamadrid».

El impulso inmobiliario, que incluye desgravaciones impositivas y la exención de pagos a las empresas, se produjo a la par de la venta a Boca de los terrenos públicos de Casa Amarilla para construir en el futuro un estadio-shopping, a cinco cuadras de La Bombonera. «Sabemos que hay dirigentes de Boca vinculados a los remates judiciales. Gran parte de la dirigencia son funcionarios o legisladores. Es total la vinculación entre Boca, el gobierno y el Distrito de las Artes», denuncia Caldarelli.

El Gobierno de la Ciudad incumplió uno de los artículos de la Ley 4353, que creó el Distrito de las Artes: el que dispone que deberán relevar soluciones habitacionales y facilitar la permanencia de las familias radicadas en el barrio. Según el estudio, las personas abandonaron el barrio por los desalojos y por el aumento del costo de vida. «Esos 72 tampoco son todos los juicios por desalojos. Son solamente en los que nosotros tenemos intervención desde las organizaciones y las instituciones», explica Quinto. «Y los desalojos –agrega– no son el único problema de situación habitacional en el barrio. Todos los años, en mayo-junio y diciembre-enero, se abre la temporada de incendios, que tiene que ver con la precariedad y el hacinamiento en el que vivimos. También hay derrumbes, caídas en altura, problemas de salud en los chicos. La creación del Distrito de las Artes viene a traer políticas públicas exclusivas para la compra de inmuebles. No hay nada en la ley, ningún beneficio, para la actividad artística en sí misma. Por otro lado, retiran toda política pública referida a garantizar el derecho a la vivienda, incluso incumpliendo leyes locales como la 2240. La situación es de emergencia absoluta».

Algunos de los murales a los que se refiere Caldarelli fueron pintados en la parte trasera del complejo de departamentos que se construyó en Casa Amarilla, sobre la avenida Almirante Brown. Allí, en un principio, se iban a levantar 1200 departamentos que estarían destinados a paliar el problema habitacional de los vecinos. Finalmente fueron 438 departamentos, y solo el 22% de los asignados vivían en La Boca. Las adjudicaciones fueron transferidas desde la Ciudad a la Asociación Civil Casa Amarilla, a cargo de Diego Basualdo, quien respaldó la reelección de Daniel Angelici como presidente de Boca. Entre los adjudicatarios, apuntaron los vecinos, hay barrabravas del club. En uno de los murales del complejo está Carlos Tevez, una de las últimas figuras de Boca. Cerca de la Usina del Arte hay otro mural: un oso polar. «¿Qué tendrá que ver con la idiosincrasia del barrio?», se preguntan los vecinos, mientras aún los pibes juegan a la pelota por las tardes en la canchita de Casa Amarilla. Los desalojadores, en cambio, esperan la primera luz de la mañana de un día de semana.

El predio para las inferiores: «Nadie nos regala nada»

«Festejamos nuestro 112 aniversario con esta inauguración. Los hinchas de Boca hemos aprendido con los años que nadie nos regala nada, que en el diccionario, la palabra éxito está después de esfuerzo.» Flanqueado por Daniel Angelici, presidente del club, Mauricio Macri pisó el palito en la inauguración del centro de entrenamiento de 40 hectáreas en Ezeiza. El predio fue cedido a costo cero por el municipio de Ezeiza en 2013, entonces a cargo de Alejandro Granados, un día antes de que cambiara la conformación del Concejo Deliberante. La maniobra suscitó denuncias por partida doble: el terreno abarca parte de la «Reserva natural integral y mixta Laguna de Rocha» y la construcción de las instalaciones excedieron los límites preestablecidos. En 2015, la Corte Suprema bonaerense estableció que la cesión fue ilegal porque, al comprender el humedal, cualquier modificación del suelo debía haber sido anunciada para su aprobación. Al mismo tiempo, la Fuerza Aérea denunció a Boca por usurpar un espacio reservado para una nueva pista de aterrizaje del Aeropuerto Internacional. Nada surtió efecto. El 3 de abril, Macri inauguró el complejo deportivo de primer nivel internacional en el terreno, cedido por 30 años, con una posible prórroga de diez.

Lo que quizás allanó el camino fueron las amenazas de miembros de La Doce, la barra brava de Boca, a Gustavo Lipovich, extitular del Órgano Regulador del Sistema Nacional de Aeropuertos, cuando las obras habían sido paralizadas por la Justicia. «Te lo decimos por única vez. Decile a ese hijo de puta que deje trabajar a los camiones», fue el mensaje que le dejaron a su secretaria en el despacho. En otra comunicación, le dijeron que un integrante de La Doce quería hablar «por única vez» y «en buenos términos» con Lipovich. La Policía de Seguridad Aeroportuaria dejó la custodia del terreno el 11 de diciembre de 2015, luego de la asunción de Macri. Avanzaron las obras. Se construyeron ocho canchas de fútbol 11, cuatro de fútbol 5 y 16 vestuarios. Boca invirtió más de 200 millones de pesos, casi tres veces más que el presupuesto original. El predio, por sugerencia de Angelici, se iba a llamar Mauricio Macri, presidente de la institución entre 1995 y 2007. Pero desde la mesa chica del gobierno le recomendaron evitar que lleve su nombre para diferenciarse de los homenajes a Néstor Kirchner. «Gobernar Boca es más difícil que ser presidente de la Nación», suele repetir Macri.