Aturdido, el muchacho de 18 años va recuperándose de la agresión de los rugbiers. Su madre llega avanzando a horcajadas y un atisbo de gracias a Dios atraviesa su mente al ver que el cuerpo se infla levemente y baja. El ritmo de las olas en la orilla. Pero leve. Al acercarse ve el rostro. Una montaña de carne violácea con círculos de sangre en la base. Los ojos hundidos en ese mapa quebrado de lo que fue la cara linda de su hijo de 18 años. Dejando a las lágrimas hacer su camino, mira hacia cualquier parte. Y pregunta: ¿por qué?

A Amado Boudou le fue peor con el castigo recibido. La carne por dentro es un moretón azul, un amasijo de impotencia. Le pegaron duro, con la misma saña de los deportistas que cambiaron la vida de Lautaro Insúa. Pero por él vuelven como los asesinos al lugar de los hechos. Le vigilan la respiración con la minuciosidad de un cardiólogo ante el electro. Pero esperando la muerte de ese tipo duro al que hicieron militar tres o cuatro vidas en apenas cinco años.

Al gobierno lo empujan, pero se les planta.

Por encima del hombro, los violentos y poderosos atisban el abismo al que pretenden lanzarlo. Es como un gaucho acorralado por la tropa pero haciendo lunas de plata con el cuchillo afilado surcando el aire. Lo hacen retroceder dos pasos, pero vuelve a la raya del no pasarán… Lanzan patadas de vacunas que no dejan tomar alcohol por 40 días. Intentan llaves karatecas coparticipables. Escupen aumentos de las telecomunicaciones con la promesa de que si afloja con eso, por ahí, le alivian el dolor un tiempo. Lautaro, Boudou, nosotros, no otros, los Fernández, los Áxeles, hacen de la resiliencia una forma cotidiana de resistencia.

La Corte Suprema de Justicia, la Casación de los cuadernos, Magnetto, los Saguier, la soldadesca del poder mediático, los Melconian con «el gobierno toco fondo», los telcos, los gauchos ricos, Rodríguez Larreta y Santilli coparticipando falacias, los escrachadores antiaborto, Mauricio Macri y la heladera, sin contar Carrió, Bullrich y Pichetto, todos somos Vicentin o Techint, Pumas que castigan impiadosamente a las madres sustitutas de sus hogares, esos son los rugbiers que mataron a Facundo Báez Sosa y casi a Lautaro.

Nos matan todos los días, pero mientras tanto no tenemos más remedio que vivir.

                                                                   **************

Aunque estas líneas que fueron empezadas a imaginar en una sala de una clínica, entre el ponderable accionar médico, el sensible cuidado de las enfermeras y el inconmensurable afecto de muchísimos de quienes estaban en el exterior, pero siempre cerca… Estas líneas se redondearon en unas horas en que, paradójicamente, la Justicia arroja algo en positivo: Eduardo Farah al fin vuelve a la Cámara Federal de donde lo eyectaron a un juzgado completamente menor, porque fue, junto al juez Ballesteros, quien determinó que Fabián de Souza y Cristóbal López recuperaran su merecida libertad. Otra muestra de lo ocurrido con la Justicia en todos estos años que bien desarrolla Pablo Duggan es su libro La persecución. Ocurría esto en esas horas en las que recordábamos los cuatro años del levantamiento de las retenciones cero de Macri: ¿somos enteramente conscientes de lo que pasó con el país a partir de estas decisiones profundamente neoliberales y gangsteriles de parte de ese establisment, para ganar un 60% en dólares en un abrir y cerrar de ojos? ¿Cómo pudieron robarnos así cada día, con tal espantosa impunidad con cada decisión? ¿Cómo nos pasó Macri?

También nos enterábamos de que Vladimir Putin había dicho que la vacuna no servía para los mayores de 60 cuando de ninguna manera había dicho eso, pero lo tomaron así y fabricaron una monumental operación, una más: les importa nada que mueran de a miles. O que, al filtrarse un audio de un CEO de Facebook, salió a la luz que ellos, y otros, están trabajando en un sistema para leer la mente y de esa manera uno pueda manejar la computadora sin necesidad de usar un teclado. Un avance tecnológico descomunal. Pero imaginemos que sepan lo que estamos pensando, qué podrían hacer con esa información… Aunque podríamos decir que ya ahora lo mafiosos del periodismo saben leer la mente de la gente, crearon el sentido común que la gente maneja como si fuera propio y se lo han insuflado en el cerebro. Ya pueden leer que la gente quiere odio, quiere mentiras, quiere golpes.

Recordemos, entonces, a ese diputado del PRO, Eduardo Cáceres, aquel que discurseaba en plena cámara: «A la Argentina no la sacan estas personas que viven extorsionadas bajo las migajas de un plan social. A la Argentina la saca la gente de trabajo, la que distingue lo bueno de lo que está mal. Como la del campo. La saca la Argentina de los Pumas…». Y después fue y le dio una descomunal paliza a su mujer, quien lo denunció y ahora está procesado por violencia de género. El colmo del cinismo. Un personaje sinuoso y siniestro, que propala un país elitista, manejado por los poderosos, tanto en la familia contra tu mujer, como en la vida contra el resto de la sociedad. El tipo que está hablando del país ideal. El país ideal tiene que tener menos machismo, cero golpeadores.

                                                                              **************

Permitámonos al menos la lucidez. Saber cómo y por qué nos golpea con su prepotencia de cobardes ese establishment codicioso y avaro. No nos enojemos con el tipo que pone la cara por ellos en la televisión. El volumen de juego del que hablamos los relatores deportivos es el andamiaje, todo lo que hay detrás de la fachada pintoresca de los serviles ya identificados.

A Lautaro le da la paliza el sistema. En las sombras, como las mesas judiciales. Desde la cabina del capitán como los políticos de la derecha. En cada título miserable del miserable periodismo «hegemónico» de este tiempo. «