Mauricio Macri gobierna en estado de emoción violenta. El lunes que siguió a los comicios, por caso, el gobierno habría aplicado un correctivo perverso contra la sociedad que lo tapó de votos. «El presidente dijo ‘que el dólar se vaya a donde se tenga que ir y que los argentinos aprendan a votar’ luego de las elecciones», afirmó el viernes el expresidente del Banco Central, Martín Redrado. El economista dijo que la información provino de empleados de la entidad, testigos directos del episodio.

¿El presidente infringió un feroz daño adicional a los bolsillos de los argentinos por pura vendetta personal?

La estrepitosa salida del closet republicanista para exhibirse como un autócrata desesperado fue un efecto colateral del «urnazo» del domingo, que sorprendió por su alcance y magnitud: la cosecha dejó grogui al presidente, puso fuera de juego a María Eugenia Vidal y llenó de dudas a Horacio Rodríguez Larreta.

El calendario electoral, sin embargo, dejó abierta una oportunidad. Macri tiene dos meses para revertir un resultado personal que parece irreversible. Pero, sobre todo, para evitar que su partido –el PRO– se desintegre en el naufragio. 

Pase lo que pase en octubre, la alianza con la UCR ya fue. Y el vínculo con la Coalición Cívica quedará en manos de Rodríguez Larreta, que necesitará de esos escaños para ejercer su eventual segundo mandato en la Ciudad. 

La inminente dispersión de Cambiemos impacta en la campaña, donde cada candidato quedó en libertad de acción. Los intendentes bonaerenses, por caso, repartirán boletas propias adosadas con la fórmula Fernández-Fernández, al igual que candidatos a legisladores nacionales y locales en distintos puntos del país. 

Vidal acompañará a los más cercanos –como su ex Ramiro Tagliaferro, que busca reelegir en Morón–, pero concentrará la mayor parte de su tiempo en ajustar las cuentas de la gestión provincial. El «cierre de gobierno» es una tarea sensible y compleja, donde los funcionarios ponen en juego su futura libertad personal. Eso explica por qué, en estas horas, a los ministros bonaerenses les cuesta encontrar secretarios y subsecretarios que firmen los expedientes. 

Macri, por su parte, se propuso una campaña de shock: todos los días un hecho. La intención es mostrarse al comando del gobierno y exprimir la botonera del Estado con acciones de dudosa legalidad. Un ejemplo: el presidente decretó la suba del mínimo no imponible de Ganancias y la suspensión del IVA a alimentos básicos. Se trata de dos tributos coparticipables, por lo que debió discutirlo el Congreso. No ocurrió. 

El monto que dejarán de percibir las provincias orilla los 37 mil millones de pesos, según el Instituto Argentino de Análisis Fiscal (IARAF). Varios gobernadores advirtieron que la sangría pone en riesgo el pago de salarios. El gobierno extiende su agonía a todo el territorio nacional.

Medidas de corto plazo, retoques en el Gabinete, carpetazos judiciales. Las opciones de cortinas de humo que ofrece el Estado son inagotables. Y el gobierno está dispuesto a usarlas todas, sin medir costos: sólo las medidas anunciadas esta semana insumirán unos 60 mil millones de pesos de recursos fiscales.

Una vieja teoría conspirativa señala que Nerón incendió Roma para acusar a los cristianos, enemigos a los que estigmatizó y persiguió con saña y crueldad. En política, hay ocasiones en que la historia funciona como diagnóstico de precisión.

Total normalidad.