Clara, una mujer parecida a la mayoría de las mujeres, decide entrenarse en el boxeo y formar una cuadrilla de mujeres boxeadores. Ésta es la anécdota mínima de Los golpes de Clara, un unipersonal que habla de temas de género. Lo protagoniza la actriz Carolina Guevara, a quien también pertenece la dramaturgia junto con Leandro Rosati. Resulta imposible no sentirse interpelada / o por el monólogo de Clara que al hablar de sí misma habla de lo difícil que es ser mujer en esta sociedad. 

Estrenada en Centro Cultural de la Cooperación (CCC) en 2017 dentro de la programación de varieté y luego de haber recorrido diversos puntos del país, este domingo a las 20 se presenta en la Sala Pugliese del CCC, Corrientes 1543, en el marco de la cuarta edición del Festival Humoris Causa. 

¿Es posible tratar los problemas de género desde el humor sin banalizarlos y sin caer en el lugar común? Carolina Guevara, que ha presentado la obra tanto en teatros como en ámbitos menos convencionales como una cooperativa textil con presencia de mujeres, mujeres y chicos de la comunidad wichi, contesta para Tiempo Argentino ésta y otras preguntas preguntas. 

Sos dramaturga y actriz de Los golpes de Clara. ¿Cómo surgió esta obra que habla de la violencia contra la mujer? 

-Yo escribí el texto y lo trabajé con Leandro Rosati, de modo que el trabajo de dramaturgia también es de él. Era la primera vez que yo escribía y fui construyendo un texto que devenía más bien en un cuento largo. Luego, en los ensayos, le dábamos forma dramática y ahí aparece el trabajo dramatúrgico de Leandro. La obra surgió un poco por la necesidad de transformar el dolor que estamos viviendo las mujeres y el que se está viviendo en general. Lo primero que me aparece es una imagen, un deseo de trabajar un personaje de una mujer que boxeara. Quería laburar comedia porque era un lenguaje que me interesaba en particular. 

-¿Por qué te interesaba la comedia? 

-Porque ofrece la posibilidad de ayudar a digerir los dolores, la posibilidad de transformar la tragedia en un lenguaje que sea digerible. Pero lo que me interesaba era un humor crítico, un humor reflexivo, no el humor del chiste fácil. El desafío era abordar cuestiones de género, algo que tenía ganas de hacer hacía mucho tiempo, sin caer en el lugar común de “mi marido no me ayuda y entonces me quejo”. 

-Justamente quería preguntarte si crees que todos los temas pueden ser abordados desde el humor. El actor Esteban Parola dice que todos los temas se pueden abordar desde allí, incluso el de los desaparecidos, siempre que el humor sea un disparo hacia arriba y o hacia abajo, es decir, hacia el victimario y no hacia la víctima. ¿Cuál es tu posición? 

-Soy amiga de Esteban, hemos estudiado juntos en algún momento y él tiene una manera maravillosa de ver la vida en general y puede encontrar en el humor la herramienta para llevar adelante cosas muy duras a través del arte. Yo no podría. No puedo hacer humor, por ejemplo, con temas de abuso o de violaciones. Clara no es una mujer que esté siendo víctima de una violencia extrema de manera directa. Más bien los golpes son metafóricos, excepto en la escena en la que cuenta que va en cana y ahí sí hay un relato desde el humor en el que narran que la siguen golpeando, la manosean y la insultan, lo que no es algo menor, pero sacando esa escena no relata que es víctima de una pareja que la golpea. Lo que hago con Clara es tomar los golpes que sufren no sólo las mujeres por ser mujeres, sino que también me interesaba incluir la coyuntura. Clara es desocupada y para mí la desocupación es algo muy violento. Por ser mujer la coyuntura la golpea el doble. Estadísticamente hay más desempleo femenino que masculino, los varones cobran más por realizar el mismo trabajo que las mujeres. Esto lo expreso de alguna manera en la obra con la peripecia fantasiosa de que ella empieza a entrenarse en el boxeo y suma a otras mujeres. Ella no enfrenta sola los conflictos, la adversidad, sino que lo hace en conjunto, es algo colectivo. Se reúne con otras mujeres, forman una cuadrilla de boxeadoras para salir a golpear a los jodidos sueltos. Ésta es la peripecia de la obra. Hacia el final se ve si cumplen o no con este plan o finalmente no pagan con la misma moneda porque aquí hay algo muy delicado que es el tema de la justicia por mano propia. Particularmente creo que no hay que hacer justicia por mano propia, por algo tenemos el legado de las Abuelas y de las Madres. Ella termina convirtiendo toda esta bronca en arte y ahí todas descargan la violencia hecha poesía. Bueno, conté el final (risas). 

-¿Cómo fue el periplo de la obra? 

-Uf, que buena palabra, porque fue un largo periplo. Fue una decisión muy fuerte para mí porque yo venía de trabajar durante 16 años con el Bachin Teatro y es la primera vez, que laburo sola, y digo sola entre comillas porque uno nunca trabaja sola. Quiero decir que es la primera vez que trabajo fuera del grupo, que escribo el texto, que llevo a escena un deseo propio en cuanto al relato y en cuanto al lenguaje. Me encuentro con Leandro Rosati porque cursé con él unos seminarios de Comedia el Arte y también a través de unas redes de teatro independiente que. Me gustaron su modo de trabajar y su lenguaje artístico. Yo estrené el año pasado. En 2016 lo llamé y le dije que tenía ganas de trabajar en un unipersonal y de hablar de género. Me preguntó si tenía algo armado y mi respuesta fue que no, que sólo tenía la imagen de una mujer que boxea y que me parecía potente para trabajarla en el teatro porque el boxeo tiene una teatralidad de por sí. A partir de ahí comenzamos a trabajar, a elaborar el personaje de Clara. Yo escribía medio compulsivamente. Tuvimos dos meses de trabajo de mesa donde yo escribía y él iba corrigiendo. Siempre tuvo un absoluto respeto por lo que yo quería contar, sólo intervenía desde lo técnico. Luego pasamos al trabajo de ensayo, de búsqueda del personaje, de llevar el texto a la escena. En la comedia, hay mucho lenguaje corporal que no está en el texto escrito, que se va concretando con el trabajo de los ensayos. Por momentos la pasé muy bien y por momentos sufrí muchísimo porque elaborar un unipersonal en el que sólo estás dialogando permanentemente con el director es muy arduo. Para mí era un desafío enorme, soy muy exigente y me estaba metiendo con un tema que me interesaba mucho y que hoy está en agenda para bien o para mal. –

-¿Dónde estrenaste la obra? 

-En el Centro Cultural de la Cooperación (CCC) el 6 de mayo de 2017. Hicimos cuatro meses de función aunque estaba planificado hacerla por dos meses, pero la obra anduvo bien y la seguimos por dos meses más. La estrenamos en el marco del programa de varieté. Luego la obra comenzó a girar. 

-¿Dónde estuvo? 

-En Formosa, en Tres Arroyos, en Mar del Plata, dos veces en la facultad de General Sarmiento en distintos marcos. Estuvimos en Pacheco en una sala de teatro independiente. Estuvimos trabajando con el sindicato de Sanidad. La obra se movió mucho. Ahora voy a Mar del Plata, a Miramar, a Chapadmalal. Este domingo a las 20 voy a estar en el CCC en el marco del Festival Humoris Causa, que ya va por su cuarta edición y que tiene una programación realmente excelente. 

-¿Cuál es la repercusión de Los golpes de Clara en los hombres y cuál en las mujeres? 

-Cuando uno estrena una obra el deseo es que guste, pero Los golpes de Clara superó nuestras expectativas. Fue más de lo que esperaba y no lo digo desde lo egocéntrico sino desde la sorpresa de lo que está pasando con la temática. Las mujeres se sienten muy identificadas porque el humor genera eso, identificación casi inmediata y, al mismo tiempo, la distancia necesaria para poder reírte. Y digo identificación porque uno se ríe de lo que conoce. Es difícil que me llegue, por ejemplo, un chiste ruso. Los varones, por su parte, se sienten muy interpelados, lo que me interesa. Cuando el personaje de Clara describe a su exmarido, un tanto abandónico en cuanto al cuidado de los hijos, describe un varón progre, un militante de izquierda, casi un intelectual. Me interesaba mostrarlo de esta manera porque aun en quienes piensan que hay cosas que están superadas, los agujeros continúan. 

-Es cierto. Uno se maneja con estereotipos y piensa que un hombre machista es alguien tan obvio como Cacho Castaña.

-Claro, es así. Pero en los ambientes de militancia progres, intelectuales, hacia adentro, en lo doméstico, encontramos las mismas deudas. La mujer sigue siendo la que presta la psiquis para el cuidado de los hijos, de los enfermos, de los ancianos. Es la que piensa, provee y administra la alimentación, la nutrición del hogar. Esto hace que la mujer tenga doble jornada laboral afuera y adentro y ésta no está remunerada. 

-Sí, y esto me genera un conflicto porque si bien estoy muy de acuerdo con que las amas de casa tengan una jubilación, no se les reconoce el trabajo de amas de casa a las mujeres que lo hacen y, además, trabajan afuera. 

-Sí, tal cual. Tendrían que tener una doble jubilación. Y ni hablar de las mujeres que trabajan en servicio doméstico y que cuando vuelven a su casa continúan haciendo la misma tarea. El sistema se come ahí una doble plusvalía. El tema es complejo. No me metí con categorías en la obra porque no soy una intelectual para hilar tan fino y porque quería que la obra fuera, aunque la palabra esté muy bastardeada, popular. Quería que pudiera llegar a un periodista, a mi vieja que vive en Tres Arroyos, a las compañeras de un sindicato y a una intelectual como María Pía López que la vio, le encantó y me invitó a la Universidad. Cuando vimos que la obra había logrado eso pensé “algo salió bien”. Quería llegar a todas las mujeres. Fui a Formosa, a un pueblito muy chiquito que se llama Pozo de Tigre, en el marco del aniversario de una cooperativa textil de mujeres. Había mujeres obreras, compañeras y niños y niñas de las comunidades wichi y qom a las que el municipio les había puesto un transporte para que fueran a ver la obra. Fue fortísimo hacer la obra allí porque tiene un humor muy urbano y describe a un varón muy urbano que no es el varón con el que se pueden enfrentar ellas, pero flota por debajo de la obra algo que une, porque se entendió perfectamente, el humor llegó en general aunque posiblemente no los chistes muy urbanos. Me di cuenta de que tenía que bajar la velocidad no porque pensara que ese tipo de espectador no iba a entender, sino porque estaba en un lugar distinto que no tiene la velocidad urbana. No me importaba tanto lo del humor, como que la historia llegara e interpelara. Entonces la hice en otro tiempo y sin esperar la risa inmediata. Fue algo muy lindo cuando al final fueron a hablar conmigo todas esas mujeres y también los varones. Uno se acercó y me dijo: “Ah, vos le das a la derecha y a la izquierda” y quizá era un varón que no se había reído en ningún momento, pero la obra le había llegado. 

-Es decir que el tema traspasa las culturas, no es privativo de determinada clase social ni de determinado grupo urbano. 

-Tal cual. Escribí la obra porque agudicé la escucha de lo que le pasaba a mi hermana, a mis amigas, porque yo no tengo una pareja hombre y no tengo hijos por lo que no es una autobiografía. Yo soy lesbiana y no paso por las cosas que cuento, pero sí agudicé la escucha de lo que vivían mujeres cercanas. Y hay patrones que son comunes, sobre todo, en lo doméstico y en el trabajo, y eso nos atraviesa en todo el país. La mayoría de los varones se sacan la foto con el cartel del Ni Una Menos, pero en lo doméstico las cosas no están saldadas. Me gustaría preguntarles si ellos reconocen cuántos privilegios tienen sólo por ser varones.