El viernes, al finalizar el acto de Cristina Fernández en el teatro Radio City de Mar del Plata, Oscar Parrilli fue a buscar el auto en el que había llegado a la Ciudad Feliz. Enseguida se acercó un «cuida-coches», uno de los jóvenes sin empleo formal que intenta ganarse la vida en la calle. «Le estuvieron mirando el auto y le sacaron fotos», le informó. Ese mismo día Parrilli había recibido otro aviso: personal uniformado de la Policía Bonaerense le había sacado fotos al mismo vehículo en el estacionamiento del hotel en el que se hospedó.

Este episodio, al que debe sumarse una nueva difusión ilegal de escuchas telefónicas entre el propio Parrilli y la ex presidenta, más una sorpresiva inspección de la Inspección General de Justicia (IGJ) a la sede del Instituto Patria, confirmaron las prevenciones que ya circulaban entre los responsables de la campaña de Unidad Ciudadana. El equipo se prepara para un mes –el plazo que resta hasta las PASO– en el que el kirchnerismo será objeto de espionaje y hostigamiento desde algunos medios, en tándem con «operaciones» de inteligencia.

En el comando que planifica las acciones de CFK saben que esta puja electoral tendrá un espíritu épico inédito para el kirchnerismo: no es lo mismo competir cuando se gobierna algún nivel del Estado que hacerlo desde el llano, con el oficialismo de Cambiemos administrando todos los resortes del aparato estatal, más la gobernación de Buenos Aires y la Jefatura de Gobierno de CABA. Para colmo, en el caso de Unidad Ciudadana, buena parte del arco de los medios privados está claramente alineado en una posición de rechazo frontal. Esto explica algunas decisiones acaso incómodas en materia de transmisión televisiva de los actos encabezados por Cristina: la cobertura audiovisual es centralizada y se les otorga a los medios interesados la posibilidad de tomar la señal y transmitirla en vivo.

La estrategia de hacer eje en los relatos cotidianos de la propia gente afectada por las medidas neoliberales generó mucho impacto. Probablemente por el contraste con las campañas  del pasado. Los candidatos de Unidad Ciudadana, con el aporte del consultor catalán Antoni Gutiérrez-Rubi saben que la clave es recorrer los barrios, escuchar, multiplicar la voz de los afectados por el ajuste. Otra instrucción que circula es no poner en primer plano las identidades de las distintas agrupaciones sino priorizar «la marca» Unidad Ciudadana. «La crisis es más amplia que nuestras identidades», es una de las conclusiones que circula, a modo de consejo, para que los militantes políticos eviten la liturgia, los rituales repetidos o los guiños endogámicos o sectarios, que comunican para los ya convencidos. «Esta nueva estrategia no es tan nueva. Y es una manera de responder a la nueva realidad política. Recuerde que la campaña de 2011 era ‘la fuerza de Cristina’ y Cristina con la gente», subrayó Parrilli ante la consulta de Tiempo. El extitular de la AFI alertó también sobre los recursos a los que puede apelar Cambiemos. «Tenemos enfrente a un Estado que hace espionaje político e inteligencia interna», denunció.  «