“Le pedí que no hiciera olas, pero Mauricio (Macri) es incontrolable; además, está desbordado”, le confió el abogado Pablo Lanusse a un colega.

Se refería al mensaje intimidatorio que su cliente, el ex presidente, le mandó en su cuenta de Twitter a la jueza Marta Cirulli, quien entiende en el expediente de la deuda del Correo Argentino, para que no acepte el pedido de quiebra efectuado por el titular de la Procuración del Tesoro Nacional, Carlos Zannini.

Ese mismo día, con la premura de un bombero, la voz de Lanusse fue escuchada en el programa Lanata Sin Filtro, de radio Mitre, donde hizo suyo el mismo concepto vertido por Macri en aquella red social: “Zannini se pone en una situación de abogado militante, y su postura está poniendo en crisis y en peligro el erario nacional”. Asimismo aseguró que Macri está “muy tranquilo”.

Justo cuando concluía su aparición radial, trascendía en los medios que el propio Zannini será también el representante del Estado en la querella penal iniciada contra Macri por supuesta administración fraudulenta y defraudación, por los préstamos del Fondo Monetario Internacional (FMI).

A la vez, se encuentra a la intemperie por las frecuentes visitas a la Casa Rosada y a la Quinta de Olivos de los jueces de Casación Mariano Borinsky y Gustavo Hornos, junto con las del magistrado de la Cámara Federal Mariano Llorens y las del fiscal Raúl Pleé.

En tanto, para su sorpresa, su querida Cámara de Casación habilitaba una de sus mayores pesadillas: la revisión por parte de la jueza María Servini –a cargo de la causa por la persecución a los empresarios Cristóbal López y Fabián de Souza– de los cruces telefónicos entre el prófugo Fabián Rodríguez Simón (a) “Pepín” y él. Un peritaje de consecuencias impredecibles.

A dicho panorama hay que sumar otros dos “problemitas”: la pesquisa sobre las concesiones irregulares de los parques eólicos y la de las autopistas.

Son apenas algunos entredichos penales que preocuparían a cualquier persona sensata, sobre 173 causas en las que Macri figura como denunciado.

No menos alarmante, desde luego, son las causas por espionaje ilegal instruidas en Lomas de Zamora, en donde el ex jefe de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI), Gustavo Arribas –el “más vivo” de sus amigos”– acumula procesamientos hasta el cogote.

Claro que no deja de ser encomiable la actitud de entrega de Borinsky. Ya en la adversidad, empapado de descrédito y con su carrera en la cornisa (no la de Luis Majul), se resiste a dejar la causa por espionaje –todavía en Lomas de Zamora– hasta que la Corte Suprema lo resuelva, al rechazar la recusación en su contra por el vínculo que mantuvo con el aún secretario privado Darío Nieto, quien todavía asiste a Macri.

No es una época excelente para él.

En este punto bien vale retroceder por un momento a julio de 2019. Fue cuando, al dialogar con Jorge Asís en su ciclo televisivo Nada Personal, la inefable Viviana Canosa incurrió en una infidencia: “La última vez que hablé con Macri me dijo que, si pierde las elecciones, tiene miedo de ir preso”.

Ya se sabe que días después perdió abrumadoramente en las PASO.

Resultó notable que, desde el final del régimen macrista, su ministro de Justicia, Germán Garavano, mantuviera un bajo perfil inquebrantable. Hasta hubo quienes se preguntaban cuál habría sido su reacción ante –por ejemplo– el escándalo de la “mesa judicial”, habiendo sido justamente él su camarero.

Ahora, tal vez por motivos ajenos a su voluntad, supo emerger de las tinieblas con una misión precisa: efectuar una denuncia ante la Organización de los Estados Americanos (OEA) –junto con la ex embajadora ante ese foro, Paula Bertol– por el supuesto “deterioro institucional” del país bajo la gestión de Alberto Fernández. Una disfunción que incluiría el “avasallamiento a la Justicia y al periodismo crítico”, además de la “persecución” a Macri, siendo este, en rigor, el eje del asunto. Su destinatario: nada menos que el secretario general de la OEA, Luis Almagro, un canalla demasiado sensato como para no empeorar su oscuro presente, luego del aval que le brindó al golpe contra Evo Morales en Bolivia.

¿Qué extraño compromiso habría obligado a Garavano a interceder por el líder del PRO? Al respecto, bien vale evocar sus dramáticos días en el otoño de 2019. Con la imagen del macrismo en caída libre, en medio del incendio económico, la descomposición partidaria y los escándalos penales, aquel tipo –según conjeturó entonces la revista Noticias– fantaseaba con la abdicación anticipada. Sus colaboradores lo describían alicaído, agotado, taciturno y, por momentos, al borde de un colapso nervioso. Los motivos: el destrato recibido desde la Casa Rosada a lo largo de toda su gestión, la tozudez presidencial, el autoritarismo de la cúpula del PRO hacia los funcionarios, el gran encono que le dispensaba Marcos Peña y los continuos ataques de Elisa Carrió (quien hasta lo trataba de “imbécil”) sin que nadie saliera a defenderlo.

Ahora es la voz de Macri ante el concierto de las naciones americanas. Pero tal regreso, como se vio, no fue muy venturoso. ¡Pobre Germán!

Más criterioso resultó el doctor Lanusse, quien le susurraba otra vez al oído del colega: “Mauricio está desbordado”.