La jura que protagonizarán este martes las diputadas y los diputados que resultaron electos en los comicios del 14 de noviembre será el punto de partida de la nueva composición que tendrá la Cámara para los próximos dos años de mandato que le quedan al presidente Alberto Fernández. La ceremonia está prevista para el mismo día que mencionan en la Casa Rosada sobre el inminente envío del plan plurianual que mencionó Alberto Fernández el día de las elecciones. El texto es redactado en secreto por el equipo del ministro de Economía, Martín Guzmán, para abrir el tramo crítico de la negociación que lleva adelante el Gobierno con el Fondo Monetario Internacional (FMI).

El ingreso de ese proyecto de ley pondrá a prueba los alineamientos internos de los dos grandes espacios que administran una paridad cada vez más ajustada. El bloque del Frente de Todos, liderado por Máximo Kirchner, desde el 10 de diciembre tendrá 118 bancas. Serán dos menos que las 120 que controla actualmente. En la bancada del panperonismo no resuenan amagues de fractura, pero se avecina una dura discusión sobre el rol que adoptarán sus tribus cuando tengan que abordar el plan plurianual para acordar con el FMI y negocien cambios en el tratamiento del presupuesto 2022.

No será un camino libre de espinas: el diputado nacional y dirigente de la Corriente Clasista y Combativa, Juan Carlos Alderete, ya anticipó que no votará ninguna de esas iniciativas. No es el único integrante de la coalición oficialista que se resistirá a levantar la mano para apoyar los acuerdos con el organismo internacional. Su posición abre interrogantes sobre la postura que adoptarán los escaños que responden al movimiento sindical y a las organizaciones sociales, que asisten a un cierre de este año legislativo con muy pocas chances de que prosperen en el recinto iniciativas clave como la ley de humedales, de acceso a la tierra, de violencia institucional y de envases.

En Juntos por el Cambio el horizonte es más brumoso aún. Al cierre de esta nota, el conglomerado opositor transita un tirante proceso de reordenamiento, en medio de una feroz interna dentro del bloque de la UCR que podría terminar con una inesperada fractura, por la falta de acuerdo para mantener al diputado cordobés Mario Negri como titular del espacio radical y del interbloque de JxC. La disputa por la definición de las futuras autoridades parlamentarias no es la única que atraviesa el conglomerado, pero se trata de la más áspera que padecen los socios de la alianza opositora en la Cámara de Diputados. Desde que la fundadora de la Coalición Cívica (CC), Elisa Carrió decidió respaldar públicamente la continuidad de Negri hace una semana. Eligió el sábado 27 de noviembre, fecha de conmemoración de los 20 años de la CC, para castigar al sector que lidera el diputado radical Emiliano Yacobitti. Junto a 15 legisladores está empeñado desde el 15 de noviembre en quedarse con la titularidad del bloque radical o del interbloque, los dos cargos que detenta Negri. Luego de extensas negociaciones, no hubo acuerdo entre ambos sectores.

En el espacio liderado por Yacobitti, sus integrantes aseguraron a Tiempo que este lunes anunciarán la separación del bloque radical y constituirán un espacio propio, que estará dentro de JxC, pero contará con la identidad “UCR Evolución”, la marca que identifica al sector del radicalismo que controla la UCR porteña. Se referencia en el empresario y exministro alfonsinista Enrique “Coti” Nosiglia y en el senador nacional Martín Lousteau. Ambos miran la disputa contra Negri como un ejercicio que anticipa la pelea que librarán en la próxima Convención Nacional del partido que se reunirá este mes.

La Ciudad de Buenos Aires es el territorio que más controla el nosiglismo dentro de la interna radical y lo hará valer en la próxima convención. Para lograrlo, según supo este diario, Nosiglia y Yacobitti cerraron una lista unificada de convencionales con su mayor e histórico enemigo interno: el empresario de los juegos de azar y extitular del Club Boca Juniors, Daniel “Tano” Angelici. La demostración de fuerza que concretaron en el distrito que gobierna el alcalde porteño Horacio Rodríguez Larreta es la antesala de la ofensiva que preparan.

Pelear el liderazgo de Negri, dicen en ese espacio, es sólo un capítulo de una estrategia que continuará con promover a Lousteau como próximo presidente del partido en contraposición al interés del gobernador jujeño, Gerardo Morales, de postularse para ocupar ese cargo apenas concluya el mandato del exgobernador mendocino y senador electo Alfredo Cornejo.

Toda esa coyuntura late en estado febril dentro del bloque de diputados radicales, pero no es la única que impacta en su armado. La bancada tiene 45 escaños, 27 ya plantearon su respaldo a Negri y 15 se pusieron detrás Yacobitti. Si los nosiglistas se separan, reunirán 12 voluntades disidentes, pero se mantendrán dentro de JxC.

La movida despierta sospechas muy duras dentro del bloque porque el sector que responde a Negri cree que el nosiglismo busca separarse para mantener un contacto directo con el oficialismo y condicionar las decisiones que tome la UCR y también el futuro interbloque de JxC. Ese armado también contará con otro espacio nuevo, encabezado por el extitular de la Cámara Baja, Emilio Monzó, que ahora vuelve al cuerpo que presidió, pero a partir de un acuerdo con el radicalismo bonaerense que lo aceptó como integrante. Apenas jure, armará un bloque propio dentro de JxC y le extirpará dos bancas al PRO para constituir una bancada de cuatro integrantes con Margarita Stolbizer (GEN), que iniciará su quinto mandato como diputada, junto al exviceministro del Interior de la era Macri, Sebastián García De Luca, y el tucumano Domingo Amaya. Esas cuatro escaños marcarán otra geografía interna en la coalición opositora y se transformarán en otra frontera espinosa para el radicalismo. Si pierde las 12 bancas que responden a Yacobitti también deberá buscar acuerdos con esos cuatro aliados monzoístas que podrían tener más acuerdos con el nosiglismo que con el radicalismo orgánico.

Para todo ese entramado, el acuerdo que pacte el Gobierno con el FMI también será un examen, aunque tampoco hay certezas sobre la posición que adoptará el futuro interbloque que tendrá 116 bancas. Pero estará cada vez más atomizado, en un escenario donde deberán decidirse entre una oposición cerrada al acuerdo o medir el impacto a largo plazo de una negociación que impactará directamente en los planes electorales que se cocinan con la mirada puesta en 2023.