Mauricio Macri no gestiona como CEO, sino como heredero. La diferencia no es menor. La continuidad en el poder de un CEO depende de su eficiencia. Si fracasa, un gerente es reemplazado. El heredero, en cambio, la tiene atada: ¿Quién echa al hijo del dueño? Su poder es, si se quiere, a prueba de errores. O de torpezas, como gusta justificarse el oficialismo.

En la conferencia de prensa del jueves, Macri echó mano de su condición de heredero para justificar los últimos derrapes de su gestión. Es una estrategia que, aunque remanida, sigue siendo eficaz: todavía hay millones de argentinos que creen que todos los problemas económicos del presente provienen del gobierno que pasó. O que los escándalos que rodean a los negocios del Clan Macri son responsabilidad exclusiva de Franco, el patriarca familiar.

Los escuderos mediáticos ayudan a propagar el relato que le adjudica los infortunios de Mauricio a su papá. No es, por cierto, lo que dicen los papeles: según los documentos oficiales, el patriarca legó la gestión de su emporio a sus hijos en 2009. Mauricio, a su vez, cedió su participación accionaria a sus tres hijos mayores, pero conservó el usufructo y la ley protege sus derechos como primogénito en la línea de sucesión patrimonial. Pero eso no es lo único que liga a Mauricio con las empresas familiares. El presidente nombró a ex ejecutivos de esas empresas en áreas clave del Estado en Nación y provincia de Buenos Aires.

Una de las canteras que nutrió de funcionarios al gobierno fue precisamente el Correo Argentino, emblema de la patria contratista que hizo –y pretende seguir haciendo– fortuna exprimiendo al Estado. Cerca de una decena de ex directivos del Correo en tiempos de Socma –la holding del clan– fueron reciclados por Macri en distintos puntos estratégicos del Estado. El más encumbrado es Andrés Ibarra, que obtuvo el Ministerio de Modernización. Íntimo del presidente, Ibarra fue director titular del Correo Argentino hasta que la empresa se fundió. En paralelo, Macri lo nombró gerente de Boca Juniors, donde trabó lazos de afecto y negocios con otro íntimo del primer mandatario, Gustavo Arribas. En Boca, Ibarra también conoció al ex comisario Jorge «Fino» Palacios, gerente de Seguridad del club xeneize y futuro jefe fundador de la Policía Metropolitana. Palacios hoy espera que se inicie el juicio donde se lo acusa de haber montado una estructura de espionaje ilegal en la Ciudad. En esa causa se asegura que el ex policía se habría nutrido de los servicios del espía Ciro James, quien obtuvo un curioso contrato en el Ministerio de Educación, donde Ibarra cumplía tareas como subsecretario de Gestión Económica y Financiera.

Ibarra lleva décadas sentado a la mesa chica de Macri, que le inventó un ministerio. En Modernización, Ibarra acomodó a otros dos ex directores de Correo Argentino SA: su jefe de asesores, Fernando Daniel Viola, y Carlos Alberto Lelio, subsecretario de Relaciones Laborales. Los tres tuvieron la salida prohibida del país en 2003, cuando el juez Eduardo Favier Dubois decretó la quiebra de Correo Argentino.

Otro de los directores incluidos en ese expediente fue Rafael Sardella, a quien la gobernadora María Eugenia Vidal nombró al frente de Aguas Bonaerense SA (ABSA). Responsable de instrumentar un feroz incremento tarifario que, según evaluaciones oficiales, debería trepar un 140%, Sardella sobrevivió a la estatización y formó parte del directorio de Correo Argentino SA hasta 2005, cuando estalló una investigación por la tercerización de servicios en empresas postales privadas. El escándalo de las «consolidadoras» desnudó cómo, aun después de la estatización, antiguos directivos del Clan Macri hacían negocios privados con recursos públicos.

Sardella mantuvo vínculos permanentes con los directivos del clan Macri. Hasta 2014, por caso, fue socio de Leonardo Maffioli en las firma Virtual Gasnet International SA. También compartieron el directorio de Líneas de Transmisión del Litoral SA. Maffioli, ex director del Correo, es el actual administrador de Socma SA y sus lazos se extienden a otros allegados al clan. Es socio, por caso, de Nicolás «Nicky» Caputo, el íntimo del presidente que oficia de asesor sin cartera. Maffioli y Caputo son socios en la firma Mirgor, una empresa que se dedica a la fabricación de aires acondicionados para autos que fue fundada en los años 80 por Mauricio. En su última declaración jurada, el presidente anotó que su amigo Nicky le debe más de 20 millones de pesos.

En ABSA, junto a Sardella, trabaja Luis Juan Bouzón, ex director corporativo de Correo Argentino SA. Otro compañero de directorio que recaló en territorio bonaerense fue Ernesto Alberto Gaspari, que en abril de 2016 fue nombrado titular del Ente de administración del Astillero Río Santiago. Aunque en las formas responde a la gobernadora Vidal, funcionarios de la provincia admiten que su designación, como las de ABSA, fueron requeridas por el Ejecutivo nacional.

Una de las primeras medidas que Macri tomó como Presidente fue reponer en el Correo estatal a Jorge Irigoin, CEO de la firma en los años en que estuvo bajo dominio del clan. La reposición de Irigoin sembró pánico entre los empleados postales: durante su gestión al frente de la privatizada se ejecutaron más de 10 mil despidos. El regreso de Irigoin, junto a la inseminación de ex directivos de Correo Argentino SA en distintas reparticiones del Estado, exhibe la cercanía de Macri con una empresa a la que ahora dice casi desconocer. Las evidencias cuentan otra historia. «