La protesta de policías bonaerenses que llegó este miércoles hasta las puertas de la residencia presidencial de Olivos fue inorgánica y aluvional, pero previsible. En el gobierno provincial admiten que la escalada se desató luego del anuncio del Plan de Seguridad que encabezaron hace diez días el presidente Alberto Fernández y el gobernador Axel Kicillof, con un desembolso de 37.700 millones de pesos para contener los reclamos de seguridad de los intendentes del Conurbano bonaerense. El lanzamiento no incluyó un programa de recomposición salarial para los 90 mil efectivos de la fuerza y fue el acelerador de un malestar contenido que el ministro bonaerense Sergio Berni subestimó, a pesar de la sobreactuación mediática de su voz de mando. Ese error estratégico configuró el desafío más crítico que atraviesa el oficialismo desde diciembre. Se agigantó por la decisión de Juntos por el Cambio de capitalizar el desacierto del adversario: sus principales referentes especularon y guardaron silencio durante las primeras 48 horas de una protesta que, a pesar de su desorganización y ausencia de referentes, cobró una potencia inesperada por el rol que desempeñaron los principales canales de noticias durante la cobertura de los hechos.

«Los medios jugaron muy mal en las 72 horas de la protesta. Y nosotros como oposición observamos la situación. No tenemos responsabilidad, pero también es cierto que después hubo que poner paños fríos», reconoció a este diario un integrante del PRO. En el partido amarillo aseguran que la crisis policial «fue todo ganancia para la oposición», aunque ninguno de los socios de Cambiemos ofreció explicaciones sobre el tardío repudio a una inédita protesta de uniformados armados que, a bordo de patrulleros, buscaron rodear la quinta de Olivos.

Las primeras señales de rechazo opositor surgieron cuando los uniformados comenzaron a tener discrepancias entre sí y se negaron a aceptar un canal de diálogo con el presidente. Así, sobregiraron ante las cámaras en vivo de los móviles de exteriores de los principales canales. Esa hiperexposición fue clave para la construcción de un clima de desestabilización en medio de la pandemia. Esto le permitió a la principal alianza opositora superar por un rato sus diferencias internas y encolumnarse detrás de sus sectores más duros.

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«Los canales funcionaron como los articuladores de una protesta sin voceros y estimularon un relato asambleario durante 72 horas que llegó al clímax de la protesta en Olivos», evaluó un testigo presencial de la crisis que, calzado en su traje de funcionario, pasó toda la semana entre Olivos y La Plata para diseñar una salida económica al reclamo salarial. «La promiscuidad que tuvieron los policías con los canales de TV a los que recurrieron para legitimarse les jugó en contra. Terminaron exponiendo sus miserias frente a esas mismas cámaras», sentenció la fuente, sin dejar de preguntarse sobre el silencio de distintos intendentes opositores que «no hicieron nada» para impedir que las comisarías de su distrito habilitaran el uso de los patrulleros.

Cerca de Kicillof sostienen que la confirmación de ese fenómeno lo pudieron advertir luego del anuncio que hizo este viernes. Tanto en Puente 12, en La Matanza, como en Almirante Brown y Adrogué, los uniformados se quedaron en los cortes de calle hasta que se fueron los móviles.

Así como en el oficialismo miran a los «minigobernadores» del Conurbano con desconfianza, en la oposición interpretan que la protesta contó con el respaldo esos jefes comunales para terminar con Berni, luego de tres meses de durísimos tironeos.

Para entonces, Fernández ya había anunciado la quita de un punto de coparticipación a la Ciudad de Buenos Aires. De ese modo revertía  la decisión de su antecesor, Mauricio Macri, que en 2016 aumentó los recursos federales a la Capital para financiar la transferencia de la Policía Federal a la órbita porteña.

La crisis que comenzó con una protesta policial fue canalizada con un anuncio financiero de emergencia. Esto le permitió al gobierno retomar la iniciativa en medio de un clima enrarecido y resolver una decisión sobre la coparticipación que Fernández diseña desde diciembre. La decisión implica un recorte a la Ciudad superior a los 42 mil millones de pesos y fue impugnada ante la Corte Suprema por el alcalde Horacio Rodríguez Larreta, que tomó el guante y desde este viernes comenzó a posicionarse en forma anticipada como candidato, fortalecido por el notable incremento de su imagen nacional a partir de la hiperexposición por los anuncios conjuntos que desde marzo hace con Fernández y Kicillof por la pandemia.

Cuando los uniformados abusaron de su exposición pública dejaron pedaleando en el aire a los ultras de Cambiemos, que exigían al gobierno una respuesta inmediata al reclamo policial. El sobregiro se trasladó al seno de la alianza opositora. Sus dirigentes se vieron obligados a bajar el tono. El primero en hacerlo fue el jefe del interbloque opositor en la Cámara Baja, el radical Mario Negri. Larreta hizo lo propio poco antes de enterarse por un mensaje del presidente que le iban a quitar un punto de coparticipación.

«Ante la locura de nuestros ultras consideramos que la respuesta de Horacio fue acertada. Es una bocanada de aire fresco para los más moderados que habían quedado entrampados y en silencio ante la escalada del conflicto», analizó un exfuncionario de la administración de Mauricio Macri, que este sábado encabezó una reunión política en su quinta de Malvinas Argentinas.

Para los socios de Juntos por el Cambio la quita de coparticipación a la Ciudad adelantó la disputa electoral del año próximo, aunque el trasfondo de la disputa gira en torno a la centralidad que tiene el control de la Provincia de Buenos Aires.

Así como los cambiemitas soñaban con dos mandatos consecutivos de María Eugenia Vidal en el distrito más grande del país, en el Frente de Todos cierran filas para retener el control de Buenos Aires y revalidar títulos en las legislativas del año próximo. Será con posibles candidatos como Berni, que se ampara en su rol mediático para seducir a los eventuales votantes de Cambiemos. Y, según confiaron en La Plata, seguirá en el cargo. Todo a pesar de haber desoído las alertas tempranas de la crisis salarial y sobreactuar una voz de mando que no contempló la pauperización de sus uniformados, cuando una gran parte de ellos integra la base electoral de la alianza opositora.