La previa de la canonización del cura Brochero de este domingo fue el momento que eligieron el Papa Jorge Bergoglio y el presidente Mauricio Macri para relanzar una relación de diez años que tiene, especialmente desde diciembre pasado, más momentos fríos y distantes que coincidencias. Luego de seis meses de discretos acercamientos del gobierno con la Iglesia, tanto en Buenos Aires como en el Vaticano, Francisco recibió a Macri en Roma por segunda vez desde que asumió la presidencia. Esta vez, a diferencia de los protocolares 22 minutos del primer encuentro, le concedió una audiencia privada de una hora, cara a cara, donde ambos compartieron la mesa con el embajador argentino Rogelio Pfirter, único testigo de una reunión donde no estuvo presente la canciller Susana Malcorra, pese a que formó parte de la comitiva.

La presencia del funcionario no fue menor: se trata de un diplomático de carrera, integrante del PRO, que tuvo en sus manos la negociación con el Vaticano para suavizar las asperezas y posibilitar una nueva visita presidencial con más beneficios que pérdidas. Para hacerlo, Pfirter tuvo que hacer en el Vaticano lo mismo que varios ministros replicaron desde Buenos Aires: tomar nota de las críticas bergoglianas contra la política económica del gobierno, el endeudamiento, las consecuencias del ajuste y al incremento de la pobreza. La fórmula elegida para este segundo round presidencial con el Papa fue transformar el encuentro en un virtual informe de gestión de Macri ante Bergoglio, con el fin de pedirle su opinión, una práctica novedosa para un hombre que, en sus dos mandatos como alcalde porteño, muy pocas veces le pidió apreciaciones al entonces arzobispo.

«Quería saber sus opiniones sobre lo que hicimos estos meses», explicó el mandatario durante una conferencia de prensa que ofreció cuando salió del encuentro. «Hablamos acerca de los indicadores de pobreza, que por suerte es una verdad compartida y aceptada. Ahora la UCA no tiene que hacer más un número para balancear la mentira del Indec, ahora el Indec dice la verdad. Sin duda que nos convoca a una tarea enorme, porque detrás de esos números son muchas familias que no la están pasando bien», dijo el presidente en un tono que intentó tomar el guante de los cuestionamientos que ya resonaron en los oídos de varios miembros del Gabinete. La equiparación de las estadísticas de pobreza que publica la Universidad Católica Argentina con los nuevos índices del Indec fue capitalizado por el mandatario como un producto del acercamiento.

Tanto el ministro de Hacienda Alfonso Prat-Gay, como su pares de Trabajo Jorge Triaca y de Desarrollo Social Carolina Stanley, están al tanto, por boca de poderosas sotanas, que las críticas no sólo se remontan a la interpretación estadística de la pobreza, sino a su real incremento. «Ellos saben que es la misma pobreza que hay desde 2014 y que ahora ha crecido, así es que tampoco tienen mucho margen para sorprenderse», explicó a Tiempo un miembro de la curia porteña que integra el staff del arzobispo Mario Poli. El actual cardenal y sucesor de Bergoglio en la Catedral Metropolitana es uno de los 40 obispos que viajaron para la canonización del cura cordobés Brochero, pero fue el único que compartió una recorrida en bicicleta con el presidente por las calles del Vaticano.

Los cruces sobre la interpretación estadística de la pobreza, tal como reveló este diario hace un mes, fueron producto de reuniones reservadas entre Prat-Gay y el rector de la UCA Víctor Manuel Fernández. «No nos interesa tanto hablar de estadísticas sino de soluciones, especialmente sobre la cuestión del trabajo y el aumento de la desocupación. Hay un núcleo duro de pobreza que no puede resolverse si no es de una manera mucho más estructural y con una estrategia a largo plazo que todavía no tenemos», fue el mensaje que retumbó por entonces ante los tres ministros que llevan la interlocución política con el clero local y sus mandos de tropa. El pedido de aquel entonces, que fue ratificado en la reunión de ayer, es el diseño de un «plan y una estrategia para reducir el desempleo». Ese punto también resonó en las largas reuniones que mantiene Triaca, con los miembros de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA) para contener las críticas de la curia sobre el impacto del ajuste: una instancia previa a las negociaciones con el triunvirato de la CGT y que derivaron en un bono de 1000 pesos para los beneficiarios de la Asignación Universal por Hijo y para los jubilados que reciben la mínima, así como la eximición del Impuesto a las Ganancias sobre el aguinaldo de diciembre. El primer acercamiento frenó un posible paro y tendrá una nueva cita el miércoles que viene,cuando se concrete la primera reunión de la Mesa del Trabajo y la Producción, que convocó Macri antes de partir para Roma, con el fin de exhibirle al Papa los avances una instancia de diálogo promovida por la Iglesia.

«Ahora comienza la agenda positiva con la Iglesia», evaluó un funcionario de la Casa Rosada. El secretario transmitió el mismo entusiasmo que comunicó la comitiva presidencial en Roma, pero le bajó el tono a la intervención del clero en la negociación con el cegetismo. «Los muchachos no tienen ninguna gana de parar, porque tampoco saben si eso cambiaría algo», contestó la fuente, tras confirmar que el principal tema del miércoles que viene será acordar otro bono para los sectores privados y trabajadores estatales. «No confirmamos ni desmentimos», contestó una fuente del Episcopado sobre las gestiones que habría impulsado el titular de la pastoral social porteña Carlos Accaputo con el triunvirato de la CGT para evitar el paro. «El pedido era que dialogaran y lo han empezado a hacer, pero si no hay cambios concretos, con los gestos no alcanza», advirtió un prelado, de estrecha relación con el Papa: «Macri sabe cuáles son las críticas y Bergoglio sabe que no tenía sentido confrontar porque iba a quedar entrampado en la polarización de oficialismo contra oposición, por eso ahora empieza una etapa de persuasiones que seguramente también tendrá su fecha de vencimiento», confió el sacerdote.

La última crítica de ese tenor cosechó rechazos este viernes en Mar del Plata, durante el último coloquio de IDEA. Invitado por los organizadores para el panel dedicado a «integración», el sacerdote Rodrigo Zarazaga les dijo: «Estamos esperando la lluvia de inversiones, pero si llega, va a haber un sector que va a seguir en el desierto, por eso hay que invertir en planes de capacitación, porque si no, el tren de la reactivación va a arrancar pero con medio tren desenganchado. La pobreza no es sólo un problema de ingreso, sino también de en dónde crecí; qué posibilidad de vivienda tengo; con qué posibilidad de educación, y de salud. Para eso están el Estado y ustedes, los empresarios, para ayudar», les advirtió el cura, tan jesuita como Bergoglio, y con un mensaje muy parecido al que retumba en los oídos de los funcionarios de Cambiemos.