La lucha política nunca termina. Aunque a veces parezca que hay una victoria-o derrota-definitiva, en rigor, se invierten los lugares en el tablero y la disputa sigue. La coalición Juntos por el Cambio se creyó invencible cuando en las elecciones de 2017 sacó 42% a nivel nacional, ganando en 12 distritos. “El país se pintó de amarillo” era el modo en que graficaban el resultado varios de los comunicadores que defendieron con vehemencia la gestión del actual gobierno nacional. Ahora la mayoría de los movimientos del oficialismo sugieren un plan de retirada para pasar a la oposición del modo más fuerte posible. Lo dijo muy claro Miguel Pichetto al día siguiente de la elección PASO: “Hay posiciones parlamentarias que defender y también intendencias”.

La que tiene la postura más clara al respecto es María Eugenia Vidal, que sabe que no hay aritmética posible para dar vuelta la distancia que le sacó Axel Kicilloff en la provincia de Buenos Aires. Cerca de su despacho señalan que la decisión fue comenzar una “gestión de transición”, preparando la salida, y apostar a fortalecer algunos de las intendentes de  Juntos por el Cambio que lograron imponerse o tienen posibilidades de preservar su territorio en octubre.

El mismo plan desplegará Horacio Rodríguez Larreta. Es un pase de la hiperpolarización a la de hipermunicipalización. El jefe porteño intentará alambrar aún más el bastión desde el cual el PRO construyó la conquista de la Rosada. Pondrá sus esfuerzos en despegarse del presidente, que enganchó a sus principales ahijados políticos, Rodríguez Larreta y Vidal, a una locomotora que iba a estrellarse. Los operadores políticos del jefe porteño ya no saben qué ofrecerle al lavagnista Matías Tombolini para que deponga su postulación a la jefatura de la Ciudad. Lo tientan con lugares en el gobierno porteño, entre otras cosas.

Rodríguez Larreta tuvo la habilidad de sumar a los adversarios que en 2015 casi lo derrotan en el balotaje capitalino, centralmente Martín Lousteau, pero no tiene garantizado el triunfo en primera vuelta. Matías Lammens, plantado casi como la única alternativa al macrismo en la Ciudad, rompió cómodamente el techo del kirchnerismo porteño y puso en duda la seguridad que tenía el larretismo de ganar en octubre. Y, se sabe, el balotaje es una moneda al aire que se puede seguir con la vista pero nunca adivinar del lado que caerá. Además, a menos que hubiera un milagro que nadie imagina ni espera, ese balotaje porteño sería con un Macri derrotado a nivel nacional. ¿Podría Rodríguez Larreta solo parar el tsunami de peronismo que ya se veía venir en las elecciones provinciales? Todo es posible. Y el votante porteño tiene sus particularidades. Por las dudas, el jefe capitalino intenta blindarse aún más.

Los mayores perdedores del domingo pasado son los miembros del equipo de comunicación comandado por Marcos Peña y Jaime Duran Barba. El asesor predilecto del presidente salió del país con rumbo incierto, (el rumor de su renuncia también se expandió en los círculos políticos de Ecuador, su país natal). El equipo del Big Data ha desplegado ahora la estrategia del “si se puede”. Las cuentas que le acercaron al propio Macri para mostrarle que era posible recuperarse tienen cierta contabilidad creativa. Es una ecuación que incorpora votantes que no fueron a las urnas en las PASO, un público que hasta ahora fue favorable al macrismo en  2015 y 2017, más arrebatarle votos a José Luis Espert y Juan José Goméz Centurión, que acerquen al macrismo al 36/37 y pongan al peronismo debajo del 45. Siempre se puede en un laboratorio alinear los planetas a las necesidades propias y hacerlo sonar verosímil.

Sin embargo, el desafío central de esas cuentas es que el gobierno necesita que sus propios votantes no den por resuelta la elección porque se corre el riesgo de que muchos de ellos no vayan a las urnas. Esto explica las arengas inflamadas de Elisa Carrió y otros dirigentes. El oficialismo precisa que su base electoral crea que aún es competitivo y que pueden ganar para movilizarlos el día de la votación y hacer la mejor elección posible, para renovar bancas en el congreso, entre otras cosas, como señaló Pichetto. Todas son señales de que está en marcha el plan de retirada.