Un torrente de emoción, agradecimiento, amor, lágrimas, rebelión, explosión eufórica refugiada en un inquieto recuerdo que se añoraba con el pensamiento y el alma. El peronismo fue lo que fue, entre otras cosas, por esa presencia alocada y determinante en la calle. Esa calle que le cedió con exaltación y consideración ideológica a Madres, Abuelas y el resto de los organismos. Esa calle que la derecha infame pugna por apropiarse en los últimos tiempos y que por omisión propia del peronismo lo estaba obteniendo.
Pero apareció Luciani.

Por estas horas, algunas crónicas hablan de un león dormido que despertó. Con mayor carga ideológica, se podrá afirmar que se cumple con el designio de que «si tocan a Cristina…». Sucede hasta en sitios impensadamente kirchneristas del país. Lo concreto: el violento discurso del odio, la locura del antagonismo sin límites generaron que se reflotara la épica militante. Sólo algunas voces como la de Hebe se permitían presagiarlo. La multiplicación de muestras es demoledora, en contraposición con los intentos de invisibilizarlas (la nula cobertura en los medios hegemónicos ante tamaña demostración) y de cercenarlas (las sempiternas vallas con represión de Larreta, esta vez en Recoleta, como otrora fueron en la Plaza de Mayo; igual de inútil como en el ’45 cuando se bloqueó el paso por los puentes).

Mientras, trascurre el momento de celebrar la reacción popular, sin predecir el resultado final, sin la certeza de cómo terminará esta nueva pueblada; mientras se aplaude que la verdad a los gritos arrase con los posicionamientos tibios y se formula la incógnita sobre si la dirigencia responderá a la altura de las circunstancias, CFK se reinstaló como la principal catalizadora de la política argentina, paradójicamente cuando el FdT estaba en caída libre: «con ella no se jode» dicen los propios; es contra ella, replica la derecha comprendiendo que sólo esa mujer puede conducir al reencuentro triunfal.

Tal vez, la intrincada y despiadada disputa interna que soporta la propia derecha (habitualmente operativa y precisa) sea el motivo de que esta vez cometiera la chambonada garrafal de revivir al enemigo trastabillante. Del campo popular depende capitalizar estos lapsos para recuperar aire, fuerza, decisión y protagonismo. Como en los buenos combates de boxeo, dar vuelta las tarjetas cuando el nocaut estaba a punto e producirse.

Y prepararse para los rounds definitivos. «El fiscal no tiene por qué ser imparcial. Tiene postura tomada», confirma Néstor Espósito con claridad. No se trata simplemente de achacarle su falta de pruebas o su ineficacia para hacer una investigación seria e irreprochable. Aun así el veredicto final se descuenta que será desfavorable para CFK. Probablemente llegue en diciembre, en tiempos en que los corazones y las ilusiones estén cifradas en el fútbol del Mundial de Qatar. Hoy CFK está revisibilizada. Hasta los propios opositores se lo reprochan entre ellos. Los preocupa el ejemplo del proceso de revitalización de Lula. Encima, lo saben aunque lo callen, la diferencia sustancial es que en Brasil el PT no tuvo la potencia requerida en la calle para defender a su líder.

En tiempos de nuevos y aparentemente inevitables derrapes presidenciales, ya que la reactivación económica no llegó al bolsillo, se produjo la reactivación emocional. Justo esta semana cuando se intensificó un ajuste en partidas presupuestarias, que nada tiene de peronismo y que sí muestra que el gobierno que juró que no habría ajustes, sí se sujeta a las imposiciones del FMI. Con mayor o menor sometimiento que otros gobiernos, al tiempo que economistas ortodoxos, cero progresistas, con antecedentes oscuros son designados en sillones claves de la economía nacional.

Pero apareció Luciani.

En definitiva, el juego está abierto. La actualidad se puso interesante. El futuro, seguramente enmarañado, complejo de augurar, parece sintetizarse en esa esperanza popular ante una derecha que, cada vez que gobernó arrasó con todo, no sólo con esa ilusión. «