El gobierno desempolvará su agenda de contactos con los sindicatos desde el martes, cuando las dos Centrales de Trabajadores Argentinos realicen un congreso para ponerle fecha a una huelga nacional, y mientras la poderosa Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte (CATT) delibere la misma alternativa pero desde las entrañas del cegetismo. Ante los previsibles conflictos de alcance federal, el ministro de Trabajo, Jorge Triaca, se reunirá con representantes de la industria textil, calzado, metalúrgicos, «y otros sectores que atraviesan crisis productivas», revelaron a Tiempo fuentes de la cartera laboral.

«Vamos a trabajar como cirujanos, caso por caso, y evitaremos volver a una mesa ampliada. Las interlocuciones que teníamos ya no son tan válidas como lo fueron», evaluó un funcionario de la cartera de Interior que conduce Rogelio Frigerio.

Dentro de Balcarce 50 las lecturas lineales no abundan tanto como antes respecto de la relación de Cambiemos con el sindicalismo y, especialmente, con la CGT. El desenlace con incidentes de la marcha del martes solo generó euforia en un sector de la Rosada, cuyos voceros se empecinaron en remarcar que las imágenes eran «un viaje al pasado, donde solo pierden los sindicatos». Sin embargo, en los ministerios del Gabinete económico que siguen el pulso diario de la relación con los gremios, identificaron que la bronca provino «de las bases cegetistas», un fenómeno que horadó la capacidad negociadora del triunvirato unificador de la CGT. «Se fueron hace más de un mes de la Mesa de Diálogo que armamos el año pasado, y después de la marcha son víctimas del paro que ni siquiera pudieron anunciar», advirtió una segunda línea de Trabajo, sin asumir que parte de las presiones para bajarle el tono al paro provinieron del presidente Mauricio Macri, Triaca y dos funcionarios que también mantienen interlocuciones gremiales, como Frigerio y el titular de Transporte, Guillermo Dietrich.

En el caso de Interior y Obras Públicas, existen dos mesas de trabajo con la UOCRA, conducida por Gerardo Martínez, una tercera con los trabajadores de Obras Sanitarias, representados por Jose Luis Lingieri, y una cuarta con Guillermo Pereyra, titular del sindicato de petroleros de Río Negro, La Pampa y Neuquén. «En ninguno de los casos quedó suspendido el diálogo», explicaron en la Rosada.

«Con las interlocuciones oficiales tan debilitadas quizás ya no haya margen para impedir una huelga nacional, pero intentaremos que tenga el menor alcance posible», confirmaron desde una oficina del gabinete económico.

En el caso de Transporte, el diálogo pasa por el diálogo con la UTA, el gremio de los colectiveros que encabeza Roberto Fernández. Desde Agroindustria, en manos del radical Ricardo Buryaile, el «puente de plata» conecta con Gerónimo «Momo» Venegas, jefe del gremio de los trabajadores rurales UATRE.

La hoja de ruta de la «cirugía» también encierra críticas hacia adentro, especialmente hacia el titular de Producción, Francisco Cabrera, y a su secretario de Comercio Miguel Braun, primo del jefe de Gabinete, Marcos Peña, y accionista de La Anónima, una de las mayores empresas supermercadistas. A ambos los culpan de «no ponerle freno, ni control, a los empresarios que despiden y a los formadores de precios». Por eso, en Hacienda advierten que los eventuales cambios de Gabinete podrían empezar por esas áreas.

El informe de la UCA sobre un aumento en la tasa de pobreza nacional desde la llegada de Macri al poder también movilizó al gobierno. El dato ensombreció anuncios oficiales el relanzamiento del PROCREAR con créditos dirigidos a la «clase media baja». Y aceleró el plan de mitigación de conflictos, también en manos de la ministra de Desarrollo Social, Carolina Stanley, que aceleró la reglamentación de la Emergencia Social para evitar una marcha de organizaciones sociales y la CTEP que, finalmente, se trasladó al miércoles con un plan de corte de calles. «