Los viajes son siempre experiencias formativas. Para grandes y chicos, de vacaciones, de egresados, de jubilados, por trabajo. Salir de nuestros lugares comunes siempre nos ofrece algún aprendizaje. Conocemos otros ambientes, otras personas. Nos conocemos a nosotros de otra manera, tenemos nuevas emociones.

Muchas veces, después de atravesar un momento difícil, nos hace bien irnos unos días a algún lado. En el caso de los chicos, solemos decir que de un viaje vuelven “más grandes”, que los encontramos “más desenvueltos”. Existe un consenso de que el viaje nos trae bienestar. Pero entonces, ¿por qué algunos sí y otros muchos quedan afuera?

En el caso puntual de los viajes de egresados, son siempre una oportunidad para aprender: nuevos espacios, diversos lugares de nuestro país, aprender de la convivencia en grupo, aceptar reglas de juego, ocasiones de compartir y experimentar junto a otros en un espacio distinto, diferente. Si esto es vivido por primera vez, y a veces por única vez, la relevancia personal y colectiva de poder vivir esta experiencia cobra aún mucho más valor.

Cuando antes de la pandemia se promovieron desde el Estado programas como Turismo Educativo, Coros y Orquestas Juveniles, Centros de Actividades Infantiles y tantos otros, fue desde la concepción de que la educación no se agota en lo que sucede en una clase.  Es que más allá de la prioridad que es el contenido curricular propiamente dicho, las trayectorias educativas de los chicos y chicas también abarcan las experiencias que amplían los horizontes como el acceso a bienes culturales y la posibilidad de viajar y conocerse viajando. Estos derechos  aportan y mucho al ejercicio de una ciudanía más plena. 

En ese sentido es que esta política económica del gobernador Kicillof que consiste en el Programa para la Reactivación del Turismo Bonaerense y que incluye viajes de egresados gratuitos entre otras tantas medidas, es una clara política educativa de justicia social.

En estos días escuché a muchas personas que no tienen ellos, ni sus hijos, ni nadie de su entorno cercano ninguna limitación económica para viajar, decir que este programa es un despilfarro.  Son los mismos que creen que sólo ellos tienen derecho al disfrute. Como se dijo allá por 2016, “le hicieron creer a un empleado medio que su sueldo servía para comprar celulares, plasmas, autos, motos e irse al exterior”, como si lo importante fuera el acceso restrictivo de unos pocos. En síntesis, cuando es el mercado el que define las oportunidades ya sabemos que la mayoría queda afuera. Es por esto que valoro un Estado que se hace cargo de redistribuir, también la posibilidad de estas valiosas experiencias educativas en un círculo virtuoso que involucra la reactivación del turismo y la economía local.