Tras un año y pico de pandemia, hay una sola certeza: no existen soluciones sencillas ni definitivas. La normalidad es, por ahora, un espejismo. Cada flexibilización debe considerarse apenas un ensayo, prueba y error, diagnósticos circunstanciales que deben ser validados por el sinuoso capricho de las curvas epidemiológicas.

Admitida la inconsistencia intrínseca de cualquier optimismo respecto de una crisis sanitaria cuyos límites en el tiempo siguen siendo una incógnita, los datos de la Argentina son auspiciosos. Con una campaña de inmunización que avanza sin pausa –y que marcó un récord de 400.497 vacunados en un solo día, el jueves 1–, el número de contagios diarios (calculando el promedio de los últimos siete días), que había llegado a un pico de más de 33 mil el 23 de mayo, cayó ayer hasta 16.089, la cifra más baja desde el 9 de abril.

También disminuye el número diario de muertes pero, trágicamente, ese descenso es más lento. El peor momento se registró el 11 de junio, con 602 fallecimientos en 24 horas; hoy estamos en 415. La expectativa es que la reducción de ese luctuoso índice sea mayor en los próximos días, acompañando la fuerte baja de pacientes internados en unidades de terapia intensiva, que eran más de 7800 hace un mes y solo 5443 el jueves pasado.

Con estas cifras, la Ciudad de Buenos Aires hizo lo que viene haciendo cada tres semanas, con o sin datos alentadores: relajar las restricciones. El gobierno nacional está obligado a ser más cauto, sobre todo porque la variable que puede torcer el rumbo más o menos propicio que parece adoptar la pandemia en el país, viene de afuera: Delta.

En esta edición de Tiempo, la patóloga pediatra argentina Marta Cohen, del Hospital de Niños de Sheffield, alerta sobre los estragos que está haciendo en el Reino Unido la cepa de Covid-19 originada en la India: durante abril y mayo, los británicos tuvieron dos mil nuevos casos por día; el viernes fueron 35 mil. “No veo ningún beneficio en abrir todo”, dice Cohen. La advertencia es para las autoridades ingleses, pero vale para las argentinas. Un dato crucial: las muertes en el Reino Unido están creciendo a una tasa del 50% por semana, pero en valores mínimos respecto del peor momento de la pandemia: pasaron de veinte a treinta por día. Es decir que, a pesar de la irrupción de Delta, la vacuna parece haber licuado la letalidad del SARS-CoV-2.

La clave es, desde luego, la inmunización. La semana pasada, con 0,87 dosis cada 100 personas, la Argentina ocupó, según el sitio Our World in Data, el primer puesto mundial en cantidad de vacunas diarias aplicadas per cápita. Sin embargo, sigue lejos de la profilaxis de países como el Reino Unido, donde el 65% de los adultos ya recibió las dos dosis. En consecuencia, se torna evidente cuál es el escenario que hay que evitar: el ingreso de Delta o cualquier otra variante hípercontagiosa antes de optimizar las tasas de inmunización de la población.

Es en ese contexto que hay que sopesar las restricciones a los viajeros (y esto más allá del discurso “libertario” que pretende anteponer los derechos de circulación de unos cuantos miles de ciudadanos prósperos a la salud de todos). Como ante otras decisiones de política sanitaria, el gobierno pareció ceder ante la presión mediática, aunque la apertura en Ezeiza será muy gradual.

Lo más sensato, entonces, es mirar la película entera. Recordar que cualquier coyuntura favorable es, en esta pandemia, siempre precaria. Y que no terminó.