La vida, la muerte, las reencarnaciones peronistas, el debate “berreta” entre garantismo y mano dura, la violencia política, la bala que no salió pero que rompió el pacto democrático vigente desde 1983, la seguridad como derecho, las fuerzas de seguridad como parte del problema, el gatillo fácil y donde poner orden, si en la Patagonia o en el conurbano.

Lejos de la expectativa sobre definiciones electorales que la vicepresidenta considera prematuras “el General decía: todo a su tiempo y en su justa medida”, respondió cuando los más de 60 mil asistentes cantaba “Cristina presidenta”, la única oradora del acto en la ciudad que la vio nacer en el año 53, volcó su discurso al orden y a la seguridad. “Discúlpenme que hable tanto de esto”, dijo. Es que, tal como le dijeron los intendentes e intendentas, junto con toda la dirigencia bonaerense, el problema de los habitantes del conurbano – pero también de los barrios pobres de la ciudad de Buenos Aires- son la inflación y su consecuente erosión de los ingresos populares, y la inseguridad, también enmarcada en la pérdida de los bolsillos.

Es por ese vínculo entre falta de “un trabajo bien remunerado” con la inseguridad en los barrios populares que Cristina decidió escuchar esa demanda, transmitida de abajo hacia arriba a través de la estructura partidaria del PJ bonaerense, que conduce Máximo Kirchner.

La demanda de orden y seguridad no es nueva, ni propia de Argentina. En Brasil Lula también tuvo que encontrarle la vuelta a la hora de garantizar que haya un orden en medio de la crisis social que vive ese país. Con los cortes de ruta de los camioneros, el bolsonarismo quedó del lado de la violencia que no respeta las leyes. Con la bala que no salió, la ultraderecha argentina, también.

Es por eso que Cristina dio un discurso de amplitud de convocatoria y pidió dejar el peronómetro de lado a la hora de construir consensos democráticos, un guiño hacia la base electoral radical que vive en las ciudades del interior bonaerense. “Ese 1 de septiembre se quebró aquel acuerdo democrático de respetar la vida”, sentenció.

Y en ese contexto vinculó la proscripción de Juan Perón con la que pesa sobre su cabeza, ya que antes de fin de año se conocerá si “el partido judicial”, como calificó, la proscribe y la saca de la carrera electoral del año próximo. “En mí país no se podía elegir libremente al presidente, el último había sido Perón, después el golpe y el partido militar, que no dio el primer golpe con el peronismo sino con el radicalismo en el 30, seamos justos”, recordó.

Aprovechó la visibilidad de la película 1985 para enfatizar el pacto de convivencia democrática que nació entonces y acusó al macrismo de ser la fuerza política que lo destruyó. “Ningún argentino ponía en peligro su vida por opinar y pensar diferente, en ese acuerdo podíamos tener todas las diferencias del mundo, pero nadie pedía matar a nadie, ni siquiera a aquellos que hicieron de la muerte un instrumento político. Es obligación de todas las fuerzas en Argentina de volver a construir ese acuerdo democrático”, convocó.

En la disputa por ser la fuerza que pueda garantizar seguridad y orden, sobre todo en los barrios populares donde esa demanda es grande, Cristina no pidió, -tal como hace el PRO- incrementar el volumen del aparato represivo, sino que vinculó el concepto de orden con la comunidad organizada del peronismo, en donde la vida estaba estructurada alrededor del trabajo. “Para nosotros el orden es que el padre o la madre salgan todos los días a trabajar y que vuelvan a comer en su casa. El orden no es el gatillo ni el palo, es el trabajo bien remunerado”, conceptualizó.

Sin embargo, para evitar la respuesta teórica, criticó la política de seguridad de la nación, bajo la órbita Aníbal Fernández, a la policía de la Ciudad, pero también a la bonaerense. Recordó el caso del joven futbolista Lucas González “asesinado por una brigada por la policía de la Ciudad de Buenos Aires” y la masacre de San Miguel del Monte, en mayo de 2019, perpetrada por la policía bonaerense. “Olvidemos los partidos políticos en nombre de todas las víctimas, de sus familiares y sus deudos”, dijo, al dar cuenta de otro de los fenómenos que genera inseguridad en los barrios y que aparece muy clara entre las demandas: el accionar de las fuerzas policiales.

Hubo más de 60 mil personas en el Estadio Único.
Foto: @la_campora

“Hay un fenómeno de la autonomización de las fuerzas de seguridad del poder político, que las fuerzas de seguridad respondan efectivamente a las autoridades civiles. Las fuerzas de seguridad son una parte de la solución, pero también son una parte del problema si no se subordinan al poder civil”, sentenció.

“La democracia tiene una deuda en materia de la seguridad de los habitantes. Terminemos con ese debate berreta de los ‘mano dura’ por un lado y los garantistas por otro, muy cínico y mentiroso ese debate”, llamó, y volvió a criticar a Patricia Bullrich por su gestión: “Cuando estuvieron en el ministerio de Seguridad pusieron a la hermana de la miss Argentina a controlar los gastos de seguridad, ya nos dimos cuenta”.

Bullrich fue la destinataria de las más fuertes críticas de este discurso. No sólo porque es la jefa política de Gerardo Milman, el diputado que su defensa en el juicio que investiga su atentado, señala como el articulador con los autores materiales. De hecho, Cristina recordó el proyecto de ley que presentó en el que afirmaba que la vicepresidenta iba a estar involucrada en un atentado y que decía: “Sin Cristina hay peronismo”. “Sin Cristina hay peronismo inocuo para cualquier proceso de cambio”, retrucó desde el atril.

Luego le dedicó otra oración, más sutil y que se remonta a la adscripción a la violencia armada de Bullrich en sus primeros años políticos. “Que no venga una ahora a hablarnos del orden y de la violencia porque nosotros nunca estuvimos del lado de la violencia”, dijo, a la vez que reivindicó a la militancia setentista: “No es lo mismo equivocarse con su propio cuero que provocar dolor sin hacerse cargo”.

La crítica la vicepresidenta a la seguridad también cayó sobre el actual ministro de Seguridad, uno de los últimos aliados en el oficialismo que le queda a la intención reeleccionista de Alberto Fernández: Aníbal Fernández. “Cuando éramos gobierno desplegamos miles de gendarmes en el operativo Centinela. Por qué no se puede desplegar en el conurbano bonaerense en vez de tenerlo en la Patagonia no se sabe haciendo qué”, fustigó. La crítica a su exministro se basa en que desde el kirchnerismo sostienen que Aníbal se dejó llevar por la agenda de Bullrich en materia de seguridad en el sur del país.

También habló de las fuerzas armadas y de cómo fueron desplazadas por el partido judicial como instrumento de dominación de los pueblos, pero advirtió que en el único lugar en el que “hubo un golpe tradicional, fue en Bolivia, contra Evo, fueron las fuerzas armadas. ¿Saben por qué? porque cuando Evo crea la nueva constitución del Estado Plurinacional, modificó el poder judicial y estableció que los jueces tienen que ser electos. Por eso se confirma la regla, donde no hay jueces puestos a dedos presionables y eternos en sus cargos, el sistema funciona. No es bueno para la democracia que sean jueces los que decidan la política en este país”, sostuvo.

Y retomó otra de las demandas de inseguridad que vive gran parte de la población, también en los barrios populares: “Vemos mujeres que van 20 veces a la justicia y después aparecen muertas y nadie se hace cargo de nada, total están sentados ahí de por vida, como una rémora monárquica”, dijo, en relación a los cuatro varones que integran la Corte Suprema.

La vicepresidenta también volvió a hablar de la alineación de precios y salarios, recodó que “el crecimiento se lo iban a quedar 4 vivos” y rememoró, con cuadro en pantalla gigante, los momentos más altos que tuvo el salario, en el que sobresalían los gobiernos peronistas y kirchneristas. “Se puede hacer, hubo un tiempo no muy lejano en que lo hicimos”, alentó.