Hace 12 meses brindábamos por la llegada de un nuevo año con la incertidumbre de los primeros síntomas de vaciamiento empresario. No nos habían liquidado el aguinaldo y ya habían anticipado que no había plata para pagar enero. El 31 de diciembre de 2015 la asamblea de trabajadores denunciaba públicamente esta situación a través de un comunicado de su comisión interna.

Nunca más volvimos a cobrar de Balkbrug SA, la sociedad editora del viejo Tiempo Argentino. Llegaron las marchas, los cortes de calle y el festival que desbordó el Parque Centenario. La permanencia en la redacción para preservar las herramientas de trabajo y las ediciones digitales. El 24 de marzo y la constitución de la cooperativa Por Más Tiempo. El primer diario autogestionado y las ediciones agotadas. Las notas que golpearon la agenda y el desprecio de los funcionarios públicos que decían haber terminado “la guerra contra el periodismo”. Los primeros lectores que se hicieron socios del proyecto y la web.

El ataque de la patota y la recuperación de la redacción. La causa judicial en la que nos querían desalojar; la que se inició cuando nos golpearon e intentaron impedir que Tiempo sig en la calle; la que investiga el comportamiento de la Policía Federal aquella noche; el pedido de quiebra de Balkbrug y la denuncia penal a los responsables del desfalco del Grupo 23. El acuerdo de Tiempo con la UNESCO y el Consorcio de Periodismo Autogestivo con las universidades públicas nacionales. La edición especial de Fidel, la memorable portada de Milagro Sala y el reconocimiento profesional. La fiesta de fin de año y la mudanza.

En diciembre pasado éramos apenas periodistas que trabajaban en un medio privado. Hoy somos también contadores, administradores, publicistas, abogados, responsables de Recursos Humanos, coordinadores de suscripciones, organizadores de eventos, parrilleros y personal de seguridad, entre otras tantas funciones. Todo eso lo hemos hecho con un enorme nivel de compromiso y organización. Apostando a un proyecto tan difícil como emocionante, a una gesta en la que pocos confiaban, a un sueño que no termina de materializarse porque aún le seguimos dando forma cada día, cada hora, con cada esfuerzo cooperativo.

Contamos para todo eso con una ayuda fundamental: la de un enorme grupo de cooperativas, organizaciones sociales y políticas, medios de comunicación, compañeros de prensa, lectores y amigos. Nos prestaron su experiencia y nos mostraron el camino que habían recorrido. Nos tendieron su mano solidaria y nos dieron la fuerza para dar los primeros pasos. Son tantos que sería imposible mencionarlos a todos, pero nos enorgullecemos hoy de seguir caminando a su lado.

Empezamos con pasos pequeños, pero decididos. Sabíamos lo que queríamos hacer: un diario comercial de publicación semanal que dispute la agenda y defienda los derechos de los sectores populares, que tuviera una versión web para enriquecer el análisis informativo el resto de la semana y que se sostuviera a través del aporte de los socios y lectores. Que fueran muchos de ellos y no un grupo pequeño de empresas o de personas los que hicieran la inversión económica. Sólo así podríamos tener la libertad necesaria para hacer el tipo de periodismo que justifica este sacrificio. Sólo así podríamos crear una comunidad dispuesta a darle una chance a nuestro proyecto.

Para ello fue importante entender este proyecto como algo más que una salida coyuntural. Creímos en nuestras ideas, en nuestra capacidad de aprendizaje y de adaptación, en nuestra unidad y en nuestra forma de dirimir las discusiones. Confiamos en que podíamos llegar a esta edición, la última de 2016, a tener una sede nueva y más ideas para el segundo año autogestionado: el año que debe ser el de la consolidación.

Aprendimos de cooperativismo a medida que lo ejercimos. Nos dimos cuenta de que, como el periodismo, eso también se aprende en la práctica y en la calle. Pero a diferencia de lo que muchos tratan de inculcar sobre el oficio que elegimos, en la economía social sólo se consiguen grandes victorias si se trabaja de manera colectiva. Aprendimos entonces a volcar esa visión a nuestras notas. Aprendimos a hacer mejor periodismo. También nos equivocamos y corregimos. Pusimos aquí nuestras ilusiones y avanzamos. Fijamos nuevas metas y seguimos, con la inercia de lo que está vivo y busca crecer.
El verano nos trae un nuevo desafío: llegar a la Costa. Acompañar a miles de veraneantes en su descanso y alcanzar las manos de tantos otros que nos reclaman una mayor presencia por fuera del Gran Buenos Aires. Asumir un riesgo más para la cooperativa en momentos en los que nadie quiere apostar económicamente. Con la certeza también de que el papel no será el soporte que garantizará a largo plazo la perdurabilidad del emprendimiento.

Avanzar, nuevamente, sabiendo que todo es parte de aquella estrategia inicial. Una estrategia en la que es imprescindible mantener la calidad del producto, aun en meses como los que se vienen de menor presión informativa. Hacerlo mientras terminamos de poner a punto nuestra flamante redacción, preparamos los talleres que empezaremos a dar el año próximo, cerramos acuerdos comerciales y volvemos a organizar nuestro trabajo de acuerdo a las necesidades de la empresa cooperativa.

Así enumerado parece mucho. Pero en la práctica es apenas un desafío más. Que nos ilusiona y nos vuelve a poner la mira en el futuro. Porque hacia allí va Tiempo, tratando de hacer cosas en el presente para que lo que viene sea mejor. Y creemos en que así será porque lo transcurrido nos da fuerza. Porque cada vez son más los que nos leen y los que se asocian a este proyecto confiando en que vale la pena financiar periodismo de calidad.

Son ustedes, los que leen estas líneas, los que nos llenan la copa este 31 de diciembre. Y brindaremos con muchas más certezas que hace un año. Con mucho más orgullo y felicidad. Por ustedes, y Por Más Tiempo. Gracias. <