El debate del aborto en el Senado no ayudó a espantar el prejuicio de que la Cámara Alta es un lugar hostil para los movimientos populares y que es más representativo de las elites provinciales, de las cuales la Iglesia Católica es pilar constitutivo. Ahora, esa cancha adversa es escenario de la disputa en la que se verá si el aborto legal, demanda histórica del movimiento de mujeres, podrá romper con las estructuras de poder centenarias. El contraste del debate con su cámara de origen, a la que es altamente probable que retorne, es profundo.

Mesa de entradas

Pocos proyectos nacidos del activismo de la sociedad civil tienen repercusión parlamentaria. Integrantes de la Campaña trabajaron en conjunto con diputadas de todas las camadas y partidos políticos hasta que después de 13 años y seis intentos frustrados el proyecto por la interrupción voluntaria del embarazo finalmente entró al debate legislativo por la Cámara baja. En cambio, los contactos con senadores más esporádicos y recientes.

Lipovetzky vs Fiad

En Diputados, el debate comenzó con una garantía de imparcialidad para los defensores del derecho al aborto. El diputado oficialista Daniel Lipovetzky, a favor, quedó ubicado en la presidencia del plenario de cuatro comisiones y estableció las reglas de juego. Si bien no brindó ventajas adicionales a ninguno de los dos bandos, la organización del debate de manera equitativa en un ámbito ajeno al activismo popular alcanzó para equiparar los tantos. Las exposiciones tuvieron un límite estricto de siete minutos y el número de especialistas fue igual para los que estaban en contra y a favor.

En el Senado también fue equitativo el número de invitados, pero la duración fue variable. En la Cámara Alta el debate lo presidió Mario Fiad, radical en contra del derecho de las mujeres a abortar y en sus funciones de moderador, los límites a la duración de las exposiciones fueron escasos.

Otra gran diferencia entre ambos debates fue la ubicación de las preguntas. Mientras que en Diputados hablaban primero todos los expositores y expositoras y los legisladores tenían que esperar hasta el final de la jornada para realizar las preguntas, en el Senado esa instancia se daba apenas terminaba de exponer cada uno. Si bien la consigna era preguntar sobre la exposición, muchas veces las intervenciones de los senadores terminaban en cuestionamientos directos a los especialistas. Un ejemplo claro fue cuando la senadora radical tucumana Silvia Elías de Pérez le preguntó al titular de la fundación Huesped si era financiado por Planned Parenthood y, ante la negativa del médico, la legisladora insistió tozuda en la acusación. Pero el ejemplo más violento, que pasó bastante desapercibido, fue cuando uno de los tres presidentes de comisión, Dalmacio Mera, titular de Asuntos Constitucionales, autoridad que tiene que garantizar la disciplina, atacó al ministro de Salud Adolfo Rubinstein, al que llamó ciego y desmemoriado. “Como capitán del barco de la salud, la verdad me da pena. Me hace acordar al capitán del barco italiano que fue el primero en estar tocando tierra”, dijo en referencia a Francesco Schettino, el capitán del Costa Concordia que se salvó de un naufragio en 2012.

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(Foto: Diego Martínez)

¿Disciplina para quiénes?

Los senadores no fueron llamados a recato durante el debate, pero en los pasillos y las salas se impuso una disciplina de rectoría de colegio secundario. Se les pidió a los y las trabajadoras de seguridad que vigilen que nadie circule con el pañuelo verde ni celeste. Si bien al principio se mostraron estrictos, la costumbre de llevar el pañuelo se fue imponiendo –de ambos lados- y no generó mayores discordias.

Lo que sí generó retos de institutriz fueron los aplausos, que mayormente se les escapaban a las periodistas y activistas feministas ante la magistralidad de Aída Kemelmajer, Alika Kina, sobreviviente de trata, Diana Alida, y la alumna salteña Milagros Peñalba. “En el Senado no se aplaude”, fue el reto más común. Como alternativa, se vieron obligadas a levantar en silencio ambas manos y sacudirlas.

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(Foto: Soledad Quiroga)


Les sórores

Mientras que en Diputados el grupo de “les sorores”, un inesperado cruce de legisladores militantes del derecho al aborto, se hizo famoso por su coordinación durante el plenario y el propio debate en el recinto, en el Senado se hizo cuesta arriba construir una transversalidad intensa. Lo que perjudicó este armado fue la desgracia personal que sufrió el senador formoseño oficialista Luis Naidenoff, quien perdió a su esposa y su hijo en un accidente casero justo el día en que ingresaba el proyecto al Senado. Sí bien las senadoras a favor del derecho se mostraron juntas en una foto, no se notó una estrategia a la hora de plantear preguntas a los especialistas, cosa que sí hizo el bando contrario. El trío de legisladoras anti derecho, Cristina Fiore, Inés Brizuela y Silvia Elías de Pérez, mostraron una coordinación férrea en base a sus convicciones religiosas individuales.

Último tramo

El proyecto de IVE llegó al recinto de la Cámara Baja con un trinfual dictamen acordado luego de mucho trabajo legislativo y engrosado con 64 firmas. En cambio, en el Senado el dictamen quedó enterrado en una discusión reglamentaria que mostró las debilidades de ambos bandos. Mientras que a los senadores a favor les faltó apenas una firma para lograr una mayoría, quienes se oponen  ni siquiera se animaron a mostrar una flaca suma de rúbricas, lo que evidenció alguna debilidad a la hora de sumar voluntades.

En las últimas semanas, varios senadores que no habían expresado públicamente su voto adelantaron que lo harán en contra. La única esperanza para que el derecho al aborto vea la luz en este semestre es que se apruebe el 8 de agosto en el Senado con modificaciones y vuelva a Diputados, para que se ratifique el texto original o se vote el proyecto modificado.