El gobierno de Cambiemos dejó enormes incertidumbres microeconómicas en la sociedad argentina. No casualmente, el mensaje principal de la campaña del Frente de Todos fue la promesa de revertir la “desorganización de la vida cotidiana”. La incertidumbre estaba en la calle y reflejada por las encuestas de opinión pública. Más allá de las evaluaciones sobre la «situación económica general» -algo así como la percepción de la marcha de la macroeconomía por parte del público lego- desde los inicios de la gestión Macri se computaban altísimos índices de disconformidad con la situación económica personal. En los números, eso estaba reflejado por los indicadores declinantes de consumo y producción.

Los ciudadanos económicos estuvieron paralizados y en pánico por carecer de certezas mínimas suficientes sobre el valor de sus ingresos y gastos personales. Aún para los estándares argentinos contemporáneos, esta sensación de incertidumbre cotidiana era más alta de lo habitual. Obviamente, siempre hay una correlación entre los indicadores de la macro y los de la micro. Pero en términos generales, podemos decir que los últimos años se vieron caracterizados por una micro más volátil que la macro. Y por una gestión gubernamental de la micro que fue más ineficaz aún que la macro. Producción y Comercio no funcionaron, y el hecho de que la gestión Macri haya terminado recuperando los instrumentos micro de las presidencias de CFK -como Ahora 12 y Precios Cuidados- dan cuenta de ello.

El nuevo gobierno del Frente de Todos, heterodoxo en esta y otras materias, va a implementar una serie de intervenciones en los próximos días. Sus primeras medidas van a estar dirigidas a regular la micro. Reinstalación de paritarias suspendidas (como en el caso docente), acuerdos de precios y medios de pago, revisión de los aumentos de diciembre, tarjetas alimentarias, créditos bancarios y no bancarios, aumentos de jubilaciones y asignaciones por hijo, congelamientos de tarifas de servicios públicos y otras medidas van a formar parte de la batería micro inicial.

El Ministerio de Desarrollo Productivo a cargo de Matías Kulfas y la Secretaría de Comercio Interior Paula Español van a tener mucho que ver con lo anterior. Pero se trata de una orientación política que, en rigor, va a atravesar todo el espíritu inicial de la gestión. Casi todas las carteras del gabinete nacional van a participar de la batería micro. Los consejos de Lucha contra el Hambre, Políticas Sociales y Económico y Social buscarán un marco de consenso colectivo. Y la aprobación del proyecto de ley de “Solidaridad Social y Reactivación Productiva en el marco de la Emergencia Económica” por parte del Congreso en el período de extraordinarias (la segunda quincena de diciembre) le dará más herramientas al presidente Fernández para implementarla.

Un gran desafío del gobierno, entonces, será que la reorganización de la micro vaya en sintonía con la gestión general de la macro, que tendrá más que ver con el trabajo de Hacienda y Finanzas, y con el BCRA. Lo deseable, claro, sería que sus efectos sean virtuosos en el «nexo micro macro» del que hablaban los viejos manuales de economía. Veremos.

Tal vez sería oportuno no ver a la batería micro como un “paquete de emergencia”, y pensarlo más bien en términos de una política general. La idea de que la vida cotidiana debe ser armonizada -y aún ordenada- a partir de la intervención de un estado regulador sensible es el corazón de la vieja idea social de Perón, la comunidad organizada. Muchas cosas cambiaron desde entonces. En 2019 hay nuevas demandas y preocupaciones, y también menos confianza en la capacidad del estado por sí solo de responder a todas ellas. Los movimientos sociales, por ejemplo, creen que ellos pueden representar mejor las demandas de los más vulnerables que las oficinas del estado. El peronismo se posiciona en las dos veredas, el estado y la sociedad civil, y los pone a trabajar juntos. Es la versión contemporánea de la comunidad organizada.

Todo gobierno peronista se especializa en proveer un sentido de orden en la vida social. Recibe las demandas, las procesa, articula a los actores y despliega respuestas. Sin embargo, eso no alcanza para quedarse satisfecho. Perón también decía, en los años cuarenta, que el éxito económico es una condición necesaria para la reforma social. Comunidad organizada y reforma social son asuntos distintos. Es posible reorganizar la microeconomía con la economía tal como está, y aquellos que lo negaban nos estaban mintiendo. Pero una verdadera mejora en la calidad de vida colectiva, con mejoras en los ingresos reales, en la competitividad de nuestros productores y en los servicios que consumimos, necesita crecimiento e inversión. Superar la grieta también significa entender -y hacer entender- que la solidaridad y la productividad no son principios sociales contrapuestos.