Se cumplieron 1000 días de una prisión política.

Se trata de una de las mayores injusticias de este tiempo que le toca vivir a la República Argentina. Un atropello enmarcado en una justicia deplorable, que muestra su metáfora más llamativa en la Corte Suprema y su conventillo; con jueces como Martín Irurzun, capaz de tomar la decisión que adoptó con el tema de los aportantes truchos; que tiene como figuras estelares a personajes como el juez Claudio Bonadio y el fiscal Carlos Stornelli, manejando causas en medio de una obscenidad que impide respirar. Y en ese pantano, Milagro Sala fue la prueba piloto de cómo esa institución devastada puede manejarse a su antojo por encima del derecho, de los códigos procesales, del sentido republicano y hasta democrático, sin que le ocurra absolutamente nada. Con una impunidad que desgarra cualquier pretensión de transparencia.

Un sentido de impunidad que empezaron a ejercer desde que Milagro Sala se plantó en una plaza para protestar ante Gerardo Morales, y detrás de él frente a Mauricio Macri, y detrás de ellos contra el Grupo Clarín y a la vez contra los innombrables Blaquier, del Ingenio Ledesma, oscuros todopoderosos de la provincia. A todos ellos, al poder, les pareció que era una osadía que no se podía tolerar. Una irreverencia que sentaba un precedente que había que arrancar de cuajo. Y entonces la encarcelaron, la sometieron con una serie de causas que en algunos casos dan risa y en otros son una reverenda injusticia.

La burda operación tiene muy diversos hitos, como se puede vislumbrar con una extraordinaria elocuencia en el documental de Cynthia García que muestra la genuflexión de la Justicia jujeña (como un espejo de lo que es la Justicia en general) en el cuerpo y la reacción del juez Pullen Llermanos y en los arrestos de dignidad de la propia Milagro, cada vez más ejemplificadores, cada vez más fuertes, cada más dignos. 

Fueron elocuentes las imágenes del grupo Clarín, con Magnetto a la cabeza, mostrándola al retirar un dinero de un banco como si lo estuviera robando. Aunque, si de elocuencia se trata, como en ningún otro lado se muestra el extraordinario legado de la Tupac, como el registrado con un dron, por el diácono de opción por los pobres Ricardo Carrizo. Sobrevoló todo lo que la organización hizo en la provincia. Entre otros sitios web, se pudo y se puede observar en la página de Tiempo: las imágenes de ese video no pueden provocar otra cosa que verdadero asombro y admiración. Porque en ningún otro caso se vislumbra de mejor manera la obra colosal que Milagro ha construido con sus propias manos y las de su gente.

Nunca un jujeño hizo tanto por su provincia. Y deben ser escasas las personas, si es que las hay, que hayan sembrado hogares con la fuerza y la continuidad con las que Milagro Sala ejecutó un plan de obras que es histórico, por más que se lo quiera secuestrar, como ha sucedido desde que ella está presa. Han impedido la continuidad de las obras. Han destruido muchas de ellas, y a las otras las han abandonado a su suerte. Pero la mayor parte está allí. Terminadas alrededor de piletas de natación para quienes nunca las tuvieron, como otras que no existen en el país. Pero ahora detonaron la posibilidad de vivir en muchos de esos hogares y sin embargo la gente de Milagro está de pie, acompañándola, en este cautiverio al que la han sometido el poder mediático, el gobierno nacional y el gobierno feudal del pobre personaje que es Gerardo Morales.

De todas las injusticias es la que más duele, porque ella es la que más hizo. Todos son presos políticos si no tienen sentencia firme. Y a todos corresponde defenderlos de la misma manera en el plano jurídico. Podemos hablar de tantos otros. Pero en el caso de ella, el dolor es mucho más grande todavía, porque se trata de la prisión ominosa de una mujer que luchó, no solamente por la recuperación económica de su raza sino también por la dignidad de toda su gente que estuvo postergada y sometida. Milagro Sala cometió el pecado de levantar la mirada y enfrentar a los que toda la vida los ningunearon y los robaron. Ese desafío, esa forma de plantarse ante el poder, es lo que ahora a ella le vale la cárcel.

Le debemos mucho a Milagro.

Por todo lo que hizo antes. Pero también estamos en deuda por lo que hace ahora. Cada día que pasa, de estos mil que se cumplieron el pasado viernes, demuestra que una sociedad en su conjunto tiene la obligación de luchar más y más para recuperar la libertad de Milagro. «