Es el dato angustiante de cada jornada. El reporte vespertino del Ministerio de Salud marca el rumbo de la pandemia.Durante más de dos meses creció lenta pero inexorablemente, preanunciando un pico que aún no sabemos adónde llegará. La cifra sumó cuatro dígitos días atrás y ayer fijó otro hito preocupante, sobrepasando los 1500 nuevos casos. Exactamente 1531, 849 de ellos en la Provincia de Buenos Aires.

Desde que los epidemiólogos se convirtieron, con toda  razón, en los modernos oráculos de aquellos países donde, como aquí, los dirigentes los escuchan y obran en consecuencia, sabemos que la flexibilización o el endurecimiento de las cuarentenas deben obedecer a un puñado de variables sanitarias bien dfinidas. Dos de ellas son el factor de reproducción del virus y la consecuente tasa de duplicación de los casos.

Este último índice registra hoy, en los 40 municipios del Conurbano que rodean a la Capital, una tasa de duplicación de 12,9 días. En medio de la indisimulable tensión entre las dos administraciones de signo político contrapuesto y a pesar de que vienen coexistiendo amablemente en las conferencias de prensa, flanqueando al presidente, Horacio Rodríguez Larreta y Axel Kicillof tienen miradas divergentes sobre lo que está sucedienbdo en el Área Metropolitana. Mientras el gobernador bonaerense mantiene las restricciones en su distrito, la relajación de las medidas de aislamiento en la Ciudad, de la que el Conurbano no puede separarse, ha entregado imágenes por lo menos temerarias en el contexto pandémico: la de los runners apiñados fue la más difundida. Para los funcionarios bonaerenses, la apertura porteña sólo suma incertidumbre.

La revista Time acaba de poner a la Argentina en la lista de los países que mejor han lidiado con la pandemia.Si eso es cierto (si quedó claro que no existía un falso dilema entre salud y economía sino apenas un sofisma suicida que blandieron gobernantes tan poco empáticos con sus pueblos como Jair Bolsonaro), aquel número mágico, el de la tasa de duplicación, debería obligar a dar, por el bien de todos, la tan mentada marcha atrás.

La Fase 3, la de la segmentación geográfica por criterio epidemiológico, fijaba una tasa de 15 a 25 días. El rápido crecimiento de los casos ha pulverizado ese indicador, llevando la velocidad de expansión del virus a niveles de la Fase 2, de «aislamiento administrado».

Con estos números, la «reapertura progresiva» (es decir, la Fase 4) en el Área Metropolitana empieza a ser leída como un error, cuando no un capricho. Mientras, crece el porcentaje de camas de terapia intensiva ocupadas (ya casi la mitad en la Provincia de Buenos Aires) y corremos el riesgo de despilfarrar el tiempo ganado en el altar de los ansiosos que sólo quieren correr. «