La novena elección presidencial desde la recuperación de la democracia –o bien la décima, si la genealogía electoral incluyera al balotaje de 2015– está destinada a correr los márgenes del habitual mapa de ganadores y perdedores que esta noche comenzarán a diseñar los resultados finales. Los comicios nacionales de este domingo enfrentan a dos fuerzas políticas competitivas que polarizan casi el 80% del electorado y que, en el contexto de una profunda crisis económico-social, fundan sus propuestas en modelos de país opuestos. Esa pulseada, además, se dirime en un contexto inédito: los recientes levantamientos en Ecuador, la rebelión de Chile y el triunfo de Evo Morales en Bolivia son apenas tres indicadores de la amonestación ciudadana a los programas de exclusión neoliberal que comenzó a contagiar a la región. El resultado de las PASO en la Argentina se inscribe de alguna manera  en esa secuencia.

El aplastante triunfo del opositor Frente de Todos sobre el oficialismo configuró a las Primarias como una suerte de primera vuelta. Con los resultados del 11 de agosto –la coalición kirchnerista-justicialista acumuló el 47,78% de los votos contra el 31,79 de Juntos por el Cambio–, Alberto Fernández compite en condiciones de clausurar el plan reeleccionista de Mauricio Macri y dar inicio a un nuevo ciclo político. En posición de desventaja, el gobierno apuesta a un récord de participación y se ilusiona con el antecedente de 2015: cuatro años atrás, 2 millones de electores no votaron en las PASO, pero sí lo hicieron (en su mayoría por Cambiemos) en las generales. Todos los pronósticos coinciden en que esa alquimia no alcanzará esta vez para revertir el diagrama.

La regla constitucional afianza la lógica de los vaticinios: la norma establece que habrá balotaje si ninguno de los candidatos logra superar el 45% de los votos afirmativos o el 40% con una diferencia de diez puntos sobre el segundo. La fecha fijada para ese turno es el 24 de noviembre.

El juego de la polarización

Otras cuatro fuerzas políticas que lograron sortear las PASO son protagonistas laterales de una disputa hiperpolarizada. Todas llegan con chances relegadas, aunque sus votos formaron parte de la pulseada de las últimas y más intensas semanas de campaña. Tanto Fernández como Macri apuestan a ampliar el volumen cosechado en la megaencuesta de agosto.

Roberto Lavagna (Consenso Federal) intentará sortear la barrera de los dos dígitos después de una campaña que terminó de desdibujarlo como la denominada «tercera posición». José Luis Espert (Frente Despertar) y José Luis Gómez Centurión (Frente NOS) medirán la adhesión a un mensaje ultraconservador. Y Nicolás del Caño (Frente de Izquierda Unidad) buscará afianzar al espacio y ganar posiciones en el Congreso.

Junto al presidente y vice, los argentinos definirán también la renovación de la mitad de la Cámara de Diputados y un tercio del Senado, además de intendentes, legisladores y autoridades locales. Las provincias de Buenos Aires –el decisivo primer distrito electoral–, Catamarca y La Rioja consagrarán gobernador. Y la Ciudad de Buenos Aires dirimirá en la contienda de Horacio Rodríguez Larreta y Matías Lammens si finalmente habrá balotaje en el territorio más rico del país.

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(Foto: AFP)


Campaña vs. transición

El resultado de las PASO modificó la hoja de ruta de los comandos electorales. El veredicto del decisivo test de agosto se combinó con la agudización de la crisis económica y la confirmación de que Macri terminará su mandato con indicadores negativos en frentes clave como pobreza, empleo y desigualdad.

Aunque primero coqueteó con la idea de establecer un diálogo institucional con la oposición, el presidente resolvió enfrentar el nuevo estado de cosas con el traje de candidato. La saga de marchas del #SíSePuede lo puso al comando de la campaña oficialista con un doble objetivo: retener el núcleo duro de votantes de Cambiemos e intentar capturar apoyos en los campamentos de Espert y Gómez Centurión.

El viraje a un discurso neoconservador –una «táctica de emergencia» como definió el sociólogo Carlos De Angelis– resultó uno de los ejes centrales de ese plan. La multitudinaria participación de algunas paradas –especialmente la de hace ocho días en el Obelisco y el cierre en la ciudad de Córdoba– confirmaron el vínculo con los estratos medios y medio-altos de los grandes conglomerados urbanos. Esta noche, el oficialismo comprobará si ese lazo alcanza para forzar una segunda vuelta o, en cambio, consolidar las bases para iniciar la metamorfosis final hacia una nueva etapa y rol político-institucional.

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(Foto: Télam)


Casi en un juego de opuestos, el diseño electoral de las PASO obligó a Fernández a consolidar su perfil de potencial presidente. En los últimos dos meses, el aspirante del Frente de Todos dialogó e intercambió con todas las corporaciones y grupos de poder, dio señales a los organismos de crédito internacional y sentó las bases de políticas de Estado que, como el plan «Argentina sin Hambre», integrarán el núcleo urgente de medidas para el arranque de una eventual gestión de gobierno.

El candidato que nadie había imaginado le dio a ese proceso un sesgo personalista: lideró el diseño de campaña –articuló, por caso, las ideas de «encender la economía» o «poner a la Argentina de pie»– y evitó los manuales del marketing político, incluso para enfrentar los dos debates que, por primera vez en la historia, tuvieron carácter obligatorio. Además, afianzó el vínculo con gobernadores e intendentes, figuras centrales en su promesa de un país más federal.

Su mentora y compañera de fórmula, Cristina Fernández de Kirchner, tuvo intervenciones acotadas. El formato de presentación de su libro Sinceramente, especialmente en los distritos ¿propios?, facilitó la participación homeopática de la exmandataria, quien debió dejar el país en varias oportunidades para visitar a su hija Florencia en Cuba. Con todo, cada una de sus apariciones tuvo un efecto multiplicador en la conversación electoral y ratificó su rol como la gran articuladora del frente que amenaza la continuidad de Macri en el poder. 

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(Foto: AFP)


El futuro ya llegó

El derrotero final de una campaña inusual desnudó los nuevos intereses de las dos fuerzas mayoritarias en pugna. Fernández aguarda el veredicto en las urnas con el foco puesto en la transición inmediata: la respuesta de los mercados en la mañana del lunes y la reacción –traducida en posibles medidas económicas y cambiarias– del gobierno de Cambiemos.

En el Frente de Todos asumen que el período de gracia de su eventual futuro gobierno –aquellos primeros cien días que Franklin D. Roosvelt incorporó al manual de la acción política en la era moderna– comenzó a correr antes de tiempo. «Lo que viene no será nada fácil», repitieron Fernández y CFK en el proceso de construcción de una mística de la unidad entre los diferentes sectores del PJ.

Si las urnas lo confirman como el favorito, Fernández también deberá comenzar a dar pistas más firmes sobre cómo articulará el equilibrio de fuerzas al interior de la alianza opositora. El armado de su Gabinete –hasta ahora con candidatos seguros en un puñado de lugares– quedará en primer plano.

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(Foto: Prensa Frente de Todos)


La elección en la Provincia dibujará un capítulo central de esos movimientos. Axel Kicillof asoma como otro de los grandes protagonistas: su victoria en las Primarias por más de 17 puntos sobre la gobernadora María Eugenia Vidal señaló una performance casi imposible de revertir en un distrito sin balotaje.

Kicillof protagonizó una campaña de cercanía –en rigor, comenzó a caminar el territorio bonaerense hace dos años por instrucción de CFK– que logró poner en jaque a una de las piezas vitales de la estructura macrista y lo posicionó al frente de la «nueva generación» de dirigentes del peronismo.

Si finalmente queda fuera de juego, Vidal deberá recomponer su carrera política desde el llano. La crisis interna post PASO en Cambiemos profundizó la distancia con Macri y solventó su vieja relación de amistad con Horacio Rodríguez Larreta.

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(Foto: Edgardo Gómez)


El alcalde se proyectó en este período como el potencial futuro referente del PRO. Sin embargo, Rodríguez Larreta debe sortear primero la prueba porteña y, además, pulsear con su jefe político a quien el núcleo duro de Cambiemos se resiste a considerar un desterrado político. «La relación con la gente la tiene Macri», contrastan desde el entorno presidencial.

Las primeras respuestas (reales) a esas especulaciones comenzarán a conocerse esta noche. El veredicto de las urnas marcará el rumbo de lo que está por venir.

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(Foto: Diego Feld)