Verdadero emblema del sentimiento malvinero en el extremo sur del país, la Vigilia concentra en una sola noche y en un solo lugar, Río Grande, Tierra del Fuego, dosis de fervor patriótico irrepetibles en cualquier otra ciudad. Cuando en los primeros instantes de este 2 de abril comenzó a sonar una sirena –la misma que hace 36 años impelía a cerrar puertas y ventanas y apagar luces, en prevención de un eventual bombardeo-, más de seis mil personas reunidas en torno al Monumento a los Héroes de Malvinas, frente al Mar Argentino y bajo una gélida y puntual aguanieve, entonaron el Himno, vivaron a la Patria y entregaron una escena conmovedora, dándole contenido real y concreto a una fecha que en otras latitudes es poco más que un feriado y a una causa que aquí se milita todo el año.


Río Grande tiene bien ganado el título de Capital Nacional de la Vigilia, una costumbre que inauguraron un puñado de ex combatientes congregados alrededor de un tacho de metal con leña, a orillas del mar, mirando hacia Malvinas, toda la noche en la víspera del aniversario del desembarco, para honrar la memoria de sus compañeros caídos.


Esta edición fue ciertamente multitudinaria para la escala de esta remota provincia. Hubo una carrera de nadadores en las aguas heladas y una prueba aeróbica desde la Base Aeronaval hasta el Monumento, y mucha gente, grandes y chicos, vecinos de a pie y uniformados de las distintas fuerzas que tienen asiento en Río Grande, durante todo el domingo, de visita en la Carpa de la Dignidad, donde los veteranos se reúnen para contar su historia.


Hasta allí llegó cuando ya había caído la noche la gobernadora Rosana Bertone con un invitado estelar, el senador Julio Cobos. Dentro de la carpa, hubo distinciones varias y discursos tibios, que abusaron del concepto de gesta heroica y se acordaron muy vagamente de la soberanía. Es la trampa de la que Bertone, electa por el FpV pero alineada con un gobierno nacional que pretende avanzar en polémicos acuerdos con Gran Bretaña para la explotación de recursos naturales en las islas, no puede salir.



La presencia del orfebre Juan Carlos Pallarols, que cinceló “dos rosas por la paz” con vainas fundidas de balas de Malvinas –depositadas una en Darwin y otra en el cementerio de San Carlos, donde están los británicos caídos- terminó de decorar el tono conciliador que apuntala la política exterior de Cambiemos.


Promediando la noche, llegaron a la carpa viejos correligionarios que el cambio de época parece haber restituido a la vidriera política. Enrique “Coti” Nosiglia y “Freddy” Storani, de paso por Ushuaia para participar de un homenaje a Raúl Alfonsín a nueve años de su muerte, entraron, saludaron y se retiraron cuando un cura local empezó a dar misa.




El clímax de la noche llegó pasadas las 22, con la recreación de la Operación Rosario, el desembarco en Puerto Argentino de la madrugada del 2 de abril de 1982. Miembros del Batallón de Infantería Marina 5 –que participó activamente del conflicto y perdió a 16 de sus hombres en las islas- avanzaron desde la costa entre el humo de bengalas, cruzaron la avenida Héroes de Malvinas entre la multitud que los filmaba desde sus celulares y treparon una loma, entre pastizales, hasta la residencia del gobernador colonial RexHunt, improvisada con una casa rodante. Se oyen las detonaciones de los fusiles, muereel capitán Giachino, se rinde la guarnición inglesa, se iza la Bandera en las islas, todo relatado por un locutor. La representación acaba con un aplauso cerrado y vivas a la Patria.


El tono general del acto podría parecer equívoco para un recién llegado. Se habla invariablemente de gesta, de heroísmo, en una atmósfera más bien militarista: al menos una décima parte de los asistentes viste el uniforme de alguna de las fuerzas de seguridad con asiento en la región. No hay, ni de lejos, alusiones al aventurerismo de la dictadura genocida. Sobre el final del acto, sin embargo, el único orador, un veterano, pone las cosas en su justo lugar (ver aparte): el recuerdo de los caídos en combate y la reafirmación de la soberanía sobre las islas son las reivindicaciones excluyentes que movilizan a toda esta gente.


Para entonces, los ex combatientes ya desfilaron con antorchas ycae un aguanieve helada en Río Grande. No hay un solo paraguas: el viento, que aquí nunca amaina, los desaconseja. Y nadie se mueve, fieles al mandato inscripto en las paredes del Monumento a los Héroes de Malvinas: “Un pueblo jamás debe cuidar a los que dieron su vida por la dignidad de todos”