La investigación contra la ex fiscal Viviana Fein y otros funcionarios por supuestas irregularidades la noche en que apareció muerto Alberto Nisman naufraga en los relatos de los testigos del procedimiento, quienes no notaron «nada extraño», ni mucho menos conductas para inferir que en el piso 13 del departamento de Le Parc, en Puerto Madero, se estaba «encubriendo un homicidio».

A mediados de 2016, el fiscal Eduardo Taiano promovió una investigación contra Fein, el exsecretario de Seguridad Sergio Berni, el primer juez de la causa, Manuel De Campos, y autoridades de Policía y Prefectura. «La cantidad de irregularidades que se observan en el procedimiento inicial se tornan prácticamente innumerables», describió. Los testigos, quienes a diferencia de Taiano estuvieron en el lugar, no observaron lo mismo. 

El cardiólogo Alberto Dionisio Pérez Alzueta, llamado para atender a su paciente Sara Garfunkel, madre de Nisman, relató: «En el lugar aproximadamente me quedé media hora para poder calmar a Sara. En ese lapso ella me pidió que mire el cuerpo. Permanecí junto a ella un rato más, hasta que personal del servicio forense me permitió observar el baño y el cuerpo. Sin ingresar, me asomé con la puerta semiabierta y vi el cuerpo». «Había, según recuerdo, dos personas vestidas de blanco – continuó–. No había nadie vestido de civil.» Cuando le preguntaron si «advirtió alguna cuestión respecto del procedimiento que llevó a cabo el personal forense que haya llamado su atención», respondió textualmente: «No. Todo parecía muy profesional».

Antonella López Torlaschi, camarera de un restaurante cercano convocada por Prefectura junto con una compañera «para ser testigo de un homicidio» (sic), recordó que sobre la mesa del comedor «había mucha cantidad de papeles. La gente que estaba ahí los miraba pero nadie los tocaba». Poco después le mostraron un teléfono: «Nos dijeron que era de Nisman. Repetían una y otra vez que no lo toquemos porque era una evidencia muy importante, lo que me pareció obvio. Tampoco lo tocó alguien antes de que lo guardaran» en una bolsa «tipo ziplock». 

La compañera de López Torlaschi, la moza Natalia Fernández, fue quien en programas de TV relató que en el living estuvieron «tomando mate y pidieron medialunas». Pero sólo ella vio esa escena.

«Nos repetía que iba a salir en la tele y que iba a ser famosa. Tenía un tema con el teatro. Ella siempre quiso hacerse conocida. Yo igualmente corté la relación con ella por un problema que ocurrió en marzo de ese año. Se quedó con plata que era el cobro de una mesa. En el trabajo ella era muy mentirosa y provocaba conflictos entre el personal. Inventaba historias. Era cosa como de nena de ocho años. Muy mitómana», recordó López Torlaschi. Fernández ya no vive en la Argentina y no pudo ser convocada para declarar nuevamente. 

La enfermera del servicio de urgencias de Swiss Medical Yésica López aseguró que «apenas vieron el cuerpo supieron que estaba muerto». Y añadió: «En ese momento alguien que no sé quién era le dice a uno de Prefectura que se quede cuidando la puerta del baño». Ese «alguien» fue el prefecto Artemio Ramos, y la orden, que dio su colega Horacio Aranda, la cumplió a rajatabla.  Aranda «le dijo a la madre que se tenía que ir, pero ella se negó. Se lo dijo en varias oportunidades pero ella no se quiso ir de ahí».

Ramos, en tanto, rememoró: «Cerca de la una también estuvo en el lugar Sergio Berni. A mí me saludó e hizo como el amague de entrar al recinto que había antes de la puerta del baño. Él vino como para entrar. Fue como que me encaró y yo me puse de costado pero le dije ‘hasta acá nomás’. Intentó asomarse y  mirar pero yo como que lo detuve y le dije que no hacía falta. No llegó a tocar la puerta del baño». 

El relato describe una escena muy diferente al enchastre. «Primero entró el que tenía la cámara, grabando todo el lugar anterior al baño. La fiscal le indicaba dónde o qué debía grabar. Luego pasaron los peritos vestidos de blanco y revisaron ese lugar. La que daba las directivas era siempre la fiscal. La noté insegura a la doctora Fein».  

El transeúnte Eduardo Enrique Herrera corroboró: «Entre las personas que fueron al baño se encontraban dos policías, uno era el que sacaba fotos y el otro el que filmaba. Mientras estaba ahí había bastante gente. Muchos se acercaban y se asomaban para ver el cuerpo. Que yo haya visto, ninguna de estas personas ingresó completamente al baño». «No había gente tomando ni comiendo. Es más, que yo recuerde ni agua me dieron.»

Gustavo Loprelato, mantenimiento de Le Parc (reparó el extractor de aire del departamento de Nisman antes de su muerte) también desmintió el picnic. «Hubo una testigo que dijo que el portero de Le Parc le había ofrecido café de la cafetera del difunto. Esto no pudo haber sido así principalmente porque en Le Parc no hay portero. Tampoco servían comida como se dijo.» A la tarde siguiente sí llegaron viandas para los prefectos pero la testigo del mate y las facturas ya se había retirado. 

La causa atraviesa un peritaje técnico sobre la filmación de lo ocurrido. Hay un bache de cinco minutos en que la grabación se interrumpió y los investigadores quieren saber si las supuestas irregularidades se concentraron en ese lapso. Lo que sí se ve, desmiente el único relato de algo extraño. Herbert Brandariz, discapacitado por esclerosis múltiple, expolicía, convocado desde la calle como testigo, aseguró haber ingresado «completamente al baño» mientras Nisman estaba aún allí. “Me paré encima del inodoro o del bidet, no recuerdo, por eso pude verlo bien. Adentro, además de la médica forense y yo, también estaba uno de los peritos», describió.

De ser cierto, allí sí habría una irregularidad mayúscula. Pero en la filmación, a menos que se trate de un fantasma, se ve claramente que nadie estuvo parado sobre el inodoro o el bidet. «