A los 83 años, Norberto Galasso sigue produciendo de manera febril y con la modestia de siempre. En lo que va del año, ha publicado dos libros. El primero es Germán Abdala, una biografía del dirigente sindical de ATE, diputado e integrante del Grupo de los Ocho. El segundo, una autobiografía, Un largo viaje hacia el socialismo nacional y la unión latinoamericana. Una memoria. En ella, para no romper con el perfil bajo que es en él un rasgo distintivo, prefiere hablar más que de sí mismo, de las personas que conoció, de las figuras que admiró y de los hechos históricos de que fue testigo.

En una tarde fría de los últimos días de julio recibe a Tiempo Argentino en la casa en que vive y que fue también el escenario de su infancia.

¿Qué lo impulsó a escribir una biografía y una autobiografía?

–La biografía de Abdala fue una propuesta de Daniel Catalano, el actual secretario general de ATE Capital, como una forma de reivindicar su figura. Para escribirla conté con el apoyo de algunos compañeros del Centro Discépolo y con la colaboración de una de las hijas de Germán.

¿Usted lo trató?

–Sí, lo conocía bastante. Hablamos varias veces en ATE y, aunque no nos veíamos seguido, habíamos establecido una relación de cálido afecto porque era muy macanudo. Incluso intervine con él en algunos actos. Comenzó siendo un sindicalista que estaba contra la burocracia del sindicato que era bastante conciliadora con los distintos gobiernos. Después pasó a la política como diputado y como gran defensor del patrimonio estatal sobre las empresas públicas. Luchó contra las privatizaciones y el menemismo. Siempre me llamó la atención su capacidad para resistir la enfermedad. Tengo el recuerdo de la última vez que lo vi. Fue en Parque Sarmiento, cuando fundó CTA. Estaba en silla de ruedas y dijo «a mí no me va a matar el cáncer, me va a matar la tristeza si no logramos desarrollar nuestras ideas y alcanzar nuestros objetivos políticos, económicos y sociales».

¿Y su autobiografía cómo surgió?

–Un amigo me dijo que quería escribir mi biografía. Mis hijos consideraron que si la escribía otra persona iba a mezclar cuestiones familiares. Me divorcié hace tiempo y podían surgir cosas que no fueran interesantes o que fueran mal interpretadas, porque todo divorcio es una crisis. Entonces propuse hacer un relato que contara los lugares por los que anduve y la gente que conocí deteniéndome en algunos personajes «malditos», que era el nombre que les había puesto Jauretche a todos aquellos silenciados por el sistema. Además, vi que el tiempo se me venía encima. El 28 de julio cumplí 83 años. Por eso me decidí a hacer esta especie de memoria, aunque creo que el término resulta un poco grande. Sí abordé aspectos de la infancia y de la familia, porque creo que incidieron mucho en mí la solidaridad que tenía mi vieja con los familiares y la gente del barrio y el desarrollo ideológico que tuvo mi viejo en una familia que era notoriamente antiperonista. En la familia de mi mamá todos eran radicales. En la de mi papá, algunos eran socialistas de izquierda. Ahí dejé los aspectos familiares y personales, como mi trabajo como contador que era lo que me permitía vivir, para relatar cómo fue que escribí determinados libros, cómo fui comprendiendo cosas que no eran muy compartidas con quienes me rodeaban, a excepción de mi papá que era de ideas socialistas, pero que entendió que el peronismo significó un avance social muy importante.


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(Foto: Diego Martínez)

En su propia biografía se puso en segundo plano.

–Bueno, he vivido bastante alejado de los medios de comunicación. Nunca fui de meter la nariz en un lado y en otro, ni de pedir una nota. Además, creo que lo más importante son las ideas, no las personas, y si bien nuestra posición no tuvo una gran influencia política, las ideas de la izquierda nacional tuvieron un avance importante, más allá de que después Abelardo Ramos, que era uno de sus difusores, haya terminado siendo menemista. Para ese momento yo ya había roto con él hacía tiempo. Con él hice una experiencia política partidaria de pocos años y luego me di cuenta de que de ahí no surgía nada. Después fundamos con otros compañeros que venían de la misma experiencia un centro cultural que ya tiene 20 años, el Discépolo. En este momento apoyamos al Frente de Todos, pero no hay de nuestra parte un propósito político partidario, no aspiramos a tener diputados ni cargos. Además, nos hemos acostumbrado a pensar con total independencia. Tuve una participación en 6, 7, 8 que tuvo un papel importante en lo que Jauretche llamaba la descolonización ideológica. Luego eso se cortó, quizá porque di un paso más allá respecto de lo que se podía hacer en ese momento, pero guardo un muy buen recuerdo.

¿Lo conoció a Néstor Kirchner?

–Lo vi una sola vez, pero ese encuentro me dejó absolutamente satisfecho. Creo que tanto él como Cristina son la expresión de un peronismo superador. A Perón siempre le endilgaron que tenía una carga de fascismo. Por eso sorprendió tanto la política de Derechos Humanos de Néstor, la reivindicación de las Madres. Cristina me convocó a dos o tres presentaciones, por ejemplo, para la inauguración del Salón de la Mujer en la Casa de Gobierno y para la organización de museo histórico, donde estuvimos trabajando con Canal Encuentro dos o tres meses, recuperando algunas figuras. Yo le regalé algo extraño que llegó a mis manos a través del secretario del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, Miguel Ramondetti. 

¿Qué era?

–Un libro manuscrito redactado por el espía que en 1905 le habían puesto a Yrigoyen. Allí cuenta todo lo que hacía diariamente Don Hipólito. Luego le imputaron a Cristina que se había llevado ese manuscrito a su casa, pero en realidad fue un regalo mío que le mandé a través de Parrilli, no hice una entrega formal. También tuve alguna participación en Tecnópolis. Nunca me gustaron esos alcahuetes que sólo quieren hacerse ver para sacar algún rédito. Tengo algunos amigos periodistas, pero muy pocos, porque ciertos periodistas se dan vuelta fácilmente.

Y lo conoció también a Chávez.

–Sí, lo conocí cuando asumió Néstor y fuimos todos a la Plaza. Un amigo que trabajaba en el Hyatt me dijo que fuera, que Chávez se iba a quedar en el hotel. Fui y llevé dos ejemplares de mi libro sobre San Martín. Uno se lo entregué a Fidel y otro a Chávez, que era encantador. Me dijo que a San Martín le gustaban demasiado los ingleses. Yo no me iba a poner a discutir con él, pero en realidad Bolívar tenía un batallón integrado por ingleses. Los ingleses de ese tiempo que se jugaban en eso no eran los ingleses del imperialismo que en ese momento no existía. Le dije que cuando pudiera leyera el libro y que en algún momento íbamos a conversar. Al poco tiempo vino invitado por ATC y mostró el libro por televisión. Estaba encantado con él porque yo deshacía el argumento de la rivalidad entre San Martín y Bolívar. Luego nos encontramos en la Embajada y me dijo que quería hacer un centro cultural en Caracas y que lo inauguráramos los dos porque era una situación muy especial que un argentino reivindicara a Bolívar. Fijamos incluso una fecha para que yo viajara. Pero se frustró porque él tuvo que viajar y luego el que no pude fui yo porque comencé con problemas de inestabilidad y me recomendaron que no viaje en avión. Chávez tenía muy clara la historia latinoamericana.

¿Qué piensa del momento político actual que vive la Argentina?

–Que ojalá se termine pronto. Estamos viviendo una tragedia política, una pesadilla. El poder económico es muy fuerte en la Argentina y se ve en figuras que están requemadas y todavía pretenden quedarse en cargos y ganar elecciones.

¿Y cómo analiza el macrismo?

–Creo que la charla más seria que tuve sobre el tema fue con Jorge Beinstein, que era un economista muy agudo. Yo le decía que luego de la dictadura de Videla nacieron grupos económicos nuevos que no eran los de la vieja oligarquía vacuna agroexportadora. Estos grupos tienen el apoyo de la vieja oligarquía y coinciden con ella en que hay que bajar los salarios en la Argentina para poder competir en el mercado mundial con bajos costos. Esa es la ideología de Macri. Beinstein coincidía en parte, pero me decía algo en lo que creo que tenía razón: esta es una banda de especuladores con una falta total de visión patriótica y popular, ligada al negocio financiero. Lo que quiere esta banda es destruir la industria y convertir la Argentina en una semicolonia primaria exportadora de carne y de cereales y explotadora de algunas minas que la vieja oligarquía que pactó con Gran Bretaña no tuvo en cuenta. Él decía que son una mafia. Creo que Beinstein era un poco catastrofista, pero hay cuestiones que revelan que no hay sólo una actitud de expoliación respecto al pueblo, sino también de burla. Siguen hablando de pobreza cero pero demuestran una falta de sensibilidad total y no tienen los buenos modales de la vieja oligarquía conservadora cuyos miembros se daban aires de duques. Los integrantes del macrismo son atorrantes dispuestos a cualquier cosa, ejecutivos de grandes empresas ubicados en los lugares correspondientes que no tienen una unidad de clase.

¿Tiene algún pronóstico acerca de lo que puede suceder en las PASO?

–Soy un optimista irredento. Estoy convencido de que las PASO van a ser un golpe tremendo para el macrismo. Lo que se ve por televisión y lo que se ve en la calle es tremendo. No descarto que puedan hacer alguna tramoya, pero confío en el pueblo trabajador. Aunque mucha gente del barrio me conoce, nunca me había pasado como ahora que una señora mayor me toque el brazo y me diga bajito «ganamos, ¿no?».  «

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La carta de Perón

Como hombre de la izquierda nacional, Galasso acuerda con muchas de las medidas políticas tomadas por Perón, pero se negó a escribir un prólogo para La comunidad organizada. Su empatía no le impide mantener la independencia. Sin embargo, en 1969 recibió una carta de Perón que lo conmovió y que tiene enmarcada en una de las paredes de su estudio. “Yo estaba escribiendo la biografía de Scalabrini Ortiz –cuenta-. Él había actuado junto con Jauretche favoreciendo la elección presidencial de Frondizi para que no prosiguiera la Libertadora a través de Balbín. Y yo quería saber cómo había reaccionado Scalabrini cuando Frondizi da vuelta el programa, empieza a hacer negociaciones por el petróleo, se vincula al Fondo Monetario, aplica el plan privatizador del Frigorífico Municipal. Por prudencia, para no hacerle el juego al enemigo, Scalabrini no tiene muchos escritos sobe el tema. Pensé que quizá le había escrito a Perón y se lo pregunté a través del correo. Nunca lo conocí personalmente, pero el hecho de que me hubiera contestado con una carta de dos carillas y media me provocó una gran conmoción. También le mandé mi libro sobre Discépolo, a quien él admiraba, pero me dijo que nunca lo recibió.”