Durante su retiro patagónico, Mauricio Macri garabateó una línea, un cuarto de círculo y cinco palitos.

Para el presidente, su creación representa el amanecer: un sol radiante que asoma en el horizonte.

En 2016 el macrismo se especializó en dibujar percepciones, suerte de gestión emocional de la Patria, con elegancia descontracturada, tratando de eludir expresiones tensas aunque el rictus, tarde o temprano, surge a pesar de las horas de coaching y ensayo frente al espejo.

Ejemplo. Al exministro de Hacienda Alfonso Prat-Gay lo echó Macri pero su desplazamiento debió ser interpretado como positivo, amigable, con foto bucólica en un jardín de Villa La Angostura. El ex JP Morgan se va con el orgullo de la «misión cumplida». Así lo dijo. Esta vez en castellano. No en inglés como cuando expresó que el trabajo sucio estaba concluido. Ya se escribió bastante sobre la eyección de Prat-Gay: que él dejó su cargo, que no sabe trabajar en equipo, que no hay márgenes para egos desbordados en el gobierno de Mauricio y de Marcos…

La percepción entonces es que el economista se fue por sus logros en un año en que incrementó la deuda externa, el desempleo, el déficit fiscal, la inflación. Gracias Alfonso por tanto. Ahora llega Nicolás Dujovne. Se aventura un futuro de ajustes y más ajustes de la mano del economista mediático que cuestionó el volumen de empleo público desde el confort que le ha brindado el muy bien remunerado trabajo público del Congreso como asesor del senador radical Luis Naidenoff. Sólo un detalle.

La percepción de que un piedrazo repudiable contra la combi que trasladaba a Macri por Villa Traful –luego de que se detuvo a comprarle chocolates a su hija Antonia– denota, según Macri, que los violentos quieren quebrar el espíritu de unidad que Cambiemos predica. Lo que no se percibe sino que se ve, es que a los inundados ya no se los acompaña; se los reprime. En Pergamino, por caso, no se discutió si el que colabora lucía pechera de La Cámpora, porque los que dispararon postas de goma portaban chalecos antibalas y uniforme policial.

Y tal vez, no sea una percepción que Milagro Sala seguirá presa por sus virtudes y no por sus defectos. Que un veredicto dispuso que Sala ya no sea quien es –una líder social– como mínimo, hasta que el gobernador radical/macrista/massista Gerardo Morales termine su mandato. Que cuando abruman las off shore macristas, en Comodoro Py de inmediato se agitan, coordinadas, las causas contra Cristina Kirchner, ya con manifiesta intención de sacarla del tablero electoral de 2017 porque de las encuestas de intención de voto se percibe, digamos, que la expresidenta cuenta con un caudal electoral que desvela al oficialismo y a los dadores de gobernabilidad. Para no perder ante Cristina hay una fórmula infalible: que Cristina no sea candidata. Sencillo.

Si de percepciones se trata entonces, al concluir un año en que el ajuste, la desocupación, la represión y la persecución política ganaron espacio en la agenda pública, el garabato de una línea, un cuartito de círculo y cinco palitos puede representar un crepúsculo: el sol que se hunde en el horizonte al anochecer.

Jugar con la percepción es arriesgado. Puede, incluso, ser ofensivo para millones que por estas horas andan tratando de dibujar cómo será su 2017.