Pasaron 45 días entre la crisis cambiaria de mayo y el nuevo techo que conquistó el dólar durante esta segunda semana de junio, a las puertas de los 30 pesos. Sólo un mes y medio. El tiempo suficiente para que el entorno del presidente Mauricio Macri aplique una serie de cambios dentro del Gabinete nacional para reconstruir la autoridad económica del gobierno, que se deteriora al calor de una crisis que todavía no cesa.

La confirmación del vértigo radica en dos hechos determinantes: el inédito endeudamiento con el Fondo Monetario Internacional (FMI), anunciado diez días después del inicio de la primera corrida, y el virtual despido del presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger que forzó Macri este jueves, cuando parte de su equipo económico todavía minimizaba la gravedad de la suba del billete estadounidense.

Al cierre de esta edición, la partida de «Sturze» fue acompañada por dos enroques: el reemplazo de Juan José Aranguren por Javier Iguacel, al frente del Ministerio de Energía, y el de Francisco Cabrera por el economista Dante Sica, al mando de la cartera de Producción.

La economía

El balance provisorio de la última tormenta financiera arroja un novedoso reconocimiento del entorno presidencial. «El dólar sigue subiendo porque falta una señal más política que económica para reconstruir la confianza de los mercados», se lamentó a este diario un destacado integrante de la mesa chica que rodea al presidente. La autocrítica, admiten en la Casa Rosada, implicará un proceso de reducción de un gabinete que ahora está integrado por 22 ministros y un rediseño acorde a la reconstrucción de la autoridad económica, que ahora sigue dispersa en un equipo que coordina el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne. 

Uno de los sillones de ese «minidirectorio» ya quedó vacío y no volverá a ser ocupado: se trata del Ministerio de Finanzas, un cargo que fue específicamente creado para contener al ex JP Morgan, Luis «Toto» Caputo, que desde el viernes reemplaza al desplazado Sturzenegger en el Banco Central. La cartera volverá a ser una secretaría dependiente de Hacienda, dentro de un plan de achicamiento de ministerios que buscará, ante todo, ubicar a Dujovne como un «virtual ministro de Economía», tal como anticipó este diario cuando estalló la primera corrida.

La energía

Una alta fuente de Cambiemos, consultada al respecto, destacó que el diseño del Gabinete no sólo depende del Presidente. Sino de la capacidad que tenga, junto al ministro coordinador Marcos Peña, de reconocer las fallas políticas que le enrostran sus colaboradores más cercanos y actuar en consecuencia. Una de ellas no pasa por la paridad cambiaria, sino por la energía, y las consecuencias del tarifazo. Esa lectura desembocó en la partida de Aranguren, que hasta el viernes estuvo en una reunión del G-20, donde siguió defendiendo el tarifazo sin fisuras. Antes de la corrida de mayo, los principales críticos del aumento (y de Aranguren) eran el titular de la UCR y gobernador mendocino Alfredo Cornejo, junto a la jefa de la Coalición Cívica, Elisa Carrió. Desde que la estampida del dólar resquebrajó el optimismo de la Casa Rosada, Macri identifica especialmente a Cornejo como el indeseado «fuego amigo» que ahora no quiere volver a escuchar.

Ese malestar silencioso explica el silencio del cacique mendocino, que  desde entonces no dice una sola palabra sobre el aumento de tarifas que criticó hasta hace poco. Aún así, hay representantes del “ala política” de la mesa chica que hasta la oficialización de la partida de Aranguren repetían el “carácter impagable” del aumento de tarifas y la necesidad de «disciplinar» al funcionario o reemplazarlo para que alguien obligue a las empresas energéticas a negociar con un representante del Gobierno que no les pertenezca. La salida del ex CEO de Shell sería la concesión de Macri a su «ala política», que reclama (al igual que Cornejo), financiar el aumento de tarifas «hasta en 12 cuotas».

Con la creciente devaluación del peso, la dolarización de las tarifas de servicios públicos se transformó en una zona tan delicada para Macri, como la depreciación de la confianza del mercado sobre su gestión. Ese tembladeral de críticas también se cargó al mendocino Cabrera al frente de Producción, señalado por una «pésima» interlocución con los sectores industriales y por una «deficiente» política de «Defensa de la Competencia». Incluso ahora que el Ejecutivo cuenta con una nueva ley, presentada por Elisa Carrió y sancionada en medio de la crisis financiera. En su lugar estará el economista Sica,  muy vinculado al grupo Techint y exsecretario de Industria del interinato de Eduardo Duhalde. En el caso de Iguacel, flamante jefe de la cartera  de Energía, hasta el viernes estuvo al mando de Vialidad Nacional, donde ejecutó un brutal ajuste, pero antes cumplía funciones como vice de Pluspetrol, una de las empresas con más zonas concesionadas en el yacimiento no convencional de Vaca Muerta.

Cabrera no se va a su casa: estará al frente del Banco de Inversión y Comercio Exterior (BICE) y asesorará a Macri, que lo sostiene desde 2008, durante su primer mandato como jefe de Gobierno porteño. «

Enroques para contener el costo del ajuste

La firma del acuerdo con el FMI, prevista para este miércoles 20, y el desembolso de los primeros 7500 millones del crédito, serán la señal de largada para una reducción del déficit, que dentro del Gobierno reconocen como “muy dura”. Su ejecución implicará otras necesidades políticas para el Ejecutivo, tanto en la relación con las centrales sindicales, organizaciones sociales, con la Iglesia, e incluso con el Vaticano. En la Cancillería preparan la partida de Santiago de Estrada de la Secretaría de Culto y su remplazo por Alfredo Albriani, su segundo, y un hombre de Peña, que deberá lidiar con el creciente rechazo pontificio hacia su figura.

Si antes de la crisis de mayo la partida del ministro de Trabajo Jorge Triaca estaba prevista para antes de fin de año, su sillón ahora es materia de especulaciones, especialmente por la necesidad del Gobierno para afrontar el nivel de conflictividad que se avecina por el traslado a precios de la devaluación del peso y por el alcance del ajuste que controlarán los técnicos del FMI. Esa escala despierta preocupaciones en distintos funcionarios, por el seguro traslado de la disputa salarial a la conflictividad callejera, con una fuerza similar a la que ya late en los territorios del Conurbano bonaerense con las organizaciones sociales que ya hicieron llegar su preocupación extrema por las consecuencias sociales de la devaluación al Gobierno, pero también a la Iglesia.

Así, la ministra de Desarrollo Social, Carolina Stanley, podría sumar mayor preeminencia en el equipo de bomberos oficiales, aunque la titular de la cartera de Seguridad, Patricia Bullrich, podría jugar un rol contrario, en el marco de una reforma del rol de las Fuerzas Armadas, para sostener en las calles, la credibilidad que Macri busca recuperar en los mercados, pero que todavía no conquista.