Como todos los años, este 24 de marzo La Poderosa instaló una muestra de fotografías en los alrededores de la Plaza de Mayo, esta vez acompañada por textos sobre desaparecidos en dictadura y democracia, provincia por provincia, producidos desde las 44 asambleas de la organización en todo el país.

Este es el texto que publicó La Garganta Poderosa por el nuevo aniversario del golpe.

«A PONER EL CUERPO»

Y la verdad, son síntomas raros. Nos duele mucho acá, justo acá, en la garganta del estómago, en la boca del silencio, en los huesos del brazo literario que hoy sufre la osteoporosis del negacionismo, por mover las articulaciones rotas, por cerrar el puño, por apretar los dientes. Fractura social expuesta, dicen, pero ni a palos. Sentimos náuseas, vómitos, ¡debe ser la televisión! Volamos de temperatura, tenemos 24. ¿Un embarazo? No, son casi 400. ¿Buscados? Olvidate, por todos lados.

No sabés, Rodolfo, anoche no podíamos pegar un anteojo, así que debimos ponernos a soñar, como si este insomnio no tuviera una causa, una megacausa que hace metástasis en los diarios del tercer semestre. Arrugas en enero, calores en febrero, cortes en marzo, paros en abril, pérdidas de peso en mayo, ardor en junio. Y Julio que no aparece. Amanecimos en un Estado calamitoso, con diarrea amarilla, sin poder controlar las Fuerzas, ni las retenciones. ¿Qué podemos tomar? Las riendas, las calles y el ejemplo, de los que no aceptaron callar.

Qué sería de los pacientes, si no fuera por los pañuelos de las Abuelas, por las células Madres, por el cuidado de los Hijos, por el acompañamiento de los familiares. Los organismos no caen, generan defensas, restauran la irrigación sanguínea y reconstruyen el tejido que destruyen las bacterias del capital. ¿O cómo se explica, esta inflación en el pecho? Sufrimos la operación masacre, el posoperatorio de los medios, la pérdida de la memoria, las migrañas gremiales y el más cruel tratamiento de conducta, pero aun así, no han podido explicar la supervivencia de nuestra sanada utopía. A ellos, no les duele nada, ¡salvo que cantemos todavía!

Los torturaron, para torturarnos. Los mataron, para matarnos. Y los desaparecieron, para desaparecernos, porque le temen a nuestros cuerpos, ¿qué son? Nunca jamás en su enferma vida, se imaginaron que tratándonos con amor podríamos recuperarnos, para volver a marchar por sus arterias sin bastones, sostenidos por mujeres libres, erguidos por columnas negras, envueltos en guardapolvos blancos, ¿qué son? Revisen, doctores, diagnostiquen mientras sus anticuerpos agonizan en infinitas internaciones domiciliarias, en camas penitenciarias o en la vergüenza incurable que los empuja al infierno, aun amparados por la cobardía de otro pelotón servil.

Por si todavía se preguntan qué son,

¡son 30 mil!