Massa y Grabois, con la misión de darle un buen piso electoral a Unión por la Patria

Por: Gimena Fuertes

La primaria del oficialismo presenta dos proyectos con diferencias que, más allá de los objetivos personales, necesita pasar la primera prueba. La crisis, un factor ineludible.

Unión por la Patria llega a estas PASO con una interna desigual que cuenta con dos candidatos que expresan proyectos que tienen profundas diferencias: el ministro de Economía Sergio Massa y el dirigente social Juan Grabois. Este sello político nacido para la ocasión, tiene a su favor que cuenta con la integración de casi todo el peronismo -a excepción de la aventura cordobesista y la resistencia de Guillermo Moreno. En contra tiene el 39% de pobreza que deja la gestión actual en medio de una inflación mensual que erosiona a su propia base electoral.

El peronismo se juega su reelección, pero no cuenta con el período actual de gobierno como un activo a exhibir. Massa, quien es secundado en la fórmula por el actual jefe de Gabinete, Agustín Rossi, leyó bien ese obstáculo, evitó el discurso exculpatorio y pidió perdón por lo que faltó. Ahora, si bien se rearmó la misma alianza electoral que en 2019, con los mismos protagonistas, los roles son otros.

El albertismo quedó reducido a dos lugares en la lista bonaerense de diputados, y el kirchnerismo, que quedó corrido de la fórmula, está fortalecido en las listas legislativas de todo el país. Sin embargo, ni la vicepresidenta Cristina Fernández, ni Máximo Kirchner, candidato a primer diputado, participaron públicamente de la campaña.

En un escenario corrido a la derecha, Sergio Massa se juega la única carta que podrá sostener su candidatura en octubre: salir primero en agosto. Con una campaña frenética, que llegó a incluir tres actos seguidos en distintos puntos del país en un mismo día, el ministro candidato intentó recuperar el tiempo perdido en la definición de la fórmula. Sus contrincantes cambiemitas, con su picante interna, venían posicionándose desde principio de año, mientras que Massa recién salió a la cancha la última semana de junio.

La campaña aunó esfuerzos logísticos que aportaron dos grandes estructuras políticas: La Cámpora y el Frente Renovador, reunidas en un único edificio en Mitre al 300. En el territorio, Massa dividió su esfuerzo entre las provincias y los municipios del conurbano. Con cada dirigente local acordó militancia y fiscalización de los votos. Es que desde el comando de campaña temen que la alta abstención que se viene mostrando en las elecciones provinciales, perjudique más al oficialismo que a la oposición.

El territorio mostró un escenario adverso para el oficialismo, que ya perdió las gobernaciones de San Juan y San Luis, tuvo muy malas performances en las PASO de Santa Fe y en las generales de Córdoba y muestra muchas dificultades para las elecciones de Chaco. En el espacio massista juran que no miran encuestas, en parte porque quedaron como herramientas anacrónicas ante una sociedad apática, y repiten que se van a mantener fieles a la hoja de ruta trazada al comienzo de la campaña, “si es que no pasa nada raro”, según dijo un alto dirigente massista a Tiempo. Sin embargo, esa hipótesis es de escaso cumplimiento en Argentina.

El objetivo de estas últimas semanas había sido identificar a Massa con su rol de gestión, con la capacidad de llevar a delante el cargo de presidente. Pero, en medio de las corridas cambiarias del dólar ilegal durante las últimas semanas, el asesinato de Morena de 11 años en Lanús y la muerte del fotógrafo Facundo Molares Schoenfeld en la represión en el Obelisco terminaron por modificar los ejes trazados.

La realidad impuso que Massa terminara hablando de seguridad, para lo que recurrió a su experiencia como intendente en Tigre, vinculada a los dispositivos de prevención como botones de antipánico y cámaras de seguridad. Pero también se vio obligado a pronunciarse sobre la protesta social, ante la cual sus contrincantes de la oposición tienen una propuesta muy concreta. En un mensaje grabado, que reemplazó el acto final de campaña, Massa calificó a los hechos del Obelisco como “un incidente”.

El levantamiento de los cierres de campaña tuvo otra consecuencia. Impidió a Massa y Axel Kicillof dar una muestra de unidad en el Teatro Argentino de La Plata. Recién este sábado tuvieron su foto juntos en el centro de cómputos y control electoral de UP. La suerte de ambos dirigentes está atada, ya que la provincia representa el 37% del padrón electoral nacional. Sin embargo, un intendente contó a Tiempo que la desidentificación de las campañas se notaba en los colores de la cartelería: uno para el intendente, otro para Axel y otro distinto para Massa. “Las desventajas de haber empezado tarde”, lamentaban.

En tanto, Juan Grabois hizo una campaña a base de esfuerzo militante, a la vez que logró sacarse foto con toda la dirigencia importante del pankirchnerismo, incluyendo intendentes camporistas y gobernadores que llevarán su boleta en todas las provincias. Si bien la distancia con su contrincante se prevé muy significativa, Grabois, acompañado por Paula Abal Medina en la fórmula, dará el paso de dirigente social a representante con caudal político propio. Un interrogante es qué actitud asumirán sus votantes en octubre, o si el precandidato si estará dispuesto a proponer oficialmente trasvasar su caudal electoral a Massa.

Más allá de las especulaciones sobre si conviene que en la oposición gane Patricia Bullrich, contra quien se puede polarizar mejor, u Horacio Rodríguez Larreta, que no captaría los votos de Javier Milei, Massa sabrá este domingo quién será su contrincante. Y en base a eso, trazará el segundo tramo de su hoja de ruta hacia octubre. Habrá que ver cuán fiel se puede mantener el candidato en medio de una situación social que se muestra cada vez más convulsionada.

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