Uno de los referentes más violentos de la agrupación de ultraderecha Revolución Federal estuvo en “varias oportunidades” realizando “trabajos” y “changuitas” para Ximena de Tezanos Pinto -la vecina del piso de arriba de Cristina Fernández de Kirchner en La Recoleta-, en los días previos al intento de magnicidio.
Trabó relación con los custodios de la vicepresidenta, quienes lo conocían por esas visitas a tal punto que uno de ellos lo ayudó a subir una cama al departamento de “la vecina de arriba”.

Pese a esa llamativa situación, que en condiciones normales ameritaría una investigación sobre eventuales tareas de observación e inteligencia, la jueza María Eugenia Capuchetti se resiste a vincular a Revolución Federal con el ataque del 1 de septiembre.

La querella de la vicepresidenta aún no presentó la recusación en su contra. Mientras, Capuchetti se apresta a rechazar un pedido de prisión domiciliaria del jefe de “los copitos”, Gabriel Carrizo, considerado “partícipe secundario” del intento de magnicidio.

En la otra causa, la de Revolución Federal, ante el juez federal Marcelo Martínez de Giorgi el imputado Gastón Ezequiel Ángel Guerra admitió lo obvio: que sabía que Cristina Kirchner vivía en el departamento de abajo al que él concurría a hacer “changuitas”.

“Como el piso de Ximena es muy grande y tiene varias habitaciones me ofreció trabajo para ir a pintarle y hacerle cosas y obviamente yo acepté. Entonces iba a trabajarle”.

Guerra es ese señor con cara de malo que increpó y agredió al periodista de C5N Lautaro Maislin cuando cubría una manifestación de lo que todavía pocos conocían como Revolución Federal. Y, también, el hombre que golpeó la camioneta en la que el ministro de Economía, Sergio Massa, arribó el 3 de agosto a la Casa Rosada para asumir el cargo.

Con una actitud muy diferente (sumisa, y lloriqueando al punto que no se le entendía lo que decía), Guerra pidió dos veces disculpas ante el juez y el fiscal Gerardo Pollicita por haber agredido a Massa. “Me acerqué en un estado de desesperación, de angustia por mi tema económico. Entonces hice lo que hice, de lo cual me arrepiento con toda el alma. Me arrepiento de todo corazón, se los juro. Yo sé que no estuvo bien eso que hice. (…) No fue mi intención, pero juro que no soy una persona violenta. Yo soy muy familiero, muy mamero, muy de estar con mi papá”.

Unos días de cárcel hicieron recapacitar al agresor de periodistas y ministros. Tanto, que hoy asegura que ya no pertenece a Revolución Federal y solo le preocupa estar junto a su familia. “Cuando esto se volvió tan conocido, yo salí del grupo, me dejé de hablar con todos porque no me interesa seguir con esto, me di cuenta de que no iba a terminar en nada bueno. Me alejé. Salí del grupo”.

Las circunstancias en las que Guerra asegura haber conocido a Ximena de Tezanos Pinto también son extrañas. Cuando el juez Martínez de Giorgi le preguntó si sabía que CFK vivía en ese mismo edificio, Guerra respondió: “Al principio no. Cuando la conocí después me dijo que era la vecina de Cristina. Después sí, cuando fui, yo ya sabía que Cristina vivía abajo. Yo iba totalmente abierto, con mi DNI, se lo mostraba a la seguridad, me revisaban -lo cual me parecía que estaba bien lo que estaban haciendo (sic)-, nunca me molestó. Siempre se portaron muy amables conmigo, no me puedo quejar”.

Guerra interactuó con los custodios. Él mismo reconoció: “un muchacho, que es la custodia de Cristina, cuando yo tenía que subir de la parte de abajo del edificio una cama, y como Ximena es una señora grande, una de las custodias fue muy amable conmigo y me ayudó a terminar de subir lo que me quedaba”.

De esos días de supuestas visitas de trabajo es la foto de Guerra en el balcón de Tezanos Pinto en la que posteó en Instagram: “Pensar que debajo de mis pies está la mafiosa más grande de la nación Argentina”.
“Ximena me terminó ofreciendo que vaya a la casa a hacer changuitas”. Sin que nadie le imputara delito alguno, Tezanos Pinto se asumió como acusada en el expediente y presentó abogado defensor. La sucesión de hechos colocados en una línea de tiempo muestran a un integrante de Revolución Federal (Guerra) visitando a Tezanos Pinto, quien durante algún tiempo albergó en su casa a la abogada Gladys Egui, hoy defensora de Guerra y nexo de este con la vecina paqueta de la vicepresidenta.

Desde ese balcón se puede controlar casi cualquier cosa que ocurra no sólo en el piso de abajo sino también los movimientos de los custodios, la presencia de manifestantes y hasta los egresos y regresos de la vicepresidenta.

Brenda Uliarte, detenida en la causa de Capuchetti, asistió al menos a una marcha, la de las antorchas, organizada por Revolución Federal. Y está pendiente una geo localización de teléfonos para saber si estuvo también Sabag Montiel, quien el 23 de agosto anunció en un grupo de Whatsapp lo que haría nueve días más tarde: “Voy a ir a la casa de Cristina con un fierro y le voy a pegar un corchazo. Si no yo va a ser otro enfermito”.

La versión edulcorada de Guerra en la indagatoria no alcanzó. Fue procesado por un delito por el que podría pasar hasta ocho años en prisión.

El juez Martínez de Giorgi le preguntó a Guerra “qué intencionalidad tenía” su concurrencia al edificio en el que vive la vicepresidenta. “Yo dije bueno, capaz esta señora me va a ayudar y bueno, me otorgó la posibilidad de ir cada tanto a su casa para hacer changas. Y a mí cada vez que me dicen de trabajar, al tener toda una familia, lo acepto”.

Capuchetti insiste en que no hay razones que justifiquen que las dos causas se investiguen en un mismo expediente y por un único juez. «