Después de un período como diputado del Parlasur representando a la Argentina desde el hoy Frente de Todos, el político y diplomático Oscar Laborde fue elegido presidente del Parlamento del bloque regional para 2020, en un momento donde las tensiones políticas deberán hacer equilibrio con los acuerdos comerciales y sectoriales. Asiduo analista internacional en diversos medios, incluido Tiempo, hace mucho que sostiene –el presente lo confirma– que no hubo cambio de época y la región sigue siendo «un territorio en disputa».

–Hubo un vaciamiento del Mercosur en los últimos años, sumado a la suspensión de Venezuela, el retraso en la incorporación plena de Bolivia. Pero con la nueva administración argentina se supone que se volverá a volcar contenido al bloque, en un escenario adverso políticamente. En ese contexto, ¿cuál es la misión del Parlasur?

–Fue una intención y una acción de Mauricio Macri de desmembrar la integración. Lo anunció sutilmente en campaña y luego desde las primeras acciones apuntó a cada uno de los organismos. Se separó a Venezuela y, junto con Brasil, se impidió el ingreso de Bolivia. Fue muy inconveniente para una Argentina necesitada de dólares separar a Venezuela, gran compradora de productos terminados; nosotros somos importadores de energía. Lo mismo con Bolivia, una economía emergente que podía comprar una cantidad de cosas que producíamos. Se habló mal del Mercosur y con el Parlasur no se pagaron dietas y se mandaron a los voceros a menospreciarlo. Nos retiramos de la Unasur y congelamos la Celac. En el Mercosur se destruyeron instituciones que se habían creado, como el instituto de política social o las cumbres sociales. En Cancillería argentina se desarmó el consejo consultivo de la sociedad civil. Creían que la única relación virtuosa válida era con los EE UU: era absolutamente incorrecto ya que hicimos todo lo que dijeron y sin embargo aumentaron el arancel de biodiésel y ahora suben el del aluminio y el acero.

–Macri tenía una aversión a todo lo que tenía que ver con la integración.

–Por supuesto. Lo contradictorio es que cuando quiso hacer un acuerdo con Europa pretendió utilizar el Mercosur. Es impensable, más allá del color político, que la región no tenga una personalidad, que Argentina o Brasil se asocien individualmente con los grandes polos. En un mundo que tiende a agruparse, lo lógico es que un polo como el sudamericano, interactúe con el resto de los polos.

–¿Qué cambios se esperan? 

–Desde que se creó el Mercosur con Alfonsín y Sarney, en un sentido o en otro, Argentina y Brasil tenían el mismo color político. El desafío ahora es hacerlo crecer, desarrollarse, habiendo casi antagónicas posiciones políticas. Pero lo importante es demostrar que la integración es válida más allá del color político. Cuando fue virtuosa la integración, había un Piñera en Chile, un Santos en Colombia, y sin embargo era una región que pudo superar la crisis de esos años por la unidad. Se entendía que la integración no es atributo de una identidad política. Alberto Fernández está convencido y decidido a colaborar a que sea en un clima democrático.

–No será sencillo en una región con otro color político. 

–Es relativo: hemos dicho –no en solitario pero sí en minoría–, que no hubo «cambio de época». Nos quisieron convencer de que cuando perdimos con Macri lo había. Dijimos que no porque el neoliberalismo tiene grandes dificultades para instalarse en la región: no son los ’90. Debieron proscribir a Lugo, a Zelaya, meter preso a Lula, dar un golpe en Bolivia… Al neoliberalismo no le da resultado su proyecto en lo electoral. El FdT es una fuerza que es popular y pretende serlo: debemos mirar qué hacen los sectores populares en otros países. ¿Es coincidente con lo que pensamos con lo que hacen en las calles de Chile? Sí. ¿En Ecuador? Sí. ¿Los que piden la libertad de Lula? Sí. Entonces es coincidente nuestra propuesta política con lo que está sucediendo en América Latina: no siempre en los gobiernos pero siempre en las calles. No es casual que después de que AF gana las elecciones se produzcan manifestaciones en Ecuador, Perú, Colombia… No estamos aislados. Sí en coincidencia con los pueblos que luchan contra las políticas que nosotros derrotamos en lo electoral. Estamos en sintonía con el clima de época: resistir fuertemente las políticas neoliberales. Tanto que se logra en Chile algo extraordinario: reformar una Constitución que no se tocaba, en esencia, desde el ’80.

–¿Chile finalmente podrá cambiar su Constitución?

–Sí, en abril se votará la forma y en noviembre la constituyente. Es una puja, nada está garantizado, pero se logró por primera vez que se llame a una constituyente.

–En nuestros sistemas presidencialistas, el pueblo manifestándose en la calle es a veces como la oposición parlamentaria: opina y condiciona pero no decide. Un escenario que, de algún modo, es sólo discursivo.

–¿Qué hubiera pasado si no se aceptaba modificar la Constitución? En Ecuador debieron retrotraer las medidas: no lo votó el Congreso, lo votó la gente en la calle. En Colombia también. Hoy la gente está consiguiendo más en la calle que la oposición parlamentaria. En Chile, ni el gobierno de Bachelet ni el de Lagos no pudieron modificar la Constitución. Hay que apreciar esa novedad. México y Argentina son factótum, porque las críticas a las medidas neoliberales, hicieron que llegaran al gobierno. No es una tendencia irreversible, del mismo modo que no era un cambio de época con Macri, pero está claro que está todo en disputa.

–¿Y el ejemplo uruguayo?

–Liberan a Lula, le dan el golpe a Evo, ganamos en Argentina y perdemos en Uruguay. Parece una de cal, una de arena. Pero fijate qué interesante: en Bolivia hubo un golpe pero no lo pudieron consumar; debían apoderarse de todos los atributos y los poderes del Estado, pero no pudieron disolver la Asamblea nacional ni intervenir las gobernaciones. Rápido, en 27 días, el MAS logró reagruparse, decidió ir a elecciones, que Evo no sea el candidato y sí el jefe de campaña. No sé si va a ganar: seguro que va a competir. Querían que el MAS vaya dividido, o que Áñez se quedara ocupando todos los poderes del Estado.

–¿Es posible que haya elecciones limpias?

–Todo en América Latina va a ser una disputa. Quisieron que no se vote rápido y la Asamblea logró constituir un Tribunal Electoral razonable, no proclive a los golpistas. Es una puja. Trataron de quitarle el nombre al MAS y fracasaron. Impugnaron a Evo, sí, pero ese también es un debate: ¿deben presentarse a elecciones con un líder impugnado? El frente popular decidió presentarse y es interesante la apuesta, porque el lawfare no funciona más. Su éxito tuvo un límite. Ahora lo que preocupa es el factor militar, que significa las fuerzas armadas y las de seguridad. El golpe en Bolivia, la amenaza de Bolsonaro por aplicar el AI5 (el protocolo de las FF AA para intervenir en política), el rol de las policías que en su momento intentaron voltear a Correa. Las FF AA tienen ciertas restricciones constitucionales en los países: no tanto las de seguridad, que actúan más libremente.

–Por eso durante el macrismo se las fomentó tanto.

–¿Por qué Santiago Maldonado desapareció?, ¿lo hizo el ejército? Por eso hubo tanta seducción con la policía, Prefectura y Gendarmería. Hay que tener cuidado con el factor militar: puede haber una tentación de la derecha que ante el fracaso del lawfare y que, ante un crecimiento de los sectores populares puedan poner en práctica el factor militar. Donald Trump cuando festeja el golpe, dice felicito a las FF AA de Bolivia.

-Alcanza con que México sea el socio ideológico?

–En ambos países hay una preocupación por que el Estado tenga un rol en la economía, con una mirada hacia los más humildes, vinculación con un rumbo histórico nacional y popular. Pero ambos van a estar muy metidos en sus cuestiones. Aunque sea una exageración dicen que AMLO no tiene pasaporte: tan metido está en sus cosas que está dispuesto a no viajar a ningún lado. Y nosotros podemos hacer muchos discursos, pero si aumenta la pobreza… En su momento, Néstor (Kirchner) pudo hacer la integración latinoamericana porque había un escenario que te permitía. Ahora debemos demostrar primero que se puede revertir la situación. El aporte es que eso funcione.

–¿Para eso es clave la renegociación de la deuda?

–Sí, el gobierno debe proponerse que el modelo funcione, organizar la macroeconomía, lograr cierta normalidad que aún no hay, después de cifras y tasas desaforadas, escandalosas. Que funcionen mecanismos de asistencia a los más vulnerables. Y arreglar la deuda, lograr un lento y paulatino proceso de crecimiento. Debemos ser ejemplo ante las políticas neoliberales. El aporte del Parlasur pasa por garantizar que en la región haya una situación de paz, sin intervención militar, que no se achique la democracia, ni que haya golpes. 

La CELAC y la relación con Brasil

-¿Que perspectivas le ves a la CELAC?

-El 8 de enero, México asumió la presidencia El gobierno de Alberto dio un fuerte respaldo a la iniciativa con la presencia del Canciller Felipe Solá, que dio un discurso muy comprometido con el plan que para este año presentó su par mexicano Marcelo Ebdard. Respaldó fuertemente la necesidad de profundizar la integración regional. Cada momento histórico debe encontrar las herramientas adecuadas. ¿Cuál será, ahora, para los gobiernos de Argentina, México y de los países que quieran transitar un camino de soberanía sin aceptar mansamente los mandatos del norte, necesitando de la articulación en su voluntad de recuperar terreno en la disputa y ganar soberanía? ¿Cuál será, cuando tenemos un presidente en Brasil que boicotea lo que tenga que ver con articular para pensar y actuar colectivamente? Bolsonaro, cuando se produjo el relanzamiento de la Celac, salió a decir que se distanciaba de ese espacio, profundizando un aislamiento inexplicable con la sola intención de complacer a EEUU.

-Rafael Correa asegura que la Celac debe ser la OEA latinoamericana.

-No podrá ser la Unasur por ahora, por obvias razones. Y la OEA con Luis Almagro, demostró que sólo defiende los intereses de EE UU en desmedro de los latinoamericanos y caribeños. La Celac tiene la oportunidad histórica de potenciar los proyectos populares de una región que, en el mundo actual, requiere más que nunca moverse conjuntamente.

-¿Cómo se convive con Bolsonaro? 

-Aplicando el pragmatismo conveniente, como dijo Felipe Solá. Tenemos que hacer un acuerdo que nos convenga a los dos… ¿Si es posible con Bolsonaro? Absolutamente. Se firma un acuerdo de la industria automotriz Macri-Bolsonaro, que iba en desmedro de lo que ellos querían que era la baja de aranceles, producto de la presión de las automotrices. En algún momento exageramos el rol no comercial del Mercosur.

El acuerdo con la UE en entredicho

-¿El Parlasur se orientará más hacia lo político o a los acuerdos comerciales?
-Las dos cosas. Que se haya decidido que la Argentina presida el Parlasur y que me hayan elegido a mí, a un político, tiene que ver con la comprensión del momento que se vive. La primera gran tarea del Parlasur es colaborar y garantizar una elección en Bolivia: el parlamento tiene un observatorio de la democracia muy prestigioso que debe actuar en Bolivia en las elecciones. Segundo: se debe promocionar el diálogo en Venezuela, ya que están los dos sectores, el chavismo y el antichavismo. Es el único lugar del Mercosur donde está Venezuela y es un ámbito de diálogo aceptado por las partes. Debemos reconocer que en Venezuela hay un problema, que tienen que resolver los venezolanos con diálogo y sin injerencia externa. Por otro lado, hay que revisar el acuerdo comercial que se hizo con Europa y colaborar técnicamente para que sea más un tratado de cooperación que uno de libre comercio.
-¿Es prioritario revisarlo?

-Sí, el acuerdo con la UE ha quedado en una situación de sí o no. Porque hay secretismo, porque no se conoce. Se supone que es negativo para las industrias nacionales de argentina y brasileña pero no se conoce… Ahora: ¿que el Congreso vote que no, significa que nunca más va a haber un acuerdo entre la UE y el Mercosur? No. El Parlasur puede aportar ensayos de cómo sería un acuerdo mejor, no de libre comercio, sino de cooperación. El libre comercio es comprar y vender lo que quieras. En la cooperación evaluamos qué rubros son buenos para comprar y vender, de conveniencia mutua.

«