El considerable caudal de votos que reunió la ultraderecha en la Ciudad en las PASO del domingo pasado catapultó definitivamente a la escena política a los «libertarios», en la figura de Javier Milei. Entre el economista mediático, que obtuvo el 13,6% de los votos en la Ciudad de Buenos Aires –donde por el momento se reconcentra ese electorado–, y Ricardo López Murphy, que perdió la interna de Juntos con María Eugenia Vidal, pero obtuvo el 11,3% del total, los sectores «ultra» se quedaron con uno de cada cuatro votos en la Capital. Es una incógnita qué pasará de aquí a noviembre, si los votantes de López Murphy seguirán apoyando una boleta donde el exministro radical no esté a la cabeza o si Milei conservará en las generales lo obtenido en las primarias. En cualquier caso, un eventual trasvasamiento de voluntades podría ir tanto en un sentido como en el otro.

Todo indica que, con Juntos por el Cambio haciendo una elección similar a la de las PASO anteriores, el crecimiento de candidatos como Milei se produjo a expensas del Frente de Todos, particularmente entre los jóvenes. Y si no  pareció socavar el capital electoral del Pro porteño, el discurso extremo del libertario también obligó a los candidatos del macrismo-larretismo a recurrir a expresiones negacionistas y corridas fuertemente a la derecha. Resta ver cuál será ahora la estrategia de campaña de Vidal y compañía, ahora con López Murphy en la lista, de cara a noviembre, para sacarle votos a Milei, quien los obtuvo tanto en los barrios más prósperos de la Ciudad como en las Comunas más postergadas del sur porteño.

Mientras López Murphy se mostró esta semana con Vidal, procurando amalgamar un discurso de unidad en ese espacio luego de las PASO, Milei siguió haciendo lo que más le ha servido hasta aquí: despotricar contra unos y otros.

«El nuevo Gabinete es peor que el que había, que ya era malo», dijo tras conocerse los nombres de los nuevos ministros. Y agregó: «El revés del gobierno en las primarias fue muy extendido y llegó a las bases del poder. Perdió en la Provincia de Buenos Aires, la base de sustentación política de Cristina Kirchner. Eso generó un enorme revuelo, con un presidente muy comprometido de cara a su futuro, y que terminó convertido en un cadáver político».