Rubén López, el hijo de Jorge Julio López, desaparecido por declarar en el primer juicio por crímenes de lesa humanidad tras la caída de las leyes de impunidad, recuerda que los días previos a ese 18 de septiembre de 2006, el albañil de Los Hornos «estaba ansioso por ver a (Miguel) Etchecolatz condenado». Una década después dice que la única certeza que tiene es que su padre fue secuestrado y cree que está muerto. Por eso, reclama que la Justicia le brinde una respuesta y pide que el represor no vuelva a su casa y termine sus días en la cárcel, como Jorge Rafael Videla.

-¿Es posible para la familia López hacer una síntesis de los últimos diez años?

-Lo puedo resumir en que no se hizo nada. Hablar de diez años sería hablar de los 3650 días de no tener respuestas, de que nadie te diga nada. La que tiene que investigar es la Justicia. La fiscalía de lesa humanidad a cargo de Marcelo Molina, bajo la tutela del Juzgado Federal N°1.

-¿Lograron tener alguna certeza en esta década?

-Que mi viejo no está. Posiblemente sea como dice la carátula de la causa: una desaparición forzada de persona. Pero no hay pruebas para probarlo ni para acusar a Etchecolatz. Suponemos que pudo haber tenido algo que ver o alguno de sus secuaces que mi viejo identificó en el juicio en el año 2006. 

-¿Cómo fue ese año 2006 hasta el 18 de septiembre?

-A partir de la declaración en el juicio habló un poquito más porque creo que se sintió liberado de poder contar todo lo que había visto y había sufrido. Hasta su declaración en junio estuvo ansioso pero con ganas de ir. Quería ir a contar lo que sus compañeros le habían pedido. Contar más lo que vio que lo que sufrió. En esos tres meses después de que declaró esperó para poder estar cara a cara frente a Etchecolatz en el día de los alegatos. Estaba ansioso por ver a Etchecolatz condenado. Lo que más quería era mirarlo a los ojos y decirle: «Vos fuiste.»

-¿Esa ansiedad les hizo creer que pudo irse solo?

-Al principio pensamos eso. Nunca tuvimos el mal presentimiento de que alguien había hecho lo que ahora es evidente: desaparecer una persona en democracia. Lo fuimos comprendiendo con el correr del tiempo. 

-Una de las certezas es, entonces, que alguien lo secuestró…

-Sí. No se fue solo. No rompieron la puerta para llevárselo como en el ’76, pero es evidente que a partir de que él cierra con llave la puerta algo pasó, que es lo que no podemos determinar hoy. 

-¿Ustedes creen que su padre está muerto?

-Yo creo que sí, más allá de que yo pido que mi viejo aparezca con vida. A diez años lo único que me importa es encontrarlo. 

-¿Cómo analiza la evaluación de la Justicia para el otorgamiento de la domiciliaria a Etchecolatz?

-No lo entiendo. Porque hasta el 9 de diciembre pasado a nadie se le hubiera ocurrido otorgarle la domiciliaria a Etchecolatz. Los jueces y juezas son personas con pensamientos políticos y parece que ahora cambiaron. Y no me parece que pueda quedar libre, si la ley es la misma.

-¿Tiene miedo de que vuelva a su casa?

-No es sólo miedo, sino lo que significa: Etchecolatz volvería a su casa y a mi viejo nadie lo busca. No tiene sentido que eso ocurra en los mismos diez años. Mi miedo es que mi viejo haya desaparecido en vano. Sobre todo cuando escuchás metamensajes como el de Elisa Carrió que dijo que eran pobres viejitos. No es así: son genocidas, son asesinos seriales, como decía mi viejo. Tienen que morirse en la cárcel como Videla. «