La llegada a Washington de una misión de funcionarios argentinos que se reunirán desde el lunes con los equipos del Fondo Monetario Internacional (FMI) reavivará la centralidad de la relación bilateral con los Estados Unidos durante el tramo caliente de la negociación que podría cerrarse en las próximas dos semanas. EE UU tiene el 16,5% de los votos en directorio del organismo y su poder de veto será tan determinante como el respaldo que pueda darle al país en la negociación.

Hasta ahora las señales de la Casa Blanca no han pasado de la cautela, junto al reclamo de un plan económico para los próximos años. Ese punto comenzará a abordarse en el Congreso apenas el presidente Alberto Fernández presente el programa plurianual que anunció cuando cerraron las urnas el 14 de noviembre. Establecería las metas y pautas macroeconómicas para los próximos dos o cuatro años y son parte de los puntos acordados hasta ahora. La atención sobre ese texto no solo estará concentrada en el Senado y en Diputados. Según supo este diario, también concita atención en la capital estadounidense donde los técnicos de Economía y del Banco Central comenzarán a delinear la letra chica de un eventual acuerdo.

La burocracia del organismo ya está al tanto de esa hoja de ruta, pero el interrogante gira en torno al tratamiento parlamentario que tendrá.

El encuentro técnico de esta semana será la previa de las reuniones que mantendrá el directorio del Fondo. Una de ellas será el 20 de diciembre. El tema argentino será uno de los platos fuertes, porque también se conocerán los términos de la «evaluación ex-post» del crédito de 56.000 millones de dólares que le concedió el FMI al gobierno de Mauricio Macri, aunque los desembolsos fueron por U$S 44.000 millones. El 22 de diciembre, el país tiene el primero de la serie de vencimientos que se incrementarán el año próximo y que confirman que Macri suscribió un acuerdo que sabía que no podría pagar. Igualmente obtuvo el crédito más importante que el FMI otorgó en su historia, gracias al respaldo del entonces presidente norteamericano, Donald Trump.

Por ahora se desconoce hasta dónde esos puntos tendrán impacto en la evaluación ex-post que analizará el board en esas jornadas, pero la expectativa argentina es que esos aspectos resulten insoslayables y que haya “algún gesto” de reconocimiento por parte del organismo sobre el inusual préstamo otorgado. Estuvo más orientado a respaldar la fallida reelección de Macri y le dio un salvoconducto al Fondo para intervenir en la política argentina como lo hará desde ahora en adelante.

Cualquier autocrítica al respecto podría salpicar a la Casa Blanca y por ahora la diplomacia estadounidense mantiene en silencio. En Buenos Aires, la llegada del próximo embajador Marc Stanley sigue en pausa, porque su pliego todavía no fue aprobado por el Comité de Relaciones Exteriores del Senado. No son días propicios en Washington para que esos temas sean resonantes. La administración de Biden viene de impedir el cierre del gobierno. El Senado aprobó la ley de financiamiento que al menos le permitirá funcionar hasta el 18 de febrero. Su administración recién ahora retomará el ritmo, pero nada de eso hace pensar que Stanley acelere su estreno en Argentina.

Las desafortunadas declaraciones que lanzó ante el Senado lo pusieron en un lugar indeseado. Comparó al país que lo recibiría como embajador como “un hermoso bus turístico al que no le funcionan las ruedas”. Las palabras enrarecieron su postulación en un momento en el que el Departamento de Estado redoblará sus obsesiones e intrigas sobre el posicionamiento que tendrá el gobierno del Frente de Todos a nivel internacional, pero con especial atención en los vínculos con China y Rusia.

Este martes llegará a Buenos Aires una misión de 38 empresarios rusos a partir de las gestiones de la asesora presidencial Cecilia Nicolini bajo la autorización de Fernández. El dato no pasa inadvertido en la inestable relación con Washington y se suma a las advertencias veladas que ya lanzó sobre la presencia de China en el país. La agenda más áspera de Estados Unidos sigue en estado latente y pondrá a prueba la capacidad de Fernández para cinturear su política multilateral en un momento donde podría obtener inversiones y posibilidades alternativas de financiamiento.

Por ahora no hay precisiones sobre una posible cumbre de Fernández con Biden. Si bien se saludaron y dialogaron en la cumbre del G-20 realizada en Berlín, lo cierto es que el único argentino que tuvo diálogo con el inquilino demócrata de la Casa Blanca es el papa Jorge Mario Bergoglio. Se encontraron en el Vaticano con una agenda reservada y en Buenos Aires descartan que multiplicó sus planteos sobre la necesidad de un acuerdo no traumático con Argentina.

En ese contexto, la representación norteamericana en Buenos Aires sigue en el radar de la Casa Rosada: la semana pasada el embajador argentino en Washington, Jorge Argüello, estuvo de paso en la Ciudad y se encontró con la embajadora interina Mary Kay Carlson. De la cita solo se conoció la foto y no hubo detalles sobre el alcance del encuentro. La visita porteña de Argüello se concretó mientras la misión que ahora está en Washington se precalentaba para ese round. Los movimientos fueron interpretados como parte de los preparativos que desarrolla el gobierno argentino antes de que se conozca una parte de la negociación con el FMI y comience el debate en el Congreso del plan plurianual.

La misión está encabezada por el representante argentino ante el organismo, Sergio Chodos (ver página 3). Su escudería confirma el inicio de una discusión técnica con el organismo que debería concluir antes del 20 de diciembre. Según confiaron a este diario en el Palacio San Martín, puede ser la antesala de la llegada a Buenos Aires de una misión del Fondo, que estaría encabezada por Julie Kozack, subdirectora para el Hemisferio Occidental del organismo. Su arribo reabrirá la saga de recordadas visitas de enviados del Fondo a la Argentina que, desde hace 20 años, forman parte de la memoria colectiva del país respecto a un vínculo que siempre fue traumático.

La tensión que se avecina en esa negociación no es un terreno fértil para desarrollar una agenda positiva en la relación bilateral con Washington. Quizás por eso, los funcionarios de ambos países prefieren mantener un perfil bajísimo hasta que se conozcan los trazos gruesos del pacto. En el Palacio de Hacienda no arriesgan.  «