El expresidente Mauricio Macri se tomó unos días para procesar el nuevo escenario político de Córdoba después de las elecciones de Río Cuarto, donde Juntos por el Cambio perdió por seis puntos. Lo hizo este miércoles sin decir una palabra sobre los comicios del domingo pasado. Utilizó su cuenta oficial de twitter para blanquear la desilusión que respira con su amigo, el gobernador cordobés, Juan Schiaretti. Fue un aliado clave para el Gobierno Nacional y le permitió este martes por la mañana lograr una ajustadísima votación en Diputados para aprobar la reducción de la coparticipación federal para la Ciudad de Buenos Aires.

«Y qué tristeza ver cómo votaron los cuatro diputados cordobeses del PJ, una provincia que siempre fue un ejemplo de respeto, federalismo y autonomía», escribió el fundador del PRO para transmitir el malestar que tiene con Schiaretti. Para Macri, el texto que fue aprobado por Diputados, pero con cambios que lo devuelven al Senado, es una quita «por motivaciones políticas partidarias» que contaron con el respaldo del mandatario cordobés. El conflicto entre Cuidad y Nación promete escalar en las próximas semanas. Sumará un nuevo reclamo ante la Corte, aunque el máximo tribunal no se expedirá hasta que el Senado confirme los cambios aprobados en la Cámara alta. Hasta que se defina esa tensión jurídica, la disputa será exclusivamente política. Posiblemente conquiste picos de histeria mediática y, por sobre todo, le servirá a Juntos por el Cambio para compactar a sus tribus detrás de una nueva y épica contienda con el peronismo.

Los dardos de Macri estuvieron más dirigidos a su propio electorado y a una parte de los votantes del «cordobesismo» que al gobernador provincial. En octubre del año pasado, el expresidente alcanzó en Córdoba el 61,31% de los votos en la pelea por su reelección. Alberto Fernández le ganó a nivel nacional, pero en tierra mediterránea cosechó el 29,21% y registró una desventaja de 32,1 puntos. Esa foto sigue fresca en la retina del macrismo, de su fundador y es un recuerdo imborrable para los socios del Frente de Todos, pero especialmente para el presidente. Quizás por eso, en medio de la pandemia y de una elección que fue postergada dos veces, la reelección de Juan Manuel Llamosas al frente de Río Cuarto se nacionalizó sobre su cierre y desnudó las tensiones que encerraba. 

Casi un año después del resultado cordobés que morigeró sus frustraciones, Cambiemos asiste a una nueva derrota, de carácter municipal, en la provincia que le prodigó elogios, votos y se transformó en una de las llaves para su federalización en las elecciones de 2015. Pero las voluntades que concentró Macri no han sido transferidas en forma automática al radicalismo, el principal socio de la alianza en Córdoba.

De hecho, la primera batalla que afronta Cambiemos después de la derrota de octubre pasado fue Río Cuarto. Y quedó en manos del radical Gabriel Abrile, que apostó a contener a todos los sectores de la coalición opositora para reconducir las internas que el año pasado originaron una paradoja hasta ahora irremontable. Macri arrastra votos cordobeses, pero sus socios provinciales ni siquiera lograron consensuar un candidato a gobernador que pudiera hacerle sombra a Schiaretti.

Con ese recuerdo tan cercano, cerca de Abrile aseguran que detrás de la derrota sufrida el domingo hay un buen resultado para la coalición opositora. Hace cuatro años Llamosas les ganó por 14 puntos, con una participación del electorado superior al 64%. Esta vez su reelección no superó la mitad, con una convocatoria del 50% del padrón. «Hicimos una muy buena elección porque redujimos la desventaja. Hubo votantes descontentos de Llamosas que en vez de votar en contra eligieron quedarse en su casa», analizó un integrante del comité de campaña de Juntos por el Cambio en la segunda ciudad más importante de la provincia.

En su lectura hubo un voto castigo y un mayor nivel de apoyos que podrían haber desembocado en la victoria de Abrile. Desde el oficialismo reconocen el desgaste de una campaña interminable y de los embates de la pandemia, pero acotan que la reelección de Llamosas lo transformó en el primer intendente justicialista que obtiene una segunda oportunidad en las urnas. Así de difícil es para el peronismo, dicen, retener un bastión tan radical como Río Cuarto, un distrito que no supera los 136.000 electores pero que encierra una importancia estratégica como segunda ciudad en importancia de la provincia.

Para los macristas y radicales que hegemonizan la versión cordobesa de Juntos por el Cambio la «derrota digna» del domingo pasado se explica en los esfuerzos que hicieron para mantener unidos a todos sus sectores internos. En comparación con el año pasado, no hubo internas públicas desembozadas, ni acusaciones cruzadas de sus protagonistas, como las que se dedicaron el actual jefe del interbloque de JxC en Diputados, Mario Negri, y el entonces intendente de Córdoba Capital, Ramón Mestre. Ambos radicales no pudieron consensuar una lista común y en los comicios provinciales de mayo de 2019 sucumbieron ante Schiaretti.

El armado de Abrile buscó curarse en salud de esas heridas abiertas y se mantuvo «independiente» de ambos sectores de la UCR. Con esa rosca ordenada, el candidato apuntó a convocar la unidad de la alianza opositora a nivel nacional y obtuvo apoyos de la titular del PRO, Patricia Bullrich, y del senador radical, Martín Lousteau. Sin embargo hubo una pieza que tuvo más impacto dentro de Cambiemos que en los votantes de Río Cuarto. Fue el video que grabó el alcalde porteño Horacio Rodríguez Larreta para pedirle a los lugareños que voten por su candidato radical.

Se desconoce el impacto de la pieza. Si es por los resultados obtenidos su eficacia es discutible, pero dentro de Cambiemos fue una ofrenda para regar la unidad de sus socios. Además le sirvió a Larreta para iniciar sus incursiones en todo el país, con el objetivo de posicionarse como presidenciable. Y, al mismo tiempo, marcarle la cancha a Macri en la provincia del interior donde más votos reúne. Para ambos, la pelea recién comienza. Pero pasará a un segundo plano. Por ahora la misión común es reforzar la resistencia por la disputa de la coparticipación federal con la Nación y, aunque les pese, pelearse un poco con Schiaretti, el inesperado artífice de dos reveses simultáneos en 72 horas para Cambiemos: uno electoral y otro legislativo.