“Listo. A gobernar, gobernar y gobernar”, así definen en la Casa Rosada el período que comienza tras la masiva movilización por el Día de la Militancia que marcó el regreso de la mística peronista a las calles. Como una continuidad de la noche del domingo, la manifestación popular y un acto que salió mejor de lo que se esperaba en Balcarce 50 reafirmaron la sensación de alivio que rodea por estas horas al gobierno nacional.

Hubo datos concretos para el balance positivo: durante el día circuló por la Plaza y la Casa Rosada mucha dirigencia de las variadas corrientes que componen el Frente de Todos, y -a diferencia de lo que sucedió en las semanas previas a la elección legislativa- hubo un buen clima de convivencia. Como si toda esa gente reunida en la Plaza les hubiese confirmado a los dirigentes que no hay margen para tensar el delicado hilo que sostiene unida a la coalición.

El gabinete completo, la cúpula de la CGT, los movimientos sociales, los gobernadores e intendentes, y hasta las figuras centrales del kirchnerismo -con excepción de Cristina- lograron confluir en los alrededores del escenario o marcharon junto a sus bases. Por la Casa Rosada desfilaron y se fotografiaron con Juan Manzur, Martín Insaurralde, los gobernadores Gustavo Melella (Tierra del Fuego), Axel Kicillof y Sergio Zillioto (La Pampa) y por la noche, el Presidente se preparaba para cenar con los intendentes de la primera y la tercera sección electoral bonaerense, artífices de la remontada del conurbano.

Además, Alberto Fernández volvió a aceptar que un buen discurso, preparado con anterioridad, sin improvisación y con un mensaje claro y concreto, constituye una herramienta aglutinadora. Como el domingo a la noche, cuando el mensaje grabado sorprendió en medio de recuento de votos para lanzar la segunda etapa de su gestión, el Presidente volvió a hablar del acuerdo con el FMI, del inicio de la nueva etapa de su gestión, y hasta aggiornó una cita de Napoleón como respuesta a la incógnita opositora sobre las razones del festejo oficialista en medio de una derrota electoral. “El éxito no está en vencer siempre, sino en no desanimarse nunca”, mutó en «el triunfo no está en vencer sino en nunca darse por vencido».

Fernández recuperó este miércoles la centralidad política. El costo fue alto y sólo le queda una oportunidad: sus próximos dos años de gestión. Pero no solo a él, a todos los protagonistas de la coalición que en 2019 lograron la epopeya de la unidad, y -si este gobierno fracasara- serían arrastrados por igual al precipicio.