Desde un muro de Facebook denominado “Policía Reclamando” se efectuó la convocatoria a los efectivos de La Bonaerense al “rechifle” –así es como en la jerga canera se les dice a los motines– que fue planeado para el 11 de febrero. 

En su único posteo de aquel día –subido a las 9.27 AM– sumaba a sus quejas el pase a disponibilidad de 470 efectivos que participaron del piquete de septiembre en la Quinta Presidencial de Olivos. El asunto prometía.

Pero ese jueves no hubo en Puente 12, el sitio de la concentración, más de 30 manifestantes (entre policías retirados y en actividad) que no tardaron en irse. Los gendarmes apostados allí los miraban con indiferencia. Eso fue todo.

Resultó notable que semejante fracaso no tomara estado público a través de sus vías habituales. Tanto es así que desde entonces, súbitamente, cesaron los posteos de los rebeldes en esa red social. Sus autoproclamados líderes (Miguel Reynoso, Luis Tonil y Nicolás Masi, quienes encabezan tres pseudo-sindicatos policiales sin personería jurídica) también se llamaron a silencio, al igual que el sector de la prensa que fogoneó la cuestión con sumo entusiasmo. Pero nada fue comparable a la veda televisiva en la cual, sin aviso previo, se hundió la abogada Florencia Arietto, una vieja abanderada del abolicionismo que se hizo amigo de la “gorra” y que, además, es asesora de Patricia Bullrich. 

Bien vale reparar en el papel de esta mujer en esta clase de conflictos. Para ello es necesario retroceder al 6 de septiembre pasado.  

En la noche de aquel domingo hubo un signo anticipatorio de la primera crisis policial del gobierno de Axel Kicillof, cuando ella dijo en un programa de TN que La Bonaerense estaba por hacer “alguna clase de movilización”. Entonces, añadió: “Sé que hay una reunión para pedir mejoras salariales y el respaldo que no tienen, porque hay un discurso anti-policía; o sea, tenemos un problema grave”. En ese preciso instante, al comprender que había metido la pata, se deshizo en balbuceos. Ese día sus palabras pasaron desapercibidas.   

El rechifle se desató en la mañana del lunes.

El 5 de febrero pasado ocurrió algo similar, cuando Arietto, entrevistada por Daniel Santa Cruz en la señal LN+, supo predecir otro conflicto con La Bonaerense. Y su arranque fue: “El personal pide apoyo político para actuar. Porque el gobierno actual es pro-delincuente y anti-policía”.

Es en este contexto donde adquiere significado el pintoresco episodio de Villa Gesell, cuando un grupo de policías bendijo con la venia a Bullrich, ya que el truco consistía en la defensa posterior a esos efectivos por parte de ella ante el probable enojo del ministro de Seguridad provincial, Sergio Berni.

La propia Arietto lo reconoció en la entrevista para LN+, al diferenciar la empatía de los uniformados hacia Bullrich del recelo que Berni les provoca. Otra infidencia involuntaria.

Tamaño carancheo no es un dato menor. Para comprenderlo conviene analizar la rebelión anterior y las circunstancias que las generaron.

Fue a comienzos de 2018 cuando los sueldos del personal se estancaron. Desde entonces perderían un 35 por ciento de su valor. La pregunta es por qué entonces no le hicieron un rechifle a María Eugenia Vidal. La respuesta está cifrada en el plus monetario proveniente de la recaudación ilegal que, cada mes, recibía la tropa para equilibrar sus ingresos.

Ya en la gestión ministerial de Berni, debilitada coyunturalmente por el asesinato de Facundo Castro, les explotó la sublevación policial. Sucede que la cuarentena había paralizado el ingreso de dinero negro. Cajas como los desarmaderos, el juego y la prostitución no tuvieron ninguna actividad, mientras el narcotráfico y la piratería del asfalto funcionan a medio vapor. Es decir, imperaba la maldición del lucro cesante.

En consecuencia, el gobierno provincial descomprimió dicha fatalidad a través de un incremento salarial del 46 por ciento.

Por tal situación que, al empezar febrero, los reclamos esgrimidos por los voceros oficiosos del personal fueron imprecisos.

Eso también explica la pertinaz incidencia de actores ajenos a la fuerza, como la doctora Arietto. 

 “Berni dice que esto lo está agitando la oposición…lo dice por Arietto –dijo ella en la entrevista de LN+, refiriéndose a sí misma en tercera persona– Yo no tengo contacto con La Bonaerense… yo no organizo nada”.

No obstante, hay voces que la contradicen: “Ella trabaja para provocar en la provincia algo parecido a lo que pasó en Ecuador, Paraguay y Bolivia”, dijo a Tiempo un ex comisario de La Bonaerense.

Se refería a la crisis policial en Ecuador, a mediados de 2010, que casi voltea al presidente Rafal Correa. Y a la matanza de campesinos por parte de la policía paraguaya, seguida por un putch parlamentario que, en junio de 2012 derrocó a Fernando Lugo. Y, también, a la sublevación de los policías bolivianos que, en 2019, empujó la caída de Evo Morales.

El siglo XXI es portador de ciertas novedades. Una de ellas es que las agencias policiales de la región han suplido a las Fuerzas Armadas en la tarea de sacudir gobiernos constitucionales. Eso Bullrich y Arietto bien lo saben.   «