Claudio/a Verotensen, muy conocido/a en Zárate, provincia de Buenos Aires, es una persona que se la pasa volviendo. 

–Yo siempre estoy. Y cuando alguien llega, me voy. Y después vuelvo. A eso me dedico– dice mientras se va.

No hay nadie que haya logrado verlo nunca llegar sin que antes se haya ido. Es decir, uno podría entrar en su propia casa y encontrarlo/a en la cocina. O en un parque. O un cine. El/Ella siempre está antes. Luego seguro se va a ir. Para después volver 

–Por eso me hice peronista. Porque no soy de llegar. Soy de irme y volver. Y el peronismo está hecho de regresos. Nació pidiendo la vuelta de Perón de Martín García. Evita antes de morir dirá que volverá y será millones. Y cuando el peronismo cae en el ’55 sólo se dedicará a tratar de volver. Dieciocho años tardaría. Perón y el peronismo, entonces, pasaron más años volviendo que estando. Esa es su esencia y adicción: volver. 

Verotensen repite una y otra vez que el peronismo nació y está hecho de regresos. Aunque aclara:

–Puedo suponer, el peronismo parece que siempre vuelve. Pero quizá ocurra otra cosa– dice antes de que arranque la parte en donde pasa a explicar «El Caso Emilse».

Emilse Gutiérrez («Guti») quiere tener una funda de celular con la cara de un ídolo pop llamado «Glaucoma», un latino de esos sin nacionalidad definida. Entra a un local de accesorios para celulares que atiende un muchacho apodado Selfieto Paez. Pero algo ocurre: cuando atraviesa la puerta, de pronto, no hay accesorios ni fundas. Sobre las paredes hay pintadas. «Patria o Muerte Venceremos», se alcanza a leer en una. Otra dice: «Campora al gobierno-Perón al poder». Un poco asustada, sale. Mira y ve que está, como al principio, el local de accesorios para celulares. Vuelve a entrar. De nuevo no hay local de accesorios. Hay un señor tomando mate, y muchos rollos de afiches. Uno está abierto sobre el piso. «Duhalde gobernador», dice. Sale del local. Desde afuera no se ve ahora ningún local de accesorios para celulares. Ahora hay un cartel que dice: «Unidad Básica: Va a tronar el escarmiento». Entra. Pregunta qué es una Unidad Básica. Le dicen que allí hubo varias. Que una, hace años, se llamaba «Va a tronar el escarmiento». Pero ahora en ese local hay un Centro Cultural que se llama «Muéstrenme un peronismo que se haya parecido más al de Perón que el de Néstor y Cristina», aunque casi le ponen «Hablando menos de peronismo el kirchnerismo juntó más gente para el peronismo que todos los peronismos anteriores que hubo después de Perón». Hay retratos de Cristina. Hay un flipper (o pinball) con un Néstor que anota puntajes en un cuaderno Rivadavia. Venden tacitas, remeras, discos de murga. Y justo lo que buscaba: una funda con foto de ídolo pop, en este caso exministro de Economía acusado de marxista. 

Lo compra y sale. Se da vuelta, y ya no está ni la Unidad Básica ni el Centro Cultural. Esta de nuevo el comercio de accesorios para celular. Contrariada va hasta la casa de su abuela. Le cuenta lo que pasó. Ella le dice:

–Para contestarte me trasformaré en Arturo Jauretche. Puedes consultar en Wikipedia sobre quién es.

La abuela, entonces, sufre una metamorfosis en medio un relámpago de luz. Y se transforma en Jauretche, que enseguida le dice:

–Escuchá, pequeña cipaya: eso que te pasó tiene una explicación. Entraste siempre al mismo lugar pero en distintos momentos del tiempo. A veces estaba el peronismo y a veces no. Son dimensiones paralelas en donde el peronismo, de alguna manera, siempre está. Quizá un día entres en una en donde nunca hubo peronismo. Pero nadie entró todavía a una de esas. Conclusión: el peronismo no se va ni vuelve. Está siempre esperando al costado a que te des cuenta. Charlalo con tus amigos. Ahora con un «¡fuoopp!» me volveré a convertir en tu abuela.

Se escucho un «¡fuuuop!» y Jauretche se transformó en la abuela:

–Yo nunca me fui, nena. Sólo me convertí en Jauretche, ¿entendés? 

Claudio/a Verotensen explica que otra razón por la cual se hizo peronista es que, como este, también siempre vuelve de otra forma

–Yo me voy y cuando vuelvo puede volver Claudio o Claudia, petiso o morocha, grandota o pelado. Vuelvo siendo otro/a.

Con un pizarrón explica que mientras ningún otro movimiento político se atrevería a convertirse en peronista, el peronismo puede irse y al volver, ser neoliberal, ser zurdo, lo que mejor le parezca en ese momento.

–Sucede porque el peronismo es tan desprejuiciado que ni se respeta a sí mismo y puede dejar de lado todo lo que es para poder seguir siendo. 

Algo parecido a lo que afirma Mahatma Robertone, líder del Peronismo Hinduista.

Robertone, acerca de los renacimientos del peronismo, afirma:

–La esencia es la misma. El peronismo se puede transformar en otra cosa. Pero con un objetivo. Si en los ’90 se volvió liberal fue haciéndose el boludo. Fue para entrar en confianza y que los gorilas le pierdan el miedo y crean que se volvió confiable. Una vez que lo logra y que el sistema adopta a ese peronismo razonable, aparece otro peronismo más parecido al original, lo reemplaza y arma quilombo de vuelta. Ahí otra vez lo rajan. ¿Se entiende? Parece que muere. Pero en realidad es sólo una pausa. Va a regresar. De una forma u otra. Pero no se puede prever de qué manera. Porque el peronismo siempre se sorprende a sí mismo.

Mahatma explica que según el Hinduismo Justicialista toda alma peronista, al partir de su cuerpo, es transportada hacia el Bahasa, una especie de Unidad Básica Celestial donde se reúnen las almas. Allí quedan a la espera del próximo retorno. Se sienten felices de estar juntas. Hacen catarsis y autocrítica de por qué perdieron o se tuvieron que ir, y luego, alegres, las almas cantan:

–Oh… vamo’ a reencarnar… reencarnar… reencarnar… vamo’ a reencarnar…

Desde lejos, voces de otras almas gorilas les gritan:

–¡No reencarnan más!

En el fondo saben que no es así. Porque el antiperonista también es creyente. Y muchas veces odia más al peronismo que lo que el peronista puede amarlo. Sin darse cuenta, ese deseo de que algo no retorne empieza a construir la vuelta. Y una frase vuelve guiar al destino. La que dijo Perón luego de exiliarse en el ’55:

–Yo no haré nada para volver. Lo harán mis enemigos.<